La escalada generalizada de precios, y en concreto de las materias primas y la energía en el mundo, (la madera un 120 %, la piedra más de un 60 %, el cobre aproximadamente 60 %, el PVC y otros materiales plásticos un 47 %, el aluminio un 41 %, etc..) está poniendo en jaque la recuperación económica sobre la que la burguesía había puesto todas sus esperanzas post-pandémicas
Lamentablemente la situación sanitaria aún no se ha solventado, sino todo lo contrario y la “recuperación”, está mostrando nuevos escollos que la economía vulgar, tal y como Marx la acuñó, no ha sido capaz de prever, y ni tan siquiera de explicar correctamente.
Las corrientes económicas hegemónicas, monetaristas y keynesianas concluyen a posteriori que la crisis energética, los problemas en la cadena de suministro y el aumento de la demanda, gracias al ahorro acumulado, han tensionado las leyes de la oferta y la demanda y que la escasez relativa de las materias primas ha alzado los precios y como consecuencia, también los productos de consumo, para cuya fabricación son extraídos de la madre naturaleza.
La explicación, pareciera correcta, pero incurre en errores de base, y sobre todo, es incapaz de prever el futuro inmediato.
La superioridad analítica del marxismo nos da una explicación más cierta a la subida de los precios.
Autores como G. Carchedi y Michael Roberts, tomando como base la teoría del valor, proponen una teoría marxista de la inflación y sitúan entre otros factores, que los precios suben o bajan en relación a la masa de valor (capital variable y del plusvalor), es decir; tanto de los salarios como de las ganancias empresariales, algo que crece muy lentamente desde los años 80. Desde entonces, se viene produciendo un incremento modesto de los precios gracias a la implementación de políticas monetarias, incrementando su oferta.
La consecuencia de la baja rentabilidad ha sido que las inversiones empresariales se han ido marchando hacia posiciones especulativas en lugar de la esfera productiva. Ya no salen a cuenta las cada vez más altas inversiones en comparación con lo que se recoge.
Y es aquí, en la falta de oferta donde está el actual problema de la subida de precios y no en el incremento de la demanda, cosa difícil de entender ante una clase obrera empobrecida que debe esforzarse en la compra de alimentos y electricidad encarecidos.
Marx señalaría que el tiempo de trabajo social necesario en la producción de materias primas, tras la reanudación productiva, después del parón por la pandemia, es inferior al requerido y que por lo tanto, los precios suben, distorsionando así, temporalmente, la ley del valor-trabajo. (Algo que la economía “oficial” formula como la ley de la oferta y la demanda)
Volviendo a tirar de marxismo, esta situación de subidas y altos precios, se alargará hasta que los capitales fluyan, atraídos por la alta rentabilidad temporal, hacia la extracción y fabricación de materias primas, llegando a la perecuación de los beneficios. Esto va a tardar un tiempo, por lo que los precios seguirán subiendo.
La escasez de determinados productos, sobre todo los relacionados con la energía, el cambio hacia las renovables y el abandono de las “energías clásicas”, las reservas estratégicas de los países productores ante los conflictos generados por las pugnas interimperialistas, también están incidiendo sobre el incremento de precios.
Los expertos hablan de un posible periodo de estancamiento a la vez que inflacionario (estanflación) y las medidas que se pueden poner en marcha, (políticas sobre los intereses) junto con el nivel de gasto, puede llevarnos en un futuro próximo a una nueva crisis del sector financiero y por lógica a una agudización de la crisis estructural del capitalismo.
Son las contradicciones insalvables del capitalismo que se exacerban con el paso del tiempo.
Kike Parra