Ya ha pasado julio, también conocido en algunos países del norte global como Mes del Orgullo. Entonces, ¿siguen estando los derechos de las personas LGTBI en boca de las grandes empresas e instituciones burguesas? La respuesta, como se podía esperar, es no. Durante junio las principales empresas han cambiado sus logos integrando en ellos la bandera arcoíris que representa al colectivo o haciendo campañas publicitarias con el lema “Love is love” para sacar rédito económico y ofrecer a la sociedad una imagen de apoyo y promoción de la inclusión y los derechos humanos. Una lucha que el resto del año no apoyan o, peor aún, participan y colaboran con movimientos que están abiertamente en contra de las personas que conforman el colectivo LGTBI. Este fenómeno oportunista se concreta en el uso -por parte empresas, gobiernos y otras instituciones- de un discurso neoliberal “LGTBIfriendly” con la única intención de apropiación y de explotación comercial. En ningún momento impulsan medidas dirigidas a la transformación social, garantizan derechos, crean y/o facilitan el acceso a recursos para el bienestar personal y social de este segmento de la clase trabajadora. A pesar de la capacidad del capitalismo de apropiarse de las luchas y de ofrecer unos miserables e insuficientes derechos formales y legales, el alcance real de estos “derechos” dista mucho de una liberación tal y como la concebimos las y los comunistas.

Esta cara amable del capitalismo, basada en el intento de asimilación posmoderna de nuestra lucha, no es la única. A la misma vez encontramos una cara abiertamente reaccionaria y violenta que vuelca su odio contra nosotras. No hay semana en la que no haya algún caso de vejaciones o agresiones violentas hacia aquellas personas LGTBI que no se esconden: chicos con tops de lentejuelas, dos mujeres que se besan por la calle, una persona trans que no perpetúa los roles de género a través de su comportamiento, una persona que ves por la calle y no sabes encasillar en el binarismo hombre/mujer. Todas nosotras seguimos vistiendo, besando y comportándonos como queremos y como sabemos, siendo libres; o por lo menos todo lo libres que podemos ser mientras no derrumbemos este sistema. Eso sí, cada vez que lo hagamos existirá la posibilidad de ser agredidas: según datos facilitados por el Observatori Contra l´Homofobia, los actos discriminatorios contra el colectivo han aumentado en un 50 % y las agresiones físicas un 70 % con respecto a 2021.

Ante esta situación, el deber de las y los comunistas es combatir ideológicamente los discursos reaccionarios y de odio, así como las agresiones a nuestras compañeras y compañeros, vengan del bando que vengan. Reapropiándome de una consigna feminista que se escucha en las calles: “con corbata o con cresta, tu agresión tendrá respuesta”. Las lesbianas, gays, trans, bisexuales, intersexuales y personas no binarias seguimos existiendo el resto de meses, seguimos reivindicando nuestros derechos y somos partícipes de muchas más luchas, porque sabemos cuál es nuestra posición de clase. Estamos aquí, siempre lo hemos estado, y no permitiremos que el capitalismo se apropie de nuestra lucha. Queremos una sociedad en la que no se nos juzgue ni se nos trate como la otredad, en la que seamos libres y desarrollemos maneras de relacionarnos basadas en la comunidad y la solidaridad de clase; y vamos a luchar por ella cueste lo que cueste. La teoría se construye con base en la realidad que vivimos la clase trabajadora, lo único que nos divide es no reconocer a nuestras compañeras de clase. Sin el colectivo LGTBI no hay construcción socialista.

“Y no se me cayeron los anillos al ir de farandulera, al tiempo que llevaba un pozal de cola, brocha y carteles para pegar” Anastasia Rampova, cabaretera radical valenciana.

Blanca Madrid

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