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Editorial Marzo 2024

Más allá del recurrente aforismo martiano de que “la mejor forma de decir, es hacer”, o la irrenunciable guía de la dialéctica materialista, recogida en las “Tesis sobre Feuerbach” de que “es en la práctica donde el hombre tiene que demostrar la verdad”, hay un hecho irrefutable en este momento histórico, y es que la realidad impone con urgencia la coherencia entre el análisis y la acción.

No solo se agota el límite ético de las contradicciones, sino que también lo hace su soporte material. El narcótico reparto de ganancias, que lleva décadas recibiendo la aristocracia obrera y buena parte de los sectores populares del centro imperialista, se agota a cuenta de la crisis general del capitalismo. Ya no hay migajas para repartir y estamos abocados a políticas de austeridad crecientes, como consecuencia del inicio del pago de la deuda acumulada, en estos años de entrega indisimulada de dinero público a los monopolios y la reactivación del seguimiento por la Comisión Europea de las políticas fiscales y presupuestarias por países (los hombres de negro).

En consecuencia, ya no es solo la contradicción inasumible, entre la legitimación práctica/diaria del Imperialismo y la condena verbal/formal del genocidio palestino, como práctica que le permite lavarse la conciencia a una buena parte de la sociedad occidental. Es mucho más, y es el propósito de las líneas de este Editorial situarlas, junto a una propuesta concreta de acción, orientada a posicionar progresivamente, a cada vez más amplios destacamentos del movimiento obrero y popular hacia análisis y posiciones revolucionarias.

  1. Lamentarse por las víctimas de Gaza, a la vez que se condena como terroristas las acciones de la Resistencia y se reconoce la legitimidad de un Estado sionista que colonice una parte de Palestina mediante la propuesta de la existencia de dos estados, es inadmisible. Es necesario marcar como referencias programáticas y organizativas de la lucha antiimperialista de solidaridad con Palestina: la ruptura de relaciones diplomáticas y comerciales con Israel, además del fin de cualquier venta de equipos militares; exigencia de un Estado palestino del Río al Mar; apoyo a todas las formas de lucha de la Resistencia. Cualquier otra posición, que trate de nadar en la equidistancia o el relativismo de los derechos nacionales del pueblo palestino, es cómplice del genocidio

Exactamente lo mismo ocurre con relación a la guerra imperialista, la OTAN, las bases militares y los bloqueos y sanciones impuestos por los EE.UU. y sus aliados a las naciones soberanas que se resisten a su dominación.

Desde esta posición programática de radical combate antiimperialista, solo cabe ir forjando estructuras unitarias de base, que progresivamente se constituyan como referencia inequívoca del internacionalismo y la lucha por la paz. No hay otra opción, cuando el grado de la contradicción es tan agudo.

El margen de complacencia con posiciones conciliadoras, tan propias del reformismo, es inversamente proporcional al grado de violencia desarrollado por el Imperialismo.

No olvidemos que, como siempre recuerda la heroica combatiente palestina Leyla Khaled en sus intervenciones púbicas, “hierro solo se rompe con hierro”.

  1. La evidencia del límite histórico del Capitalismo/Imperialismo ya es incuestionable a los ojos de cualquier análisis crítico de la realidad. Más allá de la confirmación científica del derrumbe del sistema capitalista por efecto de la ley de la acumulación, las contradicciones que genera son el único impedimento para enfrentar exitosamente todas las lacras que golpean a la Humanidad y situarla en un nivel civilizatorio superior. Destrucción del nicho ecológico, guerras, hambre, muerte por enfermedades curables, paro, migraciones forzosas, racismo, exclusión social, cierre de fronteras, consumismo, explotación sexual, drogadicción, aculturización, quiebra de modelos comunitarios… son solo algunas de las consecuencias prácticas de un sistema decadente que ya no tiene nada positivo que ofrecer y que, en defensa del único objetivo de mantener su dominación y los beneficios del gran capital, se encuentra en guerra abierta con el futuro de la Humanidad y la Vida.

Frente a este grado de decadencia y descomposición incuestionable que, de forma creciente, golpea globalmente a los sectores más vulnerables del pueblo trabajador, a las diversas organizaciones y destacamentos de la clase obrera, ya no nos cabe mirar a otro lado o equivocarnos en el diagnóstico, sin riesgo de convertirnos en cómplices activos y necesarios de todo lo que sucede.

El objetivo es el poder obrero y el Socialismo; la tarea dar los pasos políticos, organizativos e ideológicos que avancen hacia ello, ganando una creciente capacidad de dirección política de masas orientada a este propósito.

Cuando el desarrollo de la lucha de clases ha dado un salto cualitativo porque el combate antiimperialista se ha situado en el centro de la realidad política, brindando unos ejemplos de compromiso y sacrificio parejos a los episodios más heroicos que la lucha de los pueblos ha ofrecido a lo largo de la Historia, no ejercer el papel de vanguardia y confundir a las masas con falsas esperanzas de un “gestión diferente del sistema” o “otro mundo posible” sin hacer cambios estructurales, es posicionarse con los responsables de tanta barbarie y destrucción.

En la lucha antiimperialista que forma parte de la lucha de clases, pero también en todos los espacios de confrontación de clases en contra de la explotación y cualquier expresión de opresión social, la realidad exige un cambio cualitativo en cuanto a la radicalidad de los posicionamientos con los que enfrentar el combate político.

Es necesario avanzar hacia escenarios inasumibles por el Poder y los diversos agentes políticos y sociales que lo gestionan, haciendo de toda reivindicación un problema político para el Estado.

Contra el pacto social y las políticas de conciliación de clases en el ámbito de la lucha obrera, pero también enfrentando los recortes sociales, de las prestaciones del Sistema Público de Pensiones, combatiendo la violencia de género y la doble esclavitud de las mujeres trabajadoras, en la exigencia del derecho a la vivienda, en contra de la destrucción del territorio y el medio ambiente, en defensa de la cultura popular, de los derechos de la juventud trabajadora… es necesario dar un paso más en cuanto al nivel de organización de masas y la intervención práctica de los destacamentos más conscientes del pueblo trabajador en ellos, destacando el compromiso en esta tarea de la militancia comunista.

¿Estamos en ello? ¿Somos conscientes de la responsabilidad histórica que nos incumbe? Estas son las preguntas que ninguna de las organizaciones revolucionarias puede dejar de hacerse para evaluar la realidad de su existencia como herramienta al servicio de la transformación revolucionaria de la sociedad.

A fin de sacar las conclusiones más fecundas para nuestro qué-hacer político diario, en el PCPE no abandonamos nunca ese plano de rendición de cuentas en todos los ámbitos de intervención y a todos los niveles de la estructura partidaria.

Sirva este Editorial como un llamamiento al conjunto de organizaciones y destacamentos comunistas para enfrentar conjuntamente este reto imprescindible.

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