Manifestación por la sanidad pública en Santiago de Compostela

Este pasado domingo 18 de febrero se celebraron los comicios a la Xunta de Galicia, en los cuales salió vencedor, como de costumbre, el Partido Popular, que recibió 700 491 votos, es decir, el 47.36 %. Alfonso Rueda apenas desmejora los resultados de su predecesor, Alberto Núñez Feijóo, que en 2020 había alcanzado el 47.96 %. Frente a este Partido Popular ayudado por las monjas del Asilo de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados, que se mantiene con 40 escaños, de los 38 necesarios para la mayoría absoluta, se sitúa el Bloque Nacionalista Galego, que ha sido un motivo de resaca para la pequeña burguesía galega debido a sus altas espectativas de llegar a gobernar como principal fuerza. Eso sí, los de Pontón consiguieron los mejores resultados electorales de su historia gracias, seguramente, a su capacidad para arrastrar una buena parte del voto obrero y popular que veía una esperanza en el cambio de Gobierno. Si tenemos en cuenta que la Confederación de Empresarios de Galicia considera amigable la mayoría de sus propuestas, es posible que estemos ante la nueva alternativa del capital en Galiza cuando su clase obrera y sus sectores populares decidan organizarse para dejar de aguantar los abusos de la extrema derecha.

De hecho, no es casualidad que el PSOE no levante cabeza desde el bipartito. El proyecto de la socialdemocracia española convence cada vez menos y la pequeña burguesía galega se ha ido decantando cada vez más hacia el BNG. El PSOE ha sacado, esta vez, 9 tristes escaños (5 menos que en 2020) y tan solo el 14.04 % de los votos. No obstante, el mejor ejemplo de intrascendencia lo encarnan Sumar Galicia y Podemos‑Alianza Verde, que ni siquiera fueron capaces de acordar una sigla unitaria para concurrir juntos a los comicios. Esta decadencia es un ejemplo más de una dinámica del reformismo que desde el PCPE llevamos tiempo analizando: el progresivo acercamiento de sus partidos (PCE-IU-Podemos-Unidas Podemos-Sumar) hacia el PSOE con el objetivo de destruir toda la capacidad organizativa de la clase obrera que pudiere acercarla a la toma del poder.

En otro orden de cosas, cabe mencionar que Vox, a diferencia de otros territorios del Estado, sigue desaparecido. Es el único partido que mantuvo toda su propaganda electoral en español, lo que concuerda con su línea de desprecio hacia todo lo que puediera recordarles a Galiza como una nación, con sus símbolos, costumbres y rasgos culturales propios. La sorpresa de este año, sin embargo, nos la ha dado Democracia Ourensana, que con solo el 1.03 % de los votos se ha hecho con un escaño. La formación liderada por el populista Gonzalo Pérez Jácome es un partido atrapalotodo con tendencias mafiosas, autoritarias y, en definitiva, al menos, ultraderechistas.

En conclusión, las elecciones a la Xunta de Galicia enfrentaron a las dos facciones de la burguesía: por un lado, la burguesía española más reaccionaria y chovinista, nucleada en torno al PP; y, por otro, la pequeña burguesía galega nucleada en torno al BNG. Se va constatando cada vez más que el proyecto de la pequeña burguesía galega no cuenta con la estatal. Merece mención en este punto la cantidad de votos nulos (13 955) y de abstenciones (725 229), que atestiguan el escaso seguimiento del proceso. Desde el PCPE tenemos claro que la única alternativa posible al modelo de dominación capitalista es la República Socialista de carácter Confederal, que respete la autodeterminación de los pueblos y emane de la lucha obrera y popular. De las elecciones burguesas la clase obrera no puede sacar beneficio.

Gabi

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