Pie de imagen: manifestantes en un acto de recaudación de fondos para la campaña de Trump
Donald Trump está ejecutando con coherencia su promesa electoral de endurecer la política migratoria, especialmente reduciendo el Estatus de Protección Temporal (TPS) y el Permiso Humanitario (parole), las dos fórmulas de residencia más solicitadas por la clase obrera migrante de América latina. Según informaciones de la BBC, 348 202 personas venezolanas y 520 694 haitianas perdieron el TPS concedido por la administración de Biden, mientras que más de medio millón de cubanas (la gusanera), haitianas, nicaragüenses y venezolanas perdieron el parole. No obstante, la clase obrera mexicana representa el 44 % de las 11 millones de trabajadoras y trabajadores sin documento de residencia en Estados Unidos, casi cinco millones.
Pero ¿qué hay detrás de toda esta política? Lo primero que hay que tener en cuenta es que no se trata solamente de que la administración Trump tenga convicciones xenófobas muy arraigadas (caso especial el del supremacista blanco Elon Musk), sino de unas necesidades propias de un modelo de producción capitalista en fase imperialista, de un modelo en decadencia. Hay que recordar que Barak Obama, durante sus dos mandatos (2009-2016), llegó a deportar más de cinco millones de trabajadoras y trabajadores indocumentados, más del doble que el primer mandato de Donald Trump. Asimismo, la administración Biden deportó a 4 629 120 personas en solo cuatro años, con un récord de 57 000 expulsiones mensuales.
A primera vista, puede parecer contradictoria esta política, teniendo en cuenta que la clase obrera sin regularización administrativa según la administración estadounidense, es mano de obra muy barata. Además, al no tener amparo legal o administrativo, no se atreve, en la mayoría de ocasiones, a reclamar salarios dignos o medidas de seguridad en sus puestos de trabajo. Esto la convierte en un objetivo valioso para la burguesía, ya que a través de ella aumenta su tasa de plusvalía, lo que ayuda a contrarrestar la caída tendencial de su tasa de ganancia.
Este sector de la clase obrera, además, permite aumentar la sobrepoblación relativa, ese ejército de reserva de clase obrera en paro para rebajar el valor de la fuerza de trabajo a través de un aumento de su oferta. De nuevo, este factor tiene efectos contrarrestantes de la caída tendencial de la tasa de ganancia. La clase obrera migrante, por lo tanto, es un motor imprescindible de la economía estadounidense porque acepta con mayor facilidad mayores niveles de sobreexplotación.
Sin embargo, las deportaciones llevadas a cabo por los diferentes gobiernos no están pensadas para eliminarla, sino solamente para administrarla. Por un lado, porque las deportaciones se calculan teniendo en cuenta el número de inmigrantes (legales o ilegales). Por otro lado, porque las deportaciones suelen afectar a la clase obrera migrante de las ciudades, pero no a la del rural, donde es sobreexplotada con mayor dureza y cumple un papel principal en el proceso productivo. Además, hay que tener en cuenta que el proceso de deportación tiene unos costos muy elevados. Entre burocracia, transporte y custodia podría rondar los 11.000 dólares por persona.
El objetivo de Trump, igual que lo fue el de sus predecesores, es aumentar la represión de la clase obrera para evitar que se organice en estructuras políticas (especialmente los sindicatos) y poder aumentar progresivamente la tasa de plusvalía. Es una forma más mediante la cual la burguesía amenaza la integridad de la clase obrera para extraer el máximo beneficio del proceso productivo.
Esta política también contribuye a afianzar la ideología del odio, tan necesaria para mantener un nivel de conflictividad entre la clase obrera lo suficientemente elevado como para evitar que persiga sus objetivos políticos y que renuncie a la lucha por la toma del poder. No se debe olvidar que Estados Unidos está perdiendo la hegemonía mientras se empieza a vislumbrar un panorama caracterizado por la multipolaridad. En este contexto, la lucha ideológica es fundamental, de ahí la inclusión de elementos abiertamente fascistas en el gobierno de Trump.
Gabi