Culparán a la escalada regional del “conflicto” en Gaza. Dirán que el transporte se ha encarecido por las dificultades de tránsito por el Mar Rojo, que la cadena de suministros está rota, que China ha puesto el freno de mano a la economía, que la tensión con Taiwán repercute en el comercio mundial, que a pesar de todo, no se ha podido contener la inflación como debía, que los tipos de interés están lastrando la inversión…

La realidad es que todo eso está pasando y las dificultades para que el ciclo de reproducción ampliada del capital siga el curso esperado, se incrementan. Sin embargo, todas estas cuestiones, que nos presentan como las causas, en realidad, son algunas de las consecuencias.

La recesión (crisis) se abre paso a través de Europa. No es algo que afecte solo a esta economía regional. Es algo mundial, aunque amortiguada por factores exógenos al propio proceso de producción capitalista. Hace ya mucho que es así, que la interconexión de las relaciones de producción en el ámbito internacional, no ofrecen otra posibilidad. Todavía sigue vigente aquella frase de “cuando Estados Unidos estornuda el mundo se resfría” que se acuñó con la Gran Depresión del 29. Todavía más en estos tiempos en los que la Unión Europea ha asumido un papel de sumisión a los intereses del bloque imperialista comandado por EE.UU.

La crisis es estructural del propio capitalismo, y por lo tanto, afecta a la totalidad de países que se aferran a esta formación social. Lógicamente, en mayor o menor medida, según tengan estructuras más débiles o menos, con menor o mayor capacidad de generación de plusvalor, que no de apropiación del mismo, correspondientes al capitalismo central o periférico..., se exacerba y manifiesta primero o con posterioridad.

En este sentido, Europa, por su alta dependencia energética y de materias primas, se condenó a morir cuando rehusó los suministros rusos por vía directa, encareciendo la sangre que dio viabilidad a continuar el desarrollo económico del milagro alemán y fue motor del resto de Europa. A cambio, camina hacia su reconversión en campo de batalla para confrontar con Rusia en un Frente Europeo, que la OTAN prepara, como salida al callejón que el colapso capitalista nos depara.

El Banco Mundial prevé un crecimiento mundial para 2024 de solo el 2,4 %, el más bajo desde la pandemia. En Europa, la industria alemana se ha paralizado durante este 2023, y por lo tanto, el resto de su economía. La totalidad de la Eurozona dejó el año con estancamiento y 2024 no parece que vaya a mejorar las previsiones, sino todo lo contrario. La Comisión Europea y el Banco Central Europeo rebajan sus previsiones de crecimiento.

Las esperanzas de mejora son vacuas. Todas las miras están puestas en revertir los datos de la inflación, sin entender que la contención vendrá de la mano de la desinversión y la caída del consumo. A menor demanda, bajarán los precios, cumpliendo así con los objetivos. De hecho, los actuales precios del diésel, son fruto, principalmente del descenso de la demanda, lo que escenifica la crisis en la que ya estamos instalados.

Por otro lado, la “fe” en que los  fondos de recuperación Next Generation generen un empuje sigue, a pesar de la evidencia de su fracaso, en liza. Quizá porque en realidad, el negocio consista en mantener la ficción al máximo, posibilitando así, continuar la transferencia de riqueza de la clase trabajadora a los monopolios en un proceso de expolio a los pueblos de Europa, a sabiendas que no supondrá la apertura de un nuevo periodo de acumulación, que ni está,  ni se le espera.

Kike Parra

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