El amigo americano le está saliendo rana a Occidente. Lo está poniendo patas arriba, como aquel que dice. Vamos, y permitidme este término un tanto rebuscado, está intentando descuajeringarlo, desvencijarlo si preferís que es más entendible, y con él, de camino, también a nosotras y nosotros. Aseguran exaltadas lenguas viperinas e igualmente algo interesadas que la razón de ello radica en que el de la Casa Blanca, que hoy más bien parece de sufrido color pardo, es un morrocotudo sicópata mafioso. En fin, un imperialista de tomo y lomo, añadimos nosotros. Sin duda precisan esto por aquello de personalizar el asunto y así quitarle hierro a “la cosa”. Sí, porque, se quiera o no, el tema no va realmente de individualidades más o menos esquizofrénicas. ¡Qué va!, eso es más bien el árbol con el que quieren ocultarnos el deleznable bosque. “La cosa” va efectivamente por otros derroteros. Es de ciegos, políticamente hablando, o de estúpidos, que hay para todos los gustos, no verlo. Para entendernos de una puñetera vez: vivimos en el capitalismo (el referido bosque, hoy definitivamente putrefacto), y, como todo en este mundo finito que a la mayoría social nos ha tocado sufrir, tuvo un día su principio, ha tenido su frenético y, a veces, desarrollo demoledor y, por más cojones, y perdonad lo vulgar de la expresión, tendrá también su ineludible final. ¡Requiescat in pace! Nosotros/as, marxistas-leninistas (y no es una etiqueta vacua, sino la base científica y revolucionaria de nuestro proyecto socialista, un fantasma que, no lo dudéis, volverá), lo hemos escrito y repetido hasta la saciedad. El capitalismo, por tanto, es el responsable de todo lo sucedido durante su largo y controvertido proceso histórico. De todo. Del avance que supuso la derrota en 1789 de la sociedad feudal a manos de la incipiente burguesía; del desarrollo científico-técnico que ha permitido en muchos casos progresos impensables y beneficiosos para la Humanidad. Pero asimismo lo es de los antagonismos de clase, de la desigualdad e injusticia sociales, de la explotación de la clase asalariada y de la expoliación del Planeta, y todo en beneficio de los voraces intereses de una minoría. Algo que hay que barrer para siempre.

Socialismo o barbarie

Lo de estas últimas semanas (el ciclón levantado por el admirado amigo americano venido a menos) es consecuencia como decimos de la crisis global de un sistema de producción (el capitalismo, no me cansaré de repetirlo) en crisis estructural, sin apenas aliento y dispuesto a las mayores atrocidades. Basta para confirmar estos propósitos, encender la tele y seguir las lecciones de política y economía que dejan adivinar sus sesgadas y falaces informaciones. Sólo hay que mirarla con ojos críticos. Todo está dicho y mostrado en ese impasible y perverso aparato comecocos: los inagotables deseos del imperialismo por apropiarse de países y riquezas; el insaciable rearme militar con dinero público para enriquecer a la industria armamentista en detrimento de los servicios públicos; los negocios bursátiles donde, con solo un chasquido de los dedos, ávidas multinacionales o panzones multimillonarios ganan sumas colosales, arruinan a pobres gentes o hacen desaparecer planes de pensiones presentados, un día sí y otro también, como la panacea a las (para muchos) flacas jubilaciones por reparto ; las devastadoras guerras comerciales sobre los países y las personas más vulnerables; los horribles crímenes contra la Humanidad cometidos con total impunidad, etc., etc. Toda una serie de aberraciones innatas al poder del capital que no pocos cantamañanas dicen querer humanizar. Sólo hay una forma de acabar con tanta locura y evitar lo peor: tomar conciencia de lo dicho, organizarse revolucionariamente y luchar por el socialismo-comunismo. La barbarie ya la estamos padeciendo.

José L. Quirante

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