Se revalida el gobierno de coalición socialdemócrata del capital para desmovilizar a la clase obrera.

Decir que se ha conformado nuevo Gobierno en España es, en lo concreto, lo mismo que afirmar que el capital garantiza continuar incrementando su tasa de ganancia, que todo se mantiene atado y bien atado. En la ruleta del sistema la banca siempre gana y, la reedición de este nuevo Gobierno de la socialdemocracia, no supone avance alguno para los intereses de la clase trabajadora. Cabe recordar cómo, en la anterior legislatura, la alianza PSOE-UP y sus palmeros del Congreso repartieron a dos manos. Con la mano izquierda a base de falaces medidas para contentar a sus acólitos y anestesiar la respuesta popular, mientras que con mano la derecha favorecieron las políticas de la privatización, entregaron armas a los serviles al imperio y mantuvieron, cuando no incrementaron, los niveles de pobreza y precariedad del pueblo trabajador. Por si esta herencia no fuese suficiente, la nueva etapa redefinida en PSOE-Sumar comienza su andadura aún con mayores pies de barro, su soporte en la derecha nacionalista y el escenario tras la ruptura entre Sumar y Podemos lo avoca a una inconsistencia que sella su propia sentencia de muerte.

Pero, ¿quiénes son los elementos que componen este nuevo Gobierno? Llamemos a las cosas por su nombre, no se trata de un equipo de meras marionetas al servicio del bloque oligárquico-burgués, quienes lo integran son parte activa y decisiva del sistema, elementos que actúan afianzando los intereses del capital y que ejercen avalados por sus turbias trayectorias. Se podría analizar a cada uno de las ministras y ministros, al presidente, pero situar apenas algunos de sus nombres servirá como ejemplo para escenificar que, con el nuevo Gobierno, “algo se mueve pero nada cambia”, tal y como expresó el Comité Ejecutivo del PCPE en su reciente comunicado al respecto.

Al frente del Ministerio de la Guerra —perdón, de Defensa—, se sitúa Margarita Robles, adalid del nacionalismo español. Su trayectoria pasa por haber asumido altas responsabilidades en las últimas y oscuras etapas de los Gobiernos de Felipe González, concretamente en los campos de justicia y de interior, llegando a asumir la secretaría de Estado de Interior en los momentos en los que la corrupción institucional y política alcanzaba sus más altos parámetros. Las cloacas apestaban a Filesa, al caso Marey, a espionajes, al señor X… mientras que esta señora gestionaba para taparlo y enterrarlo todo en cal viva. En su amplia trayectoria siguió sumando méritos hasta que en 2018 se convirtió en ministra de Defensa. Podríamos redactar un completo dosier relatando las gestas del Ministerio desde entonces, pero será suficiente con nombrar, a modo de muestra, el afianzamiento de los compromisos españoles como miembro de la OTAN, o el apoyo político y material al Gobierno fascista ucraniano en su opresión contra el pueblo del Dombás, o el envío de la fragata Méndez Núñez y el buque Patiño a aguas del Mediterraneo central, como apoyo de facto a la guerra imperialista del Estado sionista israelí contra Palestina.

Otra joya de la Corona es el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, proveniente también del ámbito de la judicatura y de quien, en su trayectoria como como juez, cabe destacar la criminalización de la lucha abertzale —prohibiciones, sanciones, encarcelamientos, etc.—, o el archivo del caso y la exoneración de responsabilidad al Ministerio de Defensa en la causa por el accidente del Yak-42 en Turquía, donde murieron sesenta y dos militares —actuación que se vio revocada posteriormente por la Sección Cuarta de la Sala de lo Penal—, o la apertura de juicio oral a diversos artistas gráficos acusándolos de delitos por injurias a la Corona. Estos son solo algunos ejemplos relevantes sobre las actuaciones de este individuo, pero se podrían señalar más, muchos más.

El ministro de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación, José Manuel Albares, no solo cuelga en su solapa ocho grandes cruces y medallas obtenidas en su trayectoria como servil diplomático —una de ellas concedida por Ucrania en 2022…—, también ostenta el título de haber sido el ministro que entregó el pueblo Saharaui a manos de Marruecos, asumiendo con ello la propuesta de autonomía defendida por Rabat. Ningún otro Gobierno español se atrevió, desde la muerte del dictador Franco, a negar la realidad de la lucha del Sáhara Occidental hasta el punto de alinearse, sin medias tintas, con Mohamed VI y la dominación marroquí.

Ahora bien, hay un nicho de votantes de izquierdas que cree que, con la participación de Sumar, este Gobierno tenderá hacia políticas favorables al interés popular. Pues bien, esto habría que consultarlo con Sira Rego, ministra de Juventud e Infancia, quien durante los doce años durante los que perteneció al equipo de Gobierno del Ayuntamiento de Rivas-Vaciamadrid, favoreció la externalización de infinidad de competencias municipales, colocando en manos privadas servicios sociales, deportivos, medioambientales y culturales, entre otros. O con Mónica García, ministra de Sanidad, que en su primer discurso en el cargo ya dejó claro su respeto por el negocio privado dentro de la sanidad, afirmando que apoyaría la pública pero sin tan siquiera mencionar nada respecto a la derogación de las leyes y normativas que vienen favoreciendo su desmantelamiento. Es decir, seguiremos inyectando recursos a la privada, desde ahí el resto de su discurso podría ser borrado.

Como señalábamos antes, hay argumentos para esgrimir sobre todos y cada uno de los miembros de este nuevo Gobierno, pero con lo ya mencionado queda esbozado un claro análisis de los entresijos de Moncloa. No, no es un Gobierno progresista, no van a trabajar para mejorar las condiciones de vida del pueblo trabajador, la mayoría parlamentaria que lo sustenta es la mayoría que actualmente necesita el sistema para mantenerse, para subsistir en momentos complejos para el capitalismo, pútrido y agonizante. No hay la menor duda, cuando se precise remover la baraja pondrán sobre las mesas nuevas cartas, naipes de otro palo pero con los mismos reyes, sotas y bastos.

Javier Martorell

uyl_logo40a.png