Occidente pretende dibujar como simétrico un conflicto en el que la parte invasora tiene el apoyo militar unánime de la OTAN.

Los palestinos son feos, eso quieren que creamos los medios hegemónicos. Las fotos que nos ponen son de personas de tez cobriza, casi todas las imágenes de gente mostrando dolor, pero sentadas sobre bultos, entre escombros, apiladas, sin afeitar, sin peinarse, sin bañarse. Medio incivilizados estos palestinos, quieren que pensemos.

Sus muertos aparecen cubiertos de telas, no les vemos los rostros, ni la sangre. En cambio, cuando se trata de los israelitas es otra cosa. Con caras de dolor, pero peinados, limpios, en entornos asépticos, con piel mucho más blanca estos israelitas. Incluso veo la foto en close up de una mujer que nos dice que está secuestrada por Hamás. Joven, rubia, de ojos azules, con un piercing plateado en la nariz, labios gruesos sugerentes y pintados, tez tersa. Casi perfecta, de acuerdo con el canon occidental.

Que conste que no es el peor medio hegemónico. Se atreve a decirnos, en un mar de noticias sesgadas a favor del invasor, ocupante por décadas, y genocida, alguna que otra noticia sobre que sus acciones causan muertes de civiles e inocentes. En tal caso, la idea que se avanza es equiparar al ocupante con los ocupados. Dibujar como simétrico un conflicto en el que la parte invasora tiene el apoyo militar unánime de la OTAN.

Se estima que han muerto 4 200 personas; los palestinos el doble de los israelitas. La aviación sionista sigue bombardeando la Franja de Gaza, a la que ha reducido a escombros. Se considera que el lugar tiene la mayor densidad de población del mundo. Me viene a la mente Guernica, Lídice. Pero dice la embajadora de Israel en Londres, Tzipi Hotovely, que no hay una crisis humanitaria en la Franja de Gaza, solo una operación militar.

Pero tampoco desesperemos. El mismo medio hegemónico nos anuncia, casi para compensarnos de tanto horror con nombre y apellido, cuáles son los lugares más «suaves» del planeta. Esos barrios más «divertidos, interesantes, en moda». ¡Qué sabroso es todo en esos barrios! También hay fotos de esos lugares de gente linda pasándola «rico», para que todos las veamos.

Hay medios peores. El más popular de derecha en los EE. UU. nos pone en primera plana la imagen de un líder de Hamás con un titular que dice «hombre muerto caminando». La frase viene, históