No es nueva la manipulación mediática en nuestros medios de comunicacion. Desde enseñarnos a un Tie-Fighter de la Guerra de las Galaxias como si fuera un avión ruso derribado por los “héroes ukronazis”, hasta aquel famoso fantasma de Kiev que había derribado él solito a toda la aviación rusa, la autodestrucción del Nord Stream, por no citar al Capitán América y a todos los héroes de cómics que también juegan su papel.

El “nuevo” conflicto en Palestina es más de lo mismo: las torres gemelas, las armas de destrucción masiva en Iraq, las violaciones del ejército de Gadafi, las violaciones de derechos humanos en Siria, el incidente del Golfo de Sirte, Pearl Harbour, el incidente del Golfo de Tonkín, y hasta la invasión del islote Perejil.

Llega un momento que deberíamos decir basta, pero ante la inacción de la mayoría de la población siguen con su cantinela. Ante el ataque de Hamas y otros grupos de la resistencia palestina, la violación sistemática, el genocidio a cámara lenta, que hace el sionismo israelita contra el pueblo palestino, se les va de las manos.

De entrada, en todos los medios se cita la guerra de Israel contra Hamas, obviando que Israel ha invadido desde 1947 casi todo el territorio palestino, que se ha pasado por la entrepierna todas las resoluciones de la ONU y que sólo un nuevo orden mundial los puede poner en su sitio.

Por supuesto, no se cita que en la ofensiva o el ataque o el movimiento de resistencia palestino hay hasta 7 grupos, algunos de los cuales son “enemigos” de Hamas, como que la actual Autoridad Palestina de Mahmoud Abbas hace más fiestas con los invasores que con los palestinos (similar a lo que hace Yolanda Díaz).

Israel es un tumor maligno que el Eje Anglosajón y la Red Sionista Mundial decidieron implantar en Asia Occidental para beneficio de sus intereses, principalmente entonces asegurarse de que un Estado fuertemente militarizado les garantizara el aprovisionamiento energético vital (petróleo y gas) y el mantenimiento a raya de posibles adversarios.

Para poderse permitir tamaña implantación tumoral consideraron pertinente que la misma estuviera regida por una ideología extremadamente supremacista, racista, clasista, imperialista y de creencias extremistas, es decir, una suerte de nazismo religioso: el sionismo.

Hubo un pueblo que recibió el primer y terrible impacto de tal monstruosa implantación y que la viene sufriendo desde entonces: el palestino.

Para llegar a los límites de brutalidad perpetrada contra él, difíciles de imaginar (a pesar de la masacre televisada de la que somos testigos), quienes la ejecutan tienen que conseguir realizar un extraordinario adormecimiento de conciencia. Para ello la Red Sionista Mundial dispone del control de la absoluta mayoría de los medios de difusión del mundo (que llaman “guerra” a lo que es un genocidio, por ejemplo), además del de los grandes conglomerados informáticos y de formación-educación, amén de muchos otros resortes del poder económico-financiero y político mundial, incluyendo buena parte del “estado profundo” de EE.UU.

Racismo sionista y resoluciones de la ONU.

Sin embargo, hasta tal punto han llegado históricamente las atrocidades y el fanatismo sionista y la reacción y desestabilización general que causan, que a la ONU no le quedó más remedio que tomar cartas en el asunto desde un primer momento. Sucesivas resoluciones a lo largo de los últimos 50 años han intentado sin éxito poner coto a estos desmanes. Citaremos algunas de las más importantes:

1948: Resolución 194 de la Asamblea General, por la que se reconoce el derecho al retorno de los refugiados y desplazados árabes.

1967: Resolución 242 del Consejo de Seguridad. Reclama la retirada israelí de los territorios ocupados.

1967: Resolución 2.253 de la Asamblea General, en la que exige a Israel que desista de “adoptar cualquier acción que pueda alterar el estatuto de Jerusalén”.

Unas declaraciones recientes del militar golpista Antonio Tejero Molina, cabeza visible del 23F junto a Alfonso Armada y Jaime Milans del Bosch, dan un poco más de luz sobre uno de los acontecimientos más oscuros del mal llamado período de democracia del Estado español. Según estas confesiones, el objetivo principal del 23F era imponer un gobierno presidido por Alfonso Armada, lo cual estaría pactado con el entonces monarca Juan Carlos de Borbón. Según el militar fascista, si ese golpe fue un fracaso se debió a que él mismo lo abortó al ver que en ese gobierno habría políticos de «izquierdas».

