Hablamos de que las y los jóvenes de ahora -sobre todo “los”- están protagonizando la fascistización de la sociedad que se ha dado en determinados momentos de la historia y que se viene dando con fuerza desde hace unos años, nos preguntamos por qué, miramos el fenómeno con asombro y, aunque seamos capaces de analizarlo y comprenderlo, no deja de ser sorprendente ver a un chaval de trece años gritando “¡viva Franco!” y haciendo el saludo fascista. Los índices de violencia machista crecen, a pesar de “lo que hemos avanzado”, como diría mucha gente, y no solo eso, sino que cada vez son de menor edad los que la ejercen.

Este artículo no va a entrar en caracterizar el fascismo, ni en el porqué de la fascistización, ya sabemos que es un cóctel entre una de las puertas que toma el capitalismo para garantizar su hegemonía y una socialdemocracia que pone los hombros para ayudarlo a escalar. Sin embargo, en el mundo actual, lleno de personalismos y personajes que sirven como referentes, las redes y sus influencers son la expresión de todo lo que está ocurriendo, si acaso sirven para perpetuar y reforzar cierta ideología, y en este proceso, las y los adolescentes son los primeros receptores. Esto es quizás lo único nuevo de la deriva ultraconservadora que enfrentamos hoy: el desarrollo en las redes, aparentemente incontrolable, de todas estas ramificaciones discursivas que se mueven en un espectro que va desde lo ultraliberal hacia lo más tradicionalista, lo que nos puede recordar al concepto de “batalla cultural” que ha llevado a cabo intencionadamente la extrema derecha, utilizando para ello el arma más poderosa que han tenido nunca, Internet.

La JCPE inicia este curso 24/25 con una nueva campaña estudiantil que aborda una problemática hasta ahora no tratada a fondo por la Juventud: los másteres habilitantes. Bajo el lema “No son habilitantes, son elitistas”, la JCPE se opone al actual modelo que propone la obligatoriedad de un máster para poder ejercer la profesión para la que la o el estudiante ha debido de superar un grado universitario.

A pesar de que la obtención de estos másteres responde más a una cuestión burocrática y clasista que académica, no es de extrañar que se imponga, pues responde a un modelo universitario burgués que perfeccionó su carácter empresarial con el Plan Bolonia.

Tras la implantación de este modelo, para ejercer la docencia en Secundaria, Bachillerato y FP es necesario el MAES; para ejercer como abogada o abogado, el Máster de Acceso a la Abogacía; para desempeñar la psicología, el Máster en Psicología General Sanitaria; para la arquitectura, el Máster en Arquitectura… Y continúa una lista de profesiones para las que, además del grado universitario correspondiente, es necesaria una transacción bancaria más.

 

Los planes de segregación de la Consejería en un centro público de Madrid se han detenido gracias a la presión popular. Este próximo septiembre iba a empezar a implantarse, de manera progresiva un instituto europeo de élite, la Escuela Europea Acreditada en el centro público Ramiro de Maeztu, uno de los dos únicos institutos públicos del distrito de Chamartín, en la ciudad de Madrid.

La escuela que querían instalar en el centro público estaba destinada para la educación de hijos de funcionarios europeos, que finalmente se ubicará en un lugar aún por conocer. con dos clases por curso en primaria, ESO y bachillerato, lo que supone 12 grupos extra en cada etapa, en un centro ya saturado. El plan de implantación comenzaba por los niveles equivalentes a 1º y 2º de Primaria, con 15 alumnos por grupo, y 1º de la ESO con 20 alumnos, siendo la mitad de la ratio de los centros públicos.

La Consejería, aseguró que no afectaría al Ramiro de Maeztu: “Se reorganizarán espacios de la última planta del pabellón A y se crearán aulas polivalentes, que serán de uso común”, según explicaba una nota que el centro hizo llegar a las familias con la explicación de la Consejería de Educación, añadiendo que la EEA traería “una nueva tipología de enseñanza pública, que hasta el momento la enseñanza madrileña no tenía, atendiendo a las necesidades educativas que los hijos de funcionarios de instituciones europeas precisen para poder acceder o continuar su formación en otros países”.

