Llegamos al 8 de marzo de 2024, jornada en que conmemoramos el Día Internacional de la Mujer Trabajadora en un contexto en que las condiciones de vida de la clase trabajadora empeoran día a día y las mujeres trabajadoras ven cómo se agravan sus ya difíciles y precarias condiciones materiales de vida, golpeadas crisis tras crisis y guerra tras guerra.

Las multitudinarias manifestaciones unitarias de los últimos años han ido perdiendo fuerza como consecuencia de la fragmentación política general y del Movimiento Feminista en particular, y aunque el movimiento sigue teniendo mucha fuerza, la ola reaccionaria, con los medios de propaganda a la cabeza, cuestionan la desigualdad de género, incluso desde posiciones autodenominadas revolucionarias, surge el cuestionamiento y consideran que esta lucha no merece la misma atención que otras. Como si las luchas contra todas las opresiones no formaran parte de la lucha general contra el capitalismo.

El lema que adoptamos este 8M viene con una intención muy clara: reivindicarnos como comunistas y feministas en un momento del movimiento comunista en el que hay discursos que rechazan el feminismo por considerar que divide a la clase obrera. Lo que verdaderamente divide a la clase obrera es olvidarnos de la doble opresión de la mujer trabajadora, de todas las opresiones que atraviesan esta sociedad, de la brecha salarial, del trabajo reproductivo no remunerado, de la violencia machista, de la precariedad del trabajo de cuidados, de pensiones que no alcanzan,etc... Es una traición a nuestra clase borrar la fecha que consiguió declarar, precisamente, un movimiento de mujeres comunistas.

Declararnos comunistas y feministas no es tan solo práctico, sino teórico. Como materialistas sabemos que existe una superestructura patriarcal, en estrecho vínculo con la propiedad privada. Negar esto no es sino cinismo y oportunismo.

Y sí, la contradicción principal es la de capital-trabajo, pero la de género no es reducible a las contradicciones secundarias (generacional, xenófoba, etc.), la contradicción de género, en cuanto supone opresión, es transversal a las clases sociales y tiene un carácter específico, integrar las mismas con el conflicto del movimiento obrero con el capital puede llevar a hacer hegemónicas las posiciones de un cambio de sociedad, no sólo una parcelita de la sociedad. Ciertamente en una sociedad dividida en clases el feminismo siempre estará dividido y conjugará las reivindicaciones de género con los intereses de la clase social a la que se pertenece, como feministas de clase defendemos que la lucha de las mujeres no sólo obedece a la relación de éstas con el sistema económico, no es sólo una cuestión de clase, no está únicamente vinculada a la explotación laboral y salarial, la lucha de las mujeres es también una lucha contra las desigualdades por razón de género, tanto en los ámbitos públicos como privados, por razón del predominio y subordinación histórica de la mujer al hombre.

Tenemos claro que es el feminismo de clase el único que emancipará a la mujer trabajadora, ya que plantea la relación existente entre la lucha contra el capitalismo y contra el patriarcado, partiendo del análisis de sus relaciones y condicionamientos mutuo, analizando el papel que las mujeres juegan en la reproducción de la clase obrera, en la esfera de la producción y reproducción, ambas constitutivas del concepto mujer en el capitalismo, donde la división sexual del trabajo impone la doble explotación y opresión de las mujeres trabajadoras y de las capas populares.

Sabemos que el movimiento feminista tiene potencial transformador y que el capitalismo actúa comercializando y desactivandolo, individualiza la situación de las mujeres, dejando como única respuesta el empoderamiento individual, esa es la solución que la mujer burguesa quiere, poder ascender igual que los hombres de su clase social. El feminismo, no está exento de la lucha de ideas, de la lucha de clases, y no puede dejar de ser expresión más o menos consciente de determinados intereses de clases. Sería una derrota dejar de reivindicar esta fecha como nuestra, y dejar al capitalismo que celebre la explotación de las mujeres burguesas sobre las mujeres de extracción obrera y popular, precisamente en una fecha cuya hegemonía en el siglo pasado fue del movimiento comunista, aunque la historiografía burguesa diga otra cosa y se apropie de la historia para tergiversarla y hacernos desmemoriadas.

Quienes nos precedieron en la lucha no abandonaron la batalla contra las posiciones pequeño burguesas y siempre disputaron los espacios políticos para lograr la hegemonía entre la clase. Confrontaron desde sus propias posiciones y postulados ideológicos. Si las primeras elaboraciones que colocaron la problemática de la mujer en relación con la producción social fueron hechas desde el marxismo, si las propuestas y elaboraciones surgieron de la contienda política con otros grupos y principalmente con los postulados burgueses, si no obstante no todo está escrito y fruto del desarrollo capitalista y la incorporación de la fuerza de trabajo femenina a la producción, las formas sociales también cambian ¿Cómo renunciar a seguir dando respuestas y propuestas en función de los análisis concretos de la realidad concreta, como si ya no fuera posible retomar y avanzar debates? Si Kollontai en su disputa con el feminismo burgués de la época directamente lo hubiera descalificado precisamente por burgués y no hubiera confrontado, si hubiera desistido de esa lucha teórico-práctica, además de ser una diletante hubiera hecho un flaco favor a la causa de la clase obrera y muy especialmente a la causa de su parte más desfavorecida y oprimida. Sin embargo, afortunadamente no lo hizo. Como miles y miles de mujeres y por eso históricamente las mujeres obreras se identificaron mucho más con su clase, tenían más conciencia de vivir una situación de clase explotada, que una conciencia de injusticia de sexos. Pero también lucharon por sus reivindicaciones de género y vencieron las resistencias en el seno de las propias organizaciones obreras. La condición social prevalecía sobre la característica del sexo en las organizaciones obreras, pero no las excluían ni las desdeñaban, las integraron de las más diversas maneras.

La lucha de las mujeres no sólo obedece a la relación de las mujeres con el sistema económico, no es sólo una cuestión de clase, no está únicamente vinculada a la explotación laboral y salarial, la lucha de las mujeres es una lucha contra las desigualdades por razón de género, en el ámbito familiar y privado, por razón del predominio del hombre sobre la mujer, por razón de la subordinación histórica de la mujer con respecto al hombre en función de la divisón “natural” del trabajo por razón de sexo. Ese es un sólido eslabón de la sociedad capitalista y, en la construcción de la nueva sociedad, hay que hacer añicos todos los pilares materiales e ideológicos que la sustentan. Entender esa opresión especifica que sufrimos las mujeres del pueblo trabajador para nuestros compañeros de clase social les puede resultar tan antipatica como a los patronos las reivindicaciones de los trabajadores.

Ser comunista y feminista es la única y cabal manera de acabar con todas las opresiones que vivimos las mujeres trabajadoras. Nos corresponde a la militancia comunista de la JCPE y del PCPE huir de posiciones izquierdistas y retóricas manifiestamente reaccionarias, y mantener una posición apegada a la lucha en los frentes, en la calle y en la lucha feminista y profundizar en el análisis del papel del patriarcado en el capitalismo y su superación en la construccion del socialismo.

Por ello este 8 de marzo reivindicamos lo que construimos todos los días y decimos bien alto: PORQUE SOMOS COMUNISTAS, SOMOS FEMINISTAS.

Secretaria Feminista PCPE

Secretaria JCPE

 

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