Por supuesto, estas palabras hay que entenderlas en su contexto: un franquista venido a menos que quiere redimirse y arrogarse el mérito de haber impedido una dictadura fascista que a él le habría encantado. Lo cierto es que los documentos que se han ido haciendo públicos, tanto escritos como sonoros, apuntan a una traición por parte de Miláns del Bosch, Armada y el propio Juan Carlos a Tejero, ante la posibilidad de que la comunidad internacional, que ya no estaba hegemonizada plenamente por el bloque imperialista yanki, respondiese con contundencia desencadenando una insurrección en el Estado español. Era necesario medir el grado de fascistización del Estado y, en realidad, la forma de una monarquía parlamentaria era la más adecuada.

No obstante, si de algo nos pueden servir estas declaraciones, es para confirmar definitivamente la complicidad activa del entonces rey Juan Carlos en el golpe de Estado del 23 de febrero de 1981. El gran argumento de la facción monárquica de la burguesía era que Juan Carlos había evitado un golpe de Estado fascista y, probablemente, una segunda guerra civil. Ahora, ese argumento forma parte del basurero de la historia. Es más, Juan Carlos no solo organizó este golpe, sino que se benefició de él, a pesar de su aparente fracaso, reforzando la imagen de la monarquía ante la opinión pública.

Vemos día a día las terribles imágenes de la barbarie sionista. Nuestros sentimientos nos desgarran, pero como militantes de la revolución no nos queda otra opción que tratar de mantener nuestra capacidad de análisis para movilizar todas nuestras fuerzas y golpear en el lugar más acertado para acabar con tanto crimen y tanta destrucción. Un esfuerzo titánico hoy.

Las fotos de los niños palestinos asesinados (no existieron cuarenta y dos niños judíos decapitados, todo fue falso) son, ya de por sí, aterradoras. Pero hay algo aún más aterrador: el silencio y la ausencia de condena por parte de quienes tienen la mayor responsabilidad en dejar constancia de una condena sin concesiones contra los crímenes del sionismo.

En estos momentos en que escribo se informa de más de mil niños asesinados por las bombas sionistas lanzadas contra edificios de viviendas, hospitales, escuelas, … La cifra aumenta sin cesar.

Además, leo una información que dice que en Gaza hay unas cincuenta mil mujeres embarazadas.

¿Cómo expresar el grado de degeneración humana que significan estos crímenes contra los niños y niñas palestinas? ¿Cómo expresar el grado de indignación por toda esta barbarie?

Felipe VI, en un acto oficial, expresó su condena por la acción de Hamás. Pedro Sánchez hizo lo mismo. También Feijóo. También Ayuso. También…

En la Convención Internacional contra las Municiones de Racimo, firmada en 2008, en vigor desde 2010 y respaldada por más de 120 Estados, se prohíbe la fabricación, la venta y el uso de esa clase de bombas. Son un armamento especialmente criminal: al dispararse, se disgregan en gran cantidad de pequeñas bombetas que se esparcen por áreas muy amplias. Así, durante décadas mutilan y matan indiscriminadamente a la población civil (muchas veces niñas y niños). De esto saben muy bien, por .ejemplo, en Camboya, que después de ser intensamente bombardeada por EE. UU. con bombas de racimo hace más de 50 años, aún hoy sufren víctimas nuevas. También en Irak, por las dos guerras desatadas por EE. UU.-Reino Unido; y en Yemen, a manos de Arabia Saudí.

Uno de los principales impulsores de dicha Convención de 2008 fue el entonces primer ministro socialdemócrata de Noruega, Jens Stoltenberg,; hoy Secretario General de la Organización Terrorista del Atlántico Norte. Mientras el imperialismo esté en una posición de fortaleza, puede permitirse guardar ciertas apariencias, pero cuando lucha por mantener su hegemonía militar, se caen todas las caretas: el mismo Stoltenberg declaró cínicamente que ahora el envío de bombas de racimo al ejército ucraniano es "una cuestión individual de cada país" otanista.

En pleno declive como primera potencia económica, EEUU y la OTAN (brazo militar de Occidente Colectivo) despliegan todo tipo de guerras y violencia a lo largo del planeta, en lo que hemos venido a llamar la OTAN 360º. Llevando a cabo todo tipo de violencia contra los países que construyen el socialismo o que defienden su soberanía frente a las imposiciones imperialistas y ello incluye la guerra biológica, incluso si supone una grave amenaza para la vida de millones de personas en el mundo.

La presencia de laboratorios biológicos estadounidenses en más de 25 países en el mundo -entre ellos, países de la antigua URSS- ya ha sido denunciado, así como la participación en laboratorios ucranianos de epidemiólogos estadounidenses y contratistas del Pentágono (Batelle, Black Veath y CH2M Jacobs), para experimentos de desarrollo de proyectos biológicos. La denuncia realizada por periodistas europeos y la ONG norteamericana Judicial Watch, se hizo por información filtrada desde el Departamento de Defensa de los Estados Unidos.