Una educación que segrega, en aulas públicas y con mejores ratios no es la educación pública por la que luchamos, ni en la que creemos, aparte sabemos que va a tener consecuencias negativas en las clases realmente públicas, por todo esto la familias y el alumnado han salido a protestar hasta que la Consejería de la Comunidad de Madrid ha echado atrás el proyecto.

Desde finales de abril, las acampadas estudiantiles en apoyo a Palestina y en contra del genocidio se han extendido por todo el mundo, siendo a finales de mayo, más de 300 en el mundo, y más de 20 en el Estado español, con las primeras detenciones en una concentración estudiantil en Ciudad Real.

Desde la Juventud Comunista de los Pueblos de España sabemos lo histórico de este momento y traemos un testimonio en esta entrevista a Iago, militante de la JCPE en la acampada universitaria por Palestina en Valencia.

- La universidad de Valencia fue la primera en comenzar las acampadas en el Estado español, ¿Puedes contarnos cómo y cuándo empezó? ¿Ya existían organizaciones estudiantiles en la universidad trabajando por Palestina?

Empezó el lunes 29 de abril. El fin de semana, personas que integraban BDS Pais Valencià y Estudiants per Palestina, siguiendo el ejemplo de los estudiantes de EE .UU. y Francia, plantearon la idea de hacer la primera acampada por Palestina en el Estado español. Al día siguiente nos reunimos a las 14:30 en la Facultad de Filosofía para comenzar a acampar. Dado que hizo mal tiempo el lunes, decidimos ocupar el primer día la facultad. Al día siguiente ya sí empezamos a montar las tiendas de campaña en el jardín de la facultad.

Sí, Estudiants per Palestina que se formó en diciembre del año pasado. Desde su formación ha celebrado varias asambleas, repartido panfletos, ha hecho formaciones sobre la situación  histórica y actual de Palestina, y ha realizado varias acciones reivindicativas, como por ejemplo desplegar una pancarta denunciando la colaboración de la UPV con empresas sionistas y universidades israelíes durante la mascletá de la UPV.

A principios de marzo de 2022 fueron detenidos los hermanos y camaradas Mikhail Kononovich y Aleksander Kononovich, secretario de la Unión de la Juventud Comunista Leninista de Ucrania. Esta detención se produjo por la acusación de ser espías de Rusia y Bielorrusia, una excusa para perseguir el movimiento comunista en Ucrania, que a finales de 2015 ya ilegalizó los tres partidos comunistas; casi un año y medio después de la masacre de Odessa del 2 de mayo de 2014, contra la militancia antifascista y comunista.

Este 10 de abril de 2024 continuaba el proceso contra ellos, una audiencia que llega después de interrogatorios a sus camaradas del Komsomol de Kiev, y otros puntos de Ucrania. Los hermanos Kononovich están en arresto domiciliario, después de una detención en la cual se incumplieron los derechos básicos, fueron agredidos y maltratados durante este periodo, del cual aún arrastran secuelas.

Con la persecución al comunismo que se da lugar en Ucrania, y la exposición a la que les han llevado sabemos que el arresto domiciliario es igual de peligroso que seguir presos, ya que les han señalado y buscan su persecución pública,

La audiencia, que a diferencia de los juicios, es cerrada, sin jurado ni secretario de corte, como ya vienen haciendo, pretendían transmitir por Youtube en un intento de que sea lo más limpio posible, durante las transmisiones sólo se les escucha a ellos, y cuando habla la parte acusadora, tapan el micro o dificultan la entrada de sonido.

Con los juicios sobre el fraude a Hacienda por parte de Alberto González Amador, pareja de Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, recordamos cuántas veces su respuesta sobre la situación de la juventud ha sido decir que nos falta cultura del esfuerzo, que nos falta talento y mérito.

