La salida de la Unión Europea y del euro. Es este lema y propuesta por todos conocida con la que el PCPE se ha presentado a las últimas elecciones europeas. Su claridad es rotunda. Y este hecho es, quizás, la primera característica a destacar de un mensaje y un discurso político.
Nuestro mensaje es sin ambages: proponemos la salida inmediata de la Unión Europea.
Naturalmente esta propuesta choca, y eso es obvio, no sólo con las propuestas de los partidos de la derecha y la socialdemocracia europeístas, que defienden la Unión y su potenciación, sino que choca, asimismo, con las posiciones ambiguas, vergonzantes, eclécticas, que sobre la Unión Europea hacen la organizaciones de izquierdas, las que están a la izquierda del PSOE.
Nosotros y nosotras partimos del intento de aclarar qué es la Unión Europea, qué papel juega actualmente en el proceso de crisis, y, por tanto, hacemos el esfuerzo de desmitificar a la Unión Europea y a Europa como elemento al que va asociado la idea de progreso, democracia, desarrollo y libertades.
Partimos del hecho, precisamente, de lo contrario, es decir, que la Unión Europea es la negación de la misma idea de Europa, como proceso de construcción histórica, a partir de la lucha por conseguir y consolidar conquistas del movimiento obrero y negamos, con rotundidad, que la Unión Europea sea sinónimo y expresión de progreso y democracia. Decimos justamente lo contrario, es la expresión de un proceso de ofensiva, de guerra social entre la oligarquía financiera y el gran capital contra el conjunto de los sectores populares y la clase obrera.
Y este proceso de guerra social no es producto únicamente de la crisis, no comienza con la misma, sino que forma parte consustancial de la propia naturaleza de la UE desde su origen. Por definirlo de manera sucinta: la UE es la institucionalización de las políticas que atentan contra las conquistas obreras conseguidas por el movimiento obrero y popular después de la Segunda Guerra Mundial, donde el capital tuvo que hacer frente a unas concesiones hacia dicho movimiento para asegurar el proceso de acumulación de capital en el periodo postbélico, en una tesitura donde se decidía conceder determinados derechos y conquistas a cambio de no perderlo todo por parte de la burguesía europea.
Siguiendo con este planteamiento cabe preguntar: ¿es compatible la Unión Europea y su instrumento monetario, el euro, con la democracia social?
Aquí bastaría para comenzar a mostrar el panorama social, la radiografía, de Europa en términos de cifras sociales:
En 2013, casi 27 millones de niños y niñas en Europa estaban en riesgo de pobreza o exclusión social (en los Estados miembros de la UE 28 más Islandia, Noruega y Suiza). En los Estados miembros de la UE 28, el 28% del total de la población menor de 18 años se encontraba en riesgo de pobreza o exclusión social, el 20,8 % de los niños y las niñas vivían en hogares con ingresos disponibles por debajo del 60% de la mediana nacional, el 9% vivía en hogares con muy baja intensidad laboral y el 11,8% en hogares con privaciones materiales. En España, el 33,8% de los niños y niñas viven en riesgo de pobreza o exclusión social y el 29,9% viven bajo el umbral de la pobreza relativa.
En Europa hay 20 millones de parados y paradas. 81 millones de personas en situación de pobreza severa, y 118 millones en riesgo severo de caer en la misma.
En cuanto a la cohesión social entre sus miembros, un dato revelador: el 20% de la población más rica de Europa gana 5 veces más que el 20% de la población europea más pobre.
Como vemos, las cifras hablan por sí misma para evidenciar y cuestionar la compatibilidad del proyecto europeo con la “democracia social”.
Otro dato en la franja histórica que va desde 1978 a 2013: los salarios en Europa han pasado de suponer el 67% del producto al 51% del mismo. Es decir, se ha menguado paulatinamente de manera sistemática la parte de la tarta social que corresponde a los salarios, de tal manera que la pérdida supone una media de 800 euros al mes de poder adquisitivo en los últimos años.
Este es el panorama real de la Unión Europea.
Pero a partir de aquí, queremos, desde el PCPE, introducir un debate que para nosotras nos parece fundamental a la hora de definir a la UE. El debate de que dicha guerra social que arrasa hoy las conquistas sociales, democráticas y laborales en Europa no es producto únicamente de la crisis, no es el resultado de una crisis inesperada y repentina que viene a cortar un desarrollo lineal y progresivo de Europa, sino, muy al contrario, esta guerra social tiene que ver: primero, con las leyes inexorables de la acumulación capitalista y, segundo, con que la UE es el producto de dichas leyes y además es el instrumento operativo de la oligarquía europea para provocar un cambio tendencial en el proceso de lucha de clases, a través del cual el capital financiero internacional, hegemonizado por EEUU, implementa las políticas necesarias para revertir el proceso de nivelación relativa del escenario social europeo después de la Segunda Guerra Mundial y realizar las políticas de ajustes que garanticen el incremento de plusvalías.
Estas políticas de ajustes tienen su origen no recientemente, no con el estallido de la crisis, aunque obviamente, con la crisis se aceleran, sino que tienen su origen en la génesis del proceso de construcción de la propia UE. Está en su ADN, es consustancial a la propia naturaleza política y social de la UE.