El pasado mes de agosto, el gobierno de la Federación Rusa, en el informe de su Jefe de Protección Biológica, Química y Nuclear de las Fuerzas Armadas, Igor Kirillov, denunciaba haber encontrado documentos incautados durante la guerra de Ucrania, que relacionan la preparación, estudio previo y uso del COVID-19 por parte de EE.UU, virus causante de la pandemia.

Dicho informe señala las distintas violaciones que ejerce EE.UU. al Convenio de Armas Biológicas y Químicas de la ONU, así como la relación entre el estudio previo y experimentos con determinados patógenos, posteriores pandemias de los mismos patógenos y las ganancias generadas a la industria farmacéutica norteamericana.

El empleo de patógenos para la guerra por parte de EE.UU. no es ninguna novedad. En la década de 1860, el gobierno utilizó el germen del cólera para infectar al pueblo indígena norteamericano, como parte del genocidio perpetrado a este pueblo. El uso del agente naranja en Vietnam, el Ántrax en la Guerra de Corea e incluso experimentos con su propia población en 1951-1952 en Virginia y Washington, a través de inseminación de bacterias que causaron diversas enfermedades y muertes, son otros ejemplos de ello.

Nos quieren hacer creer que gozamos de un sistema garante de los derechos fundamentales, amparado en una Constitución en la que aspectos como la sanidad, el trabajo o la vivienda, entre otros, parecieran proclamarse universales. Nada más lejos de la realidad. Tan solo es necesario esbozar unos pocos datos objetivos para desmontarlo y dejar al desnudo los cimientos de la dictadura que el capital ejerce sobre el pueblo trabajador. En estas líneas nos referimos a la vivienda, un derecho universal que, muy lejos de serlo, se torna como elemento de especulación para unos pocos y de lujo inalcanzable para la inmensa mayoría.

En el territorio español son más de 3,8 millones las viviendas que se encuentran vacías, según cifra el Instituto Nacional de Estadística en su estudio publicado en 2021. Es decir, más del 14 % del total de casas y pisos tienen la llave echada y, en su mayoría -en torno al 80 %-,  permaneciendo en manos de bancos y de fondos buitre, que, tras desahuciar a sus residentes o adquirir los inmuebles mediante alguna suculenta operación financiera, los retienen impunemente a favor de alcanzar el mayor rendimiento económico por ello.

Podríamos decir que la sanidad pública es un término “polisémico” pues tiene varios significados:

En primer lugar, para la clase trabajadora es una necesidad indispensable, puesto que lo que puede permitirse es un seguro que solo supla carencias o sirva de atajo ante atenciones puntuales que o se resuelven o la sanidad privada las deriva a la pública que tiene la capacidad real.

Porque para la sanidad privada la sanidad pública significa una oportunidad de negocio con la salud de las personas, existe por y para los beneficios no para la atención de las personas. Por eso la estrategia de ofertar un seguro barato en el que captar al mayor número de personas y conforme la sanidad pública se va deteriorando suben los precios o reducen la oferta de servicios.

El actor que permite el negocio de la privada son los partidos políticos de los distintos gobiernos y CCAA para los que la sanidad pública es solo una promesa electoral pues prometen todos defenderla, pero no derogan las leyes estatales 15/97 y la Ley general de sanidad 14/1986 que permiten el negocio privado y el trasvase de fondos públicos hacia las empresas privadas.

ALERTA, ALERTA, la ultraderecha ha llegado a las instituciones y no han tardado ni un minuto en censurar todo lo que les suene a feminismo, LGTBI, memoria histórica (o mejor dicho memoria republicana), etc. Veis porque era útil el voto útil.

Bromas aparte, esto es lo que más o menos está ocurriendo, el espectáculo que ha alcanzado la política burguesa sería cómico si no fuera porque es real. Sin embargo, en estos tiempos en los que nos hemos acostumbrado a manejar eso de la cultura de la cancelación, antes de unirnos a los socialdemócratas en su llevarse las manos a la cabeza porque ha llegado la ultraderecha con su libro de recetas a medio camino entre el nacionalcatolicismo y Steve Bannon, no estaría de más reflexionar por un momento en eso de la censura cultural que tanto repiten las rotativas progresistas.

Es un cliché recurrente la asociación entre la censura cultural y el totalitarismo, se afirma que en un sistema totalitario la cultura solo es válida si es para ensalzar la ideología dominante, todo lo que se salga del estricto margen ideológico del poder es prohibido y perseguido. Ahora bien, bajo este cliché hay mucho que rascar. En primer lugar, la inconsistencia del concepto, el totalitarismo no es un hecho histórico, es una  una teoría sobre la historia que maneja el pensamiento liberal con el fin de identificar al liberalismo como la única forma de democracia posible. Ahora que no es esto lo más importante del cliché, en segundo lugar, tenemos lo de la censura cultural.

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