Está clara la contradicción de culpar a generaciones enteras de falta de esfuerzo,  por parte de quien el único mérito es tener contactos para enriquecerse y cubrir los fraudes de su familia. Pero el mensaje continuo a la juventud, de culparla por su situación, cala entre muchos sectores, incapaces de analizar la realidad que vivimos y, por tanto, de superarla.

Según la EPA (Encuesta de Población Activa) casi la mitad de la juventud menor de 25 años cobra menos del salario mínimo interprofesional. El tramo de edad hasta los 29 años tampoco anda mejor de salarios, que pueden llegar a ser hasta un 35 % más bajos que la media. Si añadimos los datos del precio de la vida, el panorama de pobreza resulta abrumador: la media del alquiler de una vivienda está en 944 €, el más alto desde que hay registros, ello supone dedicar  un 93'9 % de un sueldo medio; alquilar una habitación ronda los 375 €/mes, eso es más del 30 % del salario, además de que dichas cifras superan el máximo del 30 % que se considera adecuado dedicar a la vivienda, evidencian que si eres joven aunque trabajes serás pobre.

De todo este discurso del esfuerzo, el talento, y el mérito viene el descontento de las generaciones de la clase trabajadora: gran parte se han dirigido a buscar la formación, con diferentes grados de esfuerzo propio y familiar para estudiar, creyendo en la suerte del éxito individual con todas las historias que nos han contado. Historias de la cultura del emprendedurismo que acaban en las listas de los más ricos, poniéndonos una meta imposible para nuestra clase y condenando a quienes toman esa meta como suya a la frustración constante.

De forma incesante, la locomotora capitalista, alimenta un pensamiento, el cual cala en mayor o menor medida, en el modo en cómo miramos al mundo y cómo nos posicionamos ante éste.

Cuánto de “supuestamente fácil” resulta, en el actual escenario histórico, dejarse llevar por un volátil presente, del cual no somos los actores principales; quizá ilusoriamente, tan sólo eternos secundarios. En ocasiones, el sistema permite que hagamos algún cameo, por el cual sintamos, efímeramente, que rompemos alguna de las cuerdas que nos manejan y podamos así sostener, con cierta “independencia”, ciertas decisiones en distintas áreas de nuestra vida, pese a que éstas se estrellen una y otra vez con la locomotora sin frenos del capital, la cual, en ocasiones, se ofrece en versión “golosa” para despistar a nuestra clase y sobre todo a nuestra juventud que, en su lucha a contra reloj por alcanzar ese horizonte incierto que nos depara la bestia, hace por gestionar y saborear las supuestas “mieles” de sus migajas, en una rueda sin fin y con difícil escapatoria.

Mientras la juventud sortea este laberinto, inexorablemente asume el riesgo de ahogar su inconmensurable potencial, mientras lucha por liberarse de dicha condena; la condena del macabro programa que el capital le tiene encomendado, siendo éste catalizador de distintas realidades que hieren de muerte a la verdadera libertad, como es la organización activa y plena en la toma de decisiones, en todo aquello que verdaderamente atañe a la vida de las personas, en las distintas esferas de su vida; y no la libertad de poder hartarte a cañas. 

Los y las jóvenes de extracción obrera y popular condenados a no tener voz ni voto, conducidos por el capital al páramo yermo de la historia.

Una juventud condenada por los agentes del capital, a un estado de barbecho indefinido, a un porvenir difuso, sin horizontes nítidos. Y es aquí donde surge el cambio de tornas. Una juventud sin objetivos claros ni método emancipador es enormemente maleable, nunca será considerada un peligro que resquebraje lo más mínimo el orden imperante, pero sí aquella juventud dotada no sólo de esperanza vana, sino de un marco ideológico que la empuje, como sujeto revolucionario, en la consecución de una ilusión colectiva y concreta, reconocidos como una misma clase, no siendo otra, que la juventud de extracción obrera y popular, la cual analiza la realidad en su dialéctica material e histórica, tomando partido en ella.

Durante febrero hemos visto cómo las protestas del sector agrícola volvían a las noticias, empezando en Europa y replicándose más tarde en el estado español, paraban carreteras y se movilizaban delante de las instituciones de gobierno y comunidades.

