Para las noches frescas del mes de agosto, durante el cual la redacción de Unidad y Lucha descansará hasta septiembre, no me viene nada mejor a la cabeza que recomendarles cinco magníficas películas para disfrutar este verano: una por cada fin de semana: “Alejandro Newski” (1938) de S. M. Eisenstein, “La sal de la tierra” (1954) de Herbert J. Biberman, “Novecento” (1976) de Bernardo Bertolucci, “Un profeta” (2009) de Jacques Audiard y “El capital” (2014) de Costa-Gavras. Cinco películas inolvidables tanto por el interés de los temas tratados como por la calidad de sus puestas en escena.
Fue Stalin quien, ante un posible ataque de la Alemania nazi, encargó a Eisenstein en 1938 “Alejandro Newski”. El realizador soviético, que llevaba algún tiempo sin rodar, aceptó el reto y llevó a la pantalla un relato épico: la lucha heroica del pueblo ruso contra el invasor teutón en el siglo XIII. El resultado fue una obra maestra imperecedera envuelta en la música sublime del mago Sergei Prokofiev.
Las purgas organizadas por el senador Mc Carthy en los años 50 contra los cineastas comunistas llevaron a Herbert J. Biberman, uno de Los Diez de Hollywood, a la cárcel, y a su película “La sal de la tierra”, a sufrir el calvario de la clandestinidad. La película, un semidocumental con actores no profesionales, cuenta de manera lírica y humana la participación decidida de la mujer en una dura huelga de mineros de Nuevo Méjico. Sin duda, una historia de plena actualidad.
En su octavo largometraje, Bernardo Bertolucci, quiso exaltar la lucha del movimiento obrero italiano de 1901 a 1945. El fruto fue la extraordinaria “Novecento”, una película de concepción y narración marxistas en la que se cuentan los destinos del hijo de un terrateniente y el de un bracero inmersos en la Italia fascista de Mussolini. Un fresco histórico de impresionante intensidad.
En “Un profeta”, relato estremecedor del actual universo carcelario francés y del fracaso de la supuesta reintegración del condenado en la sociedad, el cineasta francés Jacques Audiard, sin gestos manidos y esquemáticos, logra una de sus mejores películas donde la cruda realidad y la necesaria denuncia rezuman por todos sus poros.
Por último y sin pelos en la lengua, el cineasta greco-francés Costa-Gavras ha querido denunciar a los verdaderos responsables de la crisis capitalista en su reciente película “El capital”. Es decir, a todos los Marc Tourneuil, directores generales de insaciables multinacionales, que tienen por divisa: robar a los pobres para dárselo a los ricos. Un digno panfleto anticapitalista que nos regocija y estimula enormemente.
Rosebud