Pongamos como ejemplo a Estados Unidos, aún considerado el país más rico del mundo, donde emergen, salen a la superficie, las miserias y la "barbarie" más criminal de un sistema agotado. Basado en la extracción y acumulación, el capitalismo desvaloriza la fuerza de trabajo hasta niveles que hacen imposible la reproducción del proletariado. Millones de obreras/os y sus familias viven en la calle, cientos de miles son obligados a ser mendigos, millones de trabajadoras/es son pobres aun teniendo varios trabajos y cientos de miles de niños son explotados y esclavizados. Esta barbarie no es una pesadilla del pasado, no debemos dejarnos llevar por una concepción metafísica de las duras e inhumanas realidades que este sistema genera; su base material es la propiedad privada de los medios de producción y cambio, por lo que la situación descrita es vivida, y en ocasiones más duras, por millones de seres humanos a nivel planetario.
Para maximizar su tasa de ganancias, el capital utiliza todos los medios a su alcance, mientras perpetúa la miseria de millones de seres humanos. Los adelantos técnicos -científicos en la producción deberían suponer una mejora de la calidad de vida de los obreros y las obreras. Sin embargo, a la vez que aumenta la composición orgánica del capital, disminuye la tasa de ganancia, por lo que el capital intenta aumentar la tasa de explotación y debilitar el salario. Incluso, si le es posible situándolo por debajo de lo necesario para la subsistencia de las masas trabajadoras. En todo caso, eso se resuelve a través de la lucha de clases
Como todo sistema histórico, el capitalismo enfrenta sus límites. Hoy, este modelo social se encuentra en una crisis definitiva: su propia composición orgánica lo sitúa al final de su ciclo histórico. La creciente concentración de capital y la consecuente caída en la tasa de ganancias obligan a aplicar su lógica inherente y violenta. Leyes y prácticas que durante un periodo solo se imponían en las colonias y países sometidos, ahora son recuperadas en las metrópolis para la extracción de plusvalía. Uno de los aspectos más bárbaros y criminales del capitalismo es la explotación infantil, donde la ley del valor y la acumulación se imponen sobre la dignidad humana.
Desde una perspectiva marxista, este fenómeno no es un error del mercado, sino una consecuencia estructural de la relación entre burguesía y proletariado. El capitalismo convierte a los niños y niñas en mano de obra barata y/o esclava, asegurando la extracción de plusvalía.
Marx identificó al ejército industrial de reserva como un mecanismo clave en la presión a la baja de los salarios. La incorporación de los niños en la cadena de producción, sentencia a millones de proletarios a pertenecer a este ejército, ampliándose la precarización laboral, debilitando la lucha obrera y fragmentando la conciencia de clase. Así, la mano de obra infantil perpetúa los bajos salarios y socava la organización obrera.
En Estados Unidos, centro del imperialismo, esta lógica se expresa con crudeza. Recientemente, se hizo pública la noticia de que uno de sus estados modificó la legislación para permitir el trabajo infantil. Sin embargo, esto oculta un hecho más alarmante: el trabajo infantil ya es una realidad en el país desde hace tiempo. [Fuente: https://www.bbc.com/mundo/articles/ckdkpr2xqp2o]
¿Y qué sabemos del estado español? Según la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), más de cincuenta mil niñas/os son sobreexplotados o esclavizados, en redes de prostitución, delincuencia y en trabajos de la denominada economía sumergida. No contabilizamos, las y los cientos de jóvenes que son sobreexplotados a través de las leyes laborales de los gobiernos al servicio del capital, bajo los eufemismos de planes de formación, trabajo en prácticas, etc.
Globalización y superexplotación
En la fase, última del capitalismo, el imperialismo, gran parte de la producción se ha descentralizado geográficamente, trasladándose a colonias o países sometidos política y militarmente. En estos países, las masas trabajadoras enfrentan una brutal sobreexplotación, opresión y represión criminal si intentan liberarse del yugo del capital. La historia está repleta de episodios en los que millones de obreros han sido asesinados. Un ejemplo es la masacre de Indonesia entre 1965 y 1966, donde más de un millón de miembros de la clase obrera fueron exterminados con el conocimiento y apoyo de los aparatos de poder anglosajón.
Hasta hace poco, se hacía creer en las metrópolis que, la sobreexplotación y esclavitud infantil eran fenómenos del pasado. Sin embargo, esto fue y es falso: en el capitalismo, las condiciones de sobreexplotación alcanzan niveles extremos para garantizar la competitividad en los mercados. La explotación infantil es un componente central del modelo capitalista, que se extiende por todos los continentes del planeta, en las cadenas de producción de empresas multinacionales. Talleres subcontratados, principalmente en Asia, América y África, esclavizan a miles de niñas/os para reducir costes salariales, capital variable. En Europa y EE. UU. se introducen leyes que posibilitan la vuelta a las cadenas de producción y comercialización de millones de niñas/os y adolescentes.
Según la OIT (Organización Internacional del Trabajo) más de 200 millones de menores (niños) trabajan en el mundo, más de la mitad en condiciones de esclavitud; los niños/as en general no negocian la venta de su fuerza de trabajo.
Marx y Gramsci señalaron que la clase dominante controla el pensamiento e ideología a través de superestructuras sociales para perpetuar su poder. Los sistemas educativos bajo dominio burgués adoctrinan a las masas, asegurando la reproducción de su ideología. Cuando los niños trabajan, se les niega el acceso a la educación, perpetuando su condición de proletarios o esclavos sin conciencia de clase y garantizando futuras generaciones de trabajadores sumisos.
La burguesía no solo explota económicamente a la infancia, sino que destruye sus posibilidades de desarrollo humano. La alienación descrita por Marx alcanza su máximo nivel: los niños son privados de educación, juego y socialización. Engels, en La situación de la clase obrera en Inglaterra (1845), describió cómo la infancia explotada no solo es reducida a una máquina de producción, "se le despoja de su condición humana".
Los aparatos ideológicos de la burguesía culpabilizan a las familias pobres por enviar a sus hijos a trabajar, ocultando que es el propio sistema capitalista el que crea las condiciones para que esta explotación se perpetúe. La retórica de la "caridad" encubre el problema central: la propiedad privada de los medios de producción y cambio.
Graham Greene, escritor y agente del MI6, decía: "Siempre hay un momento en la infancia cuando la puerta se abre y deja entrar el futuro". ¿Pero qué sucede cuando esa puerta nunca se abre porque el sistema impide que los niños tengan una infancia plena? En el criminal capitalismo, sistema que este escritor espía defendió toda su vida, se les roba a estos niños la oportunidad de un futuro digno. Como revolucionarios, tenemos la responsabilidad de luchar para que no se les robe el futuro a ningún niño ni niña más.
La explotación infantil y la acumulación de capital son dos caras de la misma moneda; el capitalismo mercantiliza los cuerpos de los niños en beneficio de una minoría privilegiada. Debemos señalar que cientos de miles de niñas y niños son usados como mercancía de uso sexual. La lucha contra esta barbarie no puede separarse de la lucha por el socialismo: un sistema donde la infancia no sea un recurso económico, sino la expresión más pura del potencial humano. La clase obrera organizada debe dirigir al conjunto de las masas trabajadoras a levantarse contra la dominación capitalista, es urgente organizar la insurrección.
La barbarie capitalista castiga a las masas trabajadoras. La única solución es el socialismo.
Juan J. Sánchez