En términos generales la adulteración del marxismo y su envilecimiento dimanan de esa evasiva en lo que respecta a la actitud de la revolución proletaria ante el Estado. Lo que más interesa a los oportunistas es “dejar con plena tranquilidad al porvenir” todos los problemas cardinales relacionados con las tareas de la revolución proletaria. Una fórmula que representa una concesión a los oportunistas es admitir la conquista del poder sin destruir la máquina del Estado. Kautsky resucitó en 1902 precisamente lo que Marx declaró “anticuado” en el programa del Manifiesto Comunista en 1872.

El aparato creado por los obreros y campesinos después de conquistar el poder político contra cuya transformación en burócratas se tomarán sin dilación las medidas analizadas con todo detalle por Marx y Engels: 1) no sólo elegibilidad, sino amovilidad en cualquier momento; 2) sueldo no superior al salario de un obrero; 3) paso inmediato a un sistema en el que todos desempeñen funciones de control y de inspección y todos sean “burócratas” durante algún tiempo, para que, de este modo, nadie pueda convertirse en “burócrata”.

Kautsky no comprendió en absoluto la diferencia entre el parlamentarismo burgués, que une la democracia (no para el pueblo) al burocratismo (contra el pueblo), y la democracia proletaria, que adopta en el acto medidas para cortar de raíz el burocratismo y que estará en condiciones de llevar estas medidas hasta el fin, hasta el aniquilamiento completo del burocratismo, hasta la implantación completa de la democracia para el pueblo.

Una lluvia de oro cae directamente en los bolsillos de los políticos burgueses, que forman una compenetrada banda internacional, la cual instiga a los pueblos a emular en el terreno de los armamentos y esquila a estos pueblos crédulos, bobalicones, torpes y dóciles igual que se esquila a las ovejas... Se gastan miles de millones de rublos en preparar la guerra: exclusivamente, por supuesto, en interés de la paz, en defensa de la cultura, en bien de la patria, de la civilización, etc...Los gobiernos son los intendentes de la clase capitalista. A los intendentes se les paga bien. Ellos mismos son accionistas. Y esquilan juntos a las ovejitas mientras pronuncian discursos acerca del “patriotismo”...

A los capitalistas no les gusta sincerarse cuando se trata de sus ganancias. El “secreto comercial” se observa estrictamente, y a los no iniciados les resulta muy difícil penetrar en el “misterio” de cómo se crean las riquezas. La propiedad privada es sagrada: nadie debe inmiscuirse en los asuntos del propietario. Pero el capital ha rebasado hace mucho el marco de la propiedad privada y ha conducido a la formación de sociedades anónimas.

Los bolcheviques no se hubieran mantenido en el poder, no digo dos años y medio, sino ni siquiera dos meses y medio, sin la disciplina rigurosísima, verdaderamente férrea de nuestro Partido, sin el apoyo total e incondicional que le presta toda la masa de la clase obrera, es decir, todo lo que ella tiene de consciente, honrado, abnegado, influyente y capaz de conducir tras de sí o de atraer a las capas atrasadas.

La dictadura del proletariado es la guerra más abnegada y más implacable de la nueva clase contra un enemigo más poderoso, contra la burguesía, cuya resistencia se ve decuplicada por su derrocamiento y cuya potencia consiste no solo en la fuerza y solidez de los vínculos internacionales de la burguesía sino, además, en la fuerza de la costumbre, en la fuerza de la pequeña producción.

La revolución democrático-burguesa de febrero de 1917, consumada por los soldados insurrectos de la guarnición de Petrogrado y los obreros de la ciudad tuvo como resultado la abdicación de Nicolás II y el derrocamiento de la autocracia. El poder real pertenecía al Soviet de Petrogrado, pero los eseristas y los mencheviques que lo lideraban consideraban que era la burguesía la que debía liderar la revolución y entablaron negociaciones con sus representantes para la formación del Gobierno.

Los bolcheviques se pronunciaron decididamente contra el apoyo al Gobierno Provisional, partidarios de pasar todo el poder a los soviets y transformar la revolución democrático-burguesa en una revolución socialista.

Así en la VII Conferencia del POSD(b)R y el VI Congreso del Partido, celebrado en Petrogrado entre el 26 de julio y el 3 de agosto de 1917 se aprobaron los postulados fundamentales redactados por Lenin: instauración de la República de los Soviets, la salida revolucionaria de Rusia de la guerra imperialista y la proposición de acabarla con una paz democrática y universal, la nacionalización de todas las tierras en el país y la confiscación de las pertenecientes a los terratenientes, el control obrero de la producción y la distribución, la nacionalización de la banca, los sindicatos y la gran industria, el fin de la desigualdad de derechos y de la opresión social y nacional.

