Un sistema jerárquico que obliga a pasar muchos años con un sueldo de miseria y unos criterios opacos son los principales obstáculos

El cambio de la lógica en las Universidades, hacia una lógica empresarial hace que los criterios de selección sean cada día más exigentes y las condiciones laborales para los ‘estamentos’ más bajos de esta pirámide peores lo que implica que sólo quien pueda costearse una buena formación y mantenerse muchos años con el sueldo de sus padres puede trabajar en la Universidad.

 

Probablemente muchos jóvenes en paro hayan pensado en la posibilidad de encontrar trabajo en el ámbito universitario y hacer carrera en él. La buena situación laboral de los más altos estamentos (catedráticos) de este sector tan jerarquizado es un buen aliciente.

No obstante el acceso a estos puestos es cada vez más complicado, especialmente para la juventud obrera y de extracción popular. El primer hándicap que aparece es, evidentemente, tener titulación universitaria del área donde se quiera trabajar. La expulsión de decenas de miles de estudiantes cada año por el proceso de elitismo de la universidad implica que una gran parte de la población ya no puede siquiera pensar en trabajar aquí.

El segundo obstáculo son las cualificaciones que se exigen. No sólo tener la carrera sino tener publicaciones en revistas importantes, tesis doctorales, referencias laborales, idiomas… son requisitos cada vez más esenciales para poder optar al puesto. Evidentemente, los hijos de la burguesía parten con gran ventaja al poder costearse importantes másteres y estudios de posgrado, poder permitirse un retiro para realizar el doctorado y poder conseguir referencias laborales de amigos y familiares.

En tercer lugar se sitúa que cada Universidad establece sus propios criterios para seleccionar al personal, valorando unas facetas más que otras. En Universidades muy departamentalizadas este proceso lo realizan estos propios departamentos habiendo, por lo tanto, dentro de un mismo campus distintos baremos. El oscurantismo de estas medidas favorece la contratación ‘a dedo’ como ya denunciara la web Tinta Roja sobre la selección en la Universidad Carlos III de Madrid a principios de mayo. También obliga a los candidatos a una especialización extrema dirigiendo su CV a los centros donde desean trabajar y cerrándoles muchas puertas al no poder optar a trabajar en otros por haber dirigido su carrera profesional a unos determinados criterios.

Finalmente hay que destacar las trabas que existen actualmente. Con la Ley de Estabilidad en la mano las Universidades no pueden contratar personal fijo más que para cubrir vacantes. Esto significa una gran precariedad e inestabilidad para quienes optan a estos puestos. La reducción de presupuesto en la gran mayoría de las Universidades también conlleva una reducción del número de puestos y de calidad salarial y laboral de los mismos.

Una salida, podría ser, introducirse en el ámbito universitario mediante becas de doctorado u otros estudios para ir ascendiendo poco a poco. La realidad es que esta vía tampoco es sencilla: actualmente el número de becas es cada vez menor y en muy pocos casos se consigue posteriormente una contratación. Además, los salarios de hambre de estas becas y la imposibilidad de compaginar con otros trabajos (pues exigen dedicación laboral y académica) obligan a estos jóvenes a seguir dependiendo de las rentas familiares para poder trabajar en ello, pues en muchos casos el salario no llega ni para cubrir las necesidades más básicas.

Por todo ello trabajar como PDI (Personal Docente y de Investigación) o lo que es lo mismo, profesor, en las Universidades es otra puerta que se cierra a la juventud obrera y de extracción popular. El cambio de la lógica en las Universidades, hacia una lógica empresarial hace que los criterios de selección sean cada día más exigentes y las condiciones laborales para los ‘estamentos’ más bajos de esta pirámide peores, lo que implica que sólo quien pueda costearse una buena formación y mantenerse muchos años con el sueldo de sus padres puede trabajar en la Universidad.

Ana Escauriaza del Pueyo

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