No podemos obviar quiénes son los protagonistas de estas reivindicaciones y cómo, en el sector agrícola, es la agroindustria la que tiene a su servicio la legislación de la UE .

Quienes vivimos en ciudades ahora porque nuestros abuelos y abuelas tuvieron que salir del campo para poder ganarse la vida, podemos en un primer momento, al ver las protestas del campo, pensar en nuestra familia; pero la conciencia de clase y la formación nos dejan claro que la gran mayoría de quienes protestan no somos nosotras, ni nuestra clase.

Los medios de comunicación informan teniendo esto en cuenta y con la estrategia de obviar a los grandes productores del sector primario, borrando cualquier rastro de lucha de clases.

Debemos tener claro que es el capitalismo, con las políticas de la UE buscando la división internacional del trabajo, el culpable de la situación del sector primario. La PAC (Política Agraria Común) reparte subvenciones de las que se benefician principalmente los grandes propietarios. El modelo que proponen (y asientan) es el que ha precarizado el campo español e impone una concentración de cultivos, alejándose de las prácticas agrícolas sostenibles.

 Parte de la juventud, en planteamientos ecologistas y anticapitalistas, habla de la vuelta al campo, la vuelta a la huerta. Este modelo de vida solo es posible para unos pocos, en el cual su rechazo a la realidad capitalista les hace huir de ella, sin confrontarla. Acudir a trabajar un terreno y vivir de ello no es posible para la totalidad de la clase obrera, no solo por la capacidad de la tierra y la fuerza de trabajo, sino también porque tenemos necesidades que es imposible cubrir de una forma tan individualista y porque supone aspirar a una especie de capitalismo de pequeños productores que ya no es posible hoy. El rechazo al sistema es un primer paso con el que trabajar, pero con las acciones individuales de aislamiento y consumo la realidad no se modifica, solo dejamos de verla. Luchamos por unas condiciones dignas de trabajo, que la UE no se aproveche de los trabajadores del campo, ni pequeños o grandes burgueses de nuestro trabajo. Solo mediante la militancia la realidad cambiará, huir de ella es una romantización individual que mantiene la condena de nuestra clase.

“¿Qué les pasa a nuestros jóvenes? No respetan a sus mayores, desobedecen a sus padres, ignoran las leyes, su moralidad decae.” (Cita atribuida a Platón en el 330 a.n.e.)

Como podemos ver, a lo largo de la historia, la juventud ha sido objeto de numerosas críticas que destacan las supuestas fallas en su carácter y valores. No obstante, debemos tener en cuenta la función que cumplen este tipo de afirmaciones en la actualidad. En este sentido, Karl Marx afirmaría: “Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época […] (Marx, 2007, p 31)” es decir, que las ideas que prevalecen en una sociedad son aquellas que benefician a la clase dominante en esa sociedad en un momento determinado. En este marco, la narrativa que presenta a la juventud como personas que “no se esfuerzan” o “no tienen valores” etc. nace de una ideología que busca desviar la atención de las verdaderas problemáticas sociales. Así mismo, en lugar de examinar críticamente el sistema que condiciona las oportunidades y el desarrollo de la juventud obrera, se perpetúa una narrativa que estigmatiza y culpabiliza a las nuevas generaciones.

Además, cabe destacar la gran cantidad de adversidades que la juventud de extracción obrera y popular experimenta al ingresar al mercado laboral, donde la precariedad y la explotación se manifiestan de formas muy diversas: falsos autónomos, contratos temporales encadenados uno tras otro, horarios imposibles o cobrar sin cotizar, son solo algunos ejemplos de la realidad de los y las jóvenes trabajadoras.

A esta situación, se le suma la dificultad para independizarse debido al elevado costo de la vivienda. En este sentido, la expectativa de independencia, choca con la realidad de un mercado inmobiliario que, impulsado por intereses especulativos, eleva los precios a niveles inalcanzables. Esta barrera económica no solo afecta la autonomía de la juventud, sino que también perpetúa la dependencia económica, dificultando la construcción de un futuro sólido.

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