Para dejar claro y evidenciar esto, hay que remontarse al origen de la UE y al porqué de dicho origen. ¿Por qué se crea la UE?
Como todos sabemos, la UE tiene su origen en torno a 1951 cuando se constituye la comunidad del carbón y el acero, donde varias empresas y holding europeos, así como gobiernos, acuerdan unas bases comunes de distribución y tarifas aduaneras en torno a este sector, luego el proceso se extiende a partir de 1953 con la suscripción del Tratado de Roma. En cualquier caso, no creo que se trate de enumerar todos los pasos dados hasta conformar la UE (esa información está a la mano de todo el que le interese de manera rápida y sencilla), como explicar el contexto histórico a través del cual se inicia ese proceso de construcción de la UE, dentro del proceso de concentración de capitales que se da en Europa.
El origen, por tanto, de la UE se sitúa en el panorama europeo tras la Segunda Guerra Mundial, un escenario de enormes pérdidas de vidas humanas y de recursos e infraestructuras económicas que hacen necesaria una política de reconstrucción de Europa. Y esa reconstrucción se realiza de una determinada manera: en la parte occidental de Europa, la presencia militar de EE.UU. coloca a ésta en condiciones para imponer sus intereses y necesidades y aparece el Plan Marshall.
A través de este plan de reconstrucción, EE.UU. invierte miles de millones de dólares en la reconstrucción económica de Europa, y lo hace en función de los intereses de la oligarquía yanqui, que intenta crear en Europa un mercado unificado que facilite el proceso de ganancia para dicho capital. Primer dato, el mercado unido de Europa se hace bajo la hegemonía del capital estadounidense, de tal manera que será la OTAN la que gestione de forma directa, en los primeros años, los fondos del Plan Marshall.
Por tanto, hay que partir de la premisa expuesta, el desarrollo europeo, el proceso de construcción de Europa parte de las condiciones de ruina y matanza causadas por la Segunda Guerra Mundial. Parte ésta, a su vez, del intento de reparto colonial efectuado por las potencias imperialistas a principio del siglo XX, y que traerá una enorme pérdida de recursos humanos, económicos y tecnológicos. Esta situación crea las condiciones para un desarrollo intensivo y extensivo de las fuerzas productivas. Un desarrollo que en las primeras etapas no choca con las condiciones de apropiación privada de toda esa ganancia social acumulada.
Sobre estas bases, se puede asegurar un desarrollo europeo más o menos rápido, tranquilo y armonioso. Construido sobre el pacto social con sectores de la aristocracia obrera en Europa y los aparatos sindicales plenamente integrados ideológicamente en la cohesión burguesa. Son los años de paz social en Europa, de la elevación del consumo de masas, de la integración política de la dirigencia obrera en las instituciones burguesas. Son los años de la cohabitación social, de los comités de empresas, de los repartos populares de acciones, de las empresas integradoras, del toyotismo laboral. Del estado de bienestar, en definitiva.
Europa se convierte en un supuesto modelo de desarrollo armónico, y pacífico del capitalismo social. De la negación de la revolución, de la consolidación de las reformas en el movimiento obrero. La aparición del eurocomunismo como expresión ideológica de la integración burguesa de la clase obrera en el sistema. Son los años de la paz y el pacto social.
Pero el capitalismo sometido a sus leyes, a sus contradicciones, a sus crisis de sobreproducción, no puede eludirlas y en el panorama económico mundial hace su presencia la crisis de los años setenta, expresada como crisis del petróleo.
Las grandes potencias imperialistas, con EE.UU. a la cabeza deben hacer frente a la creciente pérdida de valor del dólar con respecto a la paridad con el patrón oro. El sistema que tras la Segunda Guerra Mundial había implantado EE.UU. a través de su instrumento internacional, el FMI, y que le permitió una posición hegemónica con la posesión del 70% de las reservas de oro mundiales, sufría una crisis aguda y profunda. Las potencias imperialistas deciden desvincular al dólar como divisa internacional de la convertibilidad en oro. El dólar se convierte en divisa prácticamente única en el tráfico monetario internacional, y no tendrá sustentación en ningún componente material. Se inicia la etapa especulativa y ficticia del imperialismo, como fase histórica.
Así las cosas se necesita urgentemente iniciar un nuevo periodo histórico que responda a los intereses de la acumulación ampliada de capital en esas condiciones, y dicho marco histórico debe pasar, inexorablemente, por acabar con las conquistas obreras y democráticas consolidadas en los años de desarrollo expansivo del capitalismo europeo. Se entra en una nueva relación de la lucha de clases, y el nuevo escenario traerá a la arena política dos protagonistas fundamentales como representación de dicho periodo: Margaret Thatcher en Gran Bretaña en 1979, y Reagan, en EE.UU. a partir de enero de 1981. Se inicia el periodo mal llamado del neoliberalismo. Un marco ideológico que responde a la política dictada por el FMI, esto es, reajuste económico y abaratamiento de la mano de obra.
Ese proceso se abre en Europa, como carta de naturaleza, en 1986 con el Acta Única que da forma a la UE y la integración de varios países, entre ellos España, a la Unión.
Alexei Dorta