En estos momentos en el que vivimos un genocidio televisado del pueblo palestino, el que la llamada “comunidad internacional” no ha querido poner fin, dado que siempre representa los intereses de los agresores, por tanto del imperialismo, se nos presenta por parte de los medios una imagen de las mujeres palestinas solo como víctimas o madres, esposas o hijas de victimas.

Pero desde Leila Khaled a Ahed Tamini han pasado generaciones de mujeres palestinas cuya lucha es inspiración y un ejemplo para quienes soñamos con un mundo mejor. Una lucha que tiene sus raíces en las primeras organizaciones en 1920, hasta la participación directa en la lucha armada en el campo durante el Gran Levantamiento de la década de 1930, las mujeres palestinas llegarán a la tragedia de Nakba interviniendo en el espacio público a la vanguardia, junto a los hombres, tanto en la resistencia anticolonial contra la dominación británica, como en la oposición a la colonización israelí.

En la diáspora posterior a 1948, con la creación de la OLP, ya se crea la estructura femenina y en 1965 se funda la Unión General de Mujeres Palestinas. Su participación será fundamental, culminando en un papel activo en la militancia armada durante la década de 1960, y en los años setenta crean los Comités de Trabajo de la Mujer, una joven generación radical de activistas, que destacará la necesidad de poner la lucha feminista y de clase al lado de la lucha de liberación nacional.

En la Primera Intifada nacieron los Comités de la Mujer dentro de los Comités Populares de la Intifada, participando tanto en acciones y manifestaciones directas, como en la organización de la economía doméstica y la vida comunitaria, aportando a la autoorganización en el conflicto y el boicot al sistema de ocupación. Ollas comunes, clínicas y escuelas autogestionadas por iniciativa de las mujeres, mientras que los partidos, sindicatos y organizaciones estructuradas ven la aparición de grupos de mujeres que exigen su derecho a hablar. «No puede haber liberación nacional sin la liberación de las mujeres del patriarcado», será la elaboración teórica central de esta fase histórica.

Las palestinas construirán un liderazgo en el espacio privado, ante la fragmentación de toda una comunidad y el intento de deshumanización por parte del poder colonial, las casas son un sitio político en el que las mujeres asumirán el papel unificador de guardianas de la identidad y de la memoria colectiva, para transmitirla a las nuevas generaciones. Reconstruir la intimidad familiar, aliviar el sufrimiento causado por la colonización, hacer del hogar un lugar no expuesto constantemente a la violencia, son formas reales de resistencia con las mujeres como protagonistas. Frente al intento de aniquilación, el trabajo de cuidados es un gesto político subversivo.

Han desafiado el colonialismo israelí y su aparato represivo-militar, pero también el sistema patriarcal con un enfoque radical y revolucionario, las mujeres palestinas son resistentes a una triple opresión: principalmente, la generada por la ocupación israelí pero, también, por la causada por el patriarcado y también a la opresión generada por la mirada occidental que las reduce al plano doméstico, negando su papel histórico. Las mujeres palestinas militan en la resistencia y en la rebelión, en la construcción de su sociedad, promueven y protegen el patrimonio cultural de su pueblo, desafían el toque de queda, el bloqueo y las balas. Organizan y prestan servicios de alimentación, educación y salud en aldeas y campos de refugiados, construyen casas para huérfanos y huérfanas. Ellas conducen el boicot a la entidad sionista. Organizan concentraciones y marchas para exigir la liberación de sus familiares y amigas de las cárceles israelíes. Salen a las calles en protesta por la brutalidad de la ocupación militar israelí y del bloqueo; resisten al ocupante y se niegan a permanecer en silencio. Son eje de la resistencia y transmisoras de la tradición combativa de su pueblo.

Las cifras de asesinadas y asesinados en esta fase del conflicto, no paran de crecer hasta ahora 14.000 personas, junto a los niños y niñas, las mujeres suponen la mitad de las personas asesinadas bajo los bombardeos israelíes, y eso sin contar las que aún están bajo los escombros. Las Naciones Unidas hablan de más de 2.000 mujeres las que se han quedado viudas y más de 5.000 niños y niñas que se han quedado sin madres. Pese al sufrimiento de sus vidas y la política de tierra quemada del sionismo, que las quiere exterminar para que su pueblo no se reproduzca, los datos de muertes y acoso avalan el genocidio y la limpieza étnica, ellas continúan firmes a pesar de las opresiones.

Las mujeres palestinas no merecen conmiseración sino justicia y respeto a su larga estirpe de luchadoras, merecen solidaridad internacionalista y derecho a su soberanía para construir una patria libre llena de mujeres libres.

Tatiana Delgado Plasencia

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