La pretensión de presentar y exponer toda fluctuación de la política y de la ideología como expresión inmediata de la estructura (presentada como postulado esencial del materialismo histórico) tiene que ser combatida en la teoría como un infantilismo primario y en la práctica hay que combatirla con el testimonio auténtico de Marx. Así podrá observarse cuántas cautelas reales introduce Marx en sus investigaciones concretas, cautelas que no podían formularse en las obras generales. Entre estas cautelas podrían enumerarse como ejemplo las siguientes: 1) la dificultad que tiene el identificar en cada caso, estáticamente, la estructura; la política es de hecho en cada caso reflejo de las tendencias de desarrollo de la estructura, pero no está dicho que esas tendencias vayan a realizarse necesariamente. 2) Un determinado acto político puede haber sido un error de cálculo de los dirigentes de las clases dominantes, error que el desarrollo histórico corrige y supera a través de las ‘crisis’ parlamentarias gubernativas de las clases dirigentes; el materialismo histórico mecánico no considera la posibilidad de error, sino que entiende todo acto político como determinado por la estructura de un modo inmediato, o sea, como reflejo de una modificación real y permanente (en el sentido de adquirida) de la estructura. 3) No se considera lo suficiente el hecho de que muchos actos políticos se deben a necesidades internas de carácter organizativo, o sea, que están vinculados a la necesidad de dar coherencia a un partido, a un grupo, a una sociedad.

En el nº 13 de los “Cuadernos de la cárcel” Gramsci califica al Partido Comunista de “Príncipe moderno”. Al igual que el Príncipe de Maquiavelo su objetivo es fundar un nuevo tipo de Estado. El Estado proletario que se trata de establecer ha de poner fin a la sociedad de clases y abolirse por tanto a sí mismo como Estado, dado que todo Estado está vinculado a un conflicto de clases. Esta abolición debe corresponder para Gramsci a la transición de un poder que descansa en última instancia en la coerción a una “sociedad regulada” en la que el autogobierno sea la regla.

Como recuerda Perry Anderson en “Las antinomias de Gramsci” [1978]: “es importante recordar el conocido principio marxista de que la clase obrera bajo el capitalismo es inherentemente incapaz de ser la clase naturalmente dominante a causa de haber sido estructuralmente expropiada, por su posición de clase, de algunos de los medios esenciales de producción cultural (educación, tradición, ocio), a diferencia de la burguesía de la Ilustración que pudo generar su propia cultura superior dentro del marco del “ancíen régime”.

La fiesta por excelencia de los y las trabajadoras es el 1º de Mayo. Todo comenzó en los EEUU en el año 1886 donde se había iniciado por parte de la clase trabajadora una lucha en pos de conseguir la jornada laboral de 8 horas, cuando la única limitación existente era que en algunos Estados se prohibía que una persona trabajase más de 18 horas al día. El sindicato más fuerte en ese momento amenazó a la patronal con una gran huelga si no accedía a la petición de que la jornada de trabajo fuese de 8 horas a partir del 1 de mayo de 1886.

Las y los 340.000 trabajadores que no vieron cumplida su demanda comenzaron una huelga el 1º de mayo. En Chicago se inició con una manifestación de más de 80.000 trabajadores liderados por Albert Pearsons. A las puertas de la fábrica Mc Cormick los enfrentamientos se tornaron sangrientos entre la policía y los trabajadores cuando esta disparó contra los manifestantes produciéndose más de tres muertos entre los obreros, y muriendo más trabajadores los días siguientes. El 4 de mayo estalló un artefacto durante una concentración en la plaza Haymarket matando a 15 policías. Las autoridades responsabilizaron a las y los concentrados y hubo más de 30 detenidos. Todos fueron condenados, cinco de ellos fueron ahorcados y otros tres condenados a prisión perpetua.

La Internacional Socialista se propuso, en 1889, reivindicar la jornada de ocho horas para todas las personas trabajadoras del mundo, y se haría mediante una gran manifestación en todos los países en honor a los cinco mártires de Chicago.

La teoría de las ondas largas en la historia de la economía capitalista es de origen claramente marxista. El análisis marxista de las ondas largas se basa esencialmente en los movimientos a largo plazo de la tasa de ganancia que, en última instancia, determinan a largo plazo ritmos más rápidos o más lentos de la acumulación de capital (del crecimiento económico y de la expansión del mercado mundial). Estas ondas largas son más evidentes en las economías de los países capitalistas más avanzados, y más, en la producción mundial en su conjunto, que en las economías de los países capitalistas considerados aisladamente.

La acumulación de capital tiene su origen en la producción de mercancías, valor y plusvalor, y en su realización subsiguiente. Por tanto, los indicadores clave de las ondas largas son movimientos que se refieren a la producción y venta de mercancías. Y dado que Marx consideraba que el mercado mundial era el verdadero marco de las fluctuaciones económicas, la producción industrial y las estadísticas de las exportaciones mundiales aparecen nítidamente como los dos indicadores clave.

La teoría de las ondas largas en la historia de la economía capitalista es de origen claramente marxista. El análisis marxista de las ondas largas se basa esencialmente en los movimientos a largo plazo de la tasa de ganancia que, en última instancia, determinan a largo plazo ritmos más rápidos o más lentos de la acumulación de capital (del crecimiento económico y de la expansión del mercado mundial). Estas ondas largas son más evidentes en las economías de los países capitalistas más avanzados, y más, en la producción mundial en su conjunto, que en las economías de los países capitalistas considerados aisladamente.

La acumulación de capital tiene su origen en la producción de mercancías, valor y plusvalor, y en su realización subsiguiente. Por tanto, los indicadores clave de las ondas largas son movimientos que se refieren a la producción y venta de mercancías. Y dado que Marx consideraba que el mercado mundial era el verdadero marco de las fluctuaciones económicas, la producción industrial y las estadísticas de las exportaciones mundiales aparecen nítidamente como los dos indicadores clave.

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