La agresión sionista contra el pueblo palestino no es un conflicto “entre iguales”, ni una disputa territorial contemporánea: es la expresión descarnada del colonialismo más brutal, sostenido por el imperialismo internacional. La ocupación de Palestina por parte del Estado de Israel es un proyecto de limpieza étnica, de sustitución poblacional y de expropiación sistemática, cuyo objetivo es la aniquilación de un pueblo con pleno derecho histórico, político y cultural a su tierra.
Palestina no es tierra de promesas vacías ni de supuestos mandatos divinos, sino la patria ancestral del pueblo palestino. La narrativa sionista intenta borrar esta verdad, presentando a los colonos como víctimas y a los colonizados como agresores. Frente a esta falacia, debemos afirmar sin ambigüedades que el pueblo palestino es el único legítimo dueño de Palestina.
El colonialismo israelí, es un crimen histórico que se prolonga desde hace más de 75 años, y que hoy se intensifica en forma de genocidio abierto, con bombardeos masivos, asedios inhumanos y desplazamientos forzosos.
En este escenario, la victoria es la única opción para el pueblo palestino. La “solución de dos Estados” es una cortina de humo para perpetuar la fragmentación y sumisión del pueblo palestino destinada a eternizar la ocupación y legitimar la existencia de un Estado racista sobre tierras robadas. La única solución justa pasa por la derrota del sionismo y la devolución de todo el territorio palestino a su pueblo originario. Para sumar un ejemplo más a la historia de pueblos victoriosos que demostraron que ningún poder colonial es invencible cuando un pueblo decide liberarse.
Así lo atestiguan los triunfos de Vietnam frente al imperialismo estadounidense, de Argelia frente al colonialismo francés, de Cuba frente a la dictadura apoyada por EE. UU., o de Angola y Mozambique contra el yugo portugués. En todos estos casos, la combinación de resistencia armada, organización popular y apoyo internacionalista fue decisiva para derrotar al opresor. Palestina se inscribe en esa misma tradición de dignidad y combate: la de los pueblos que no se rinden.
Es la causa de todos los pueblos oprimidos del mundo, de todos los trabajadores y trabajadoras que luchan por su emancipación, contra el imperialismo y el colonialismo. Por eso, desde el internacionalismo , es obligatorio denunciar a los cómplices del genocidio, incluyendo a los gobiernos europeos y a la OTAN, y elevar la solidaridad con Palestina, apoyando activamente su resistencia en todas sus formas.
Palestina no está sola. Palestina tiene razón. Y por ello, ¡Palestina vencerá!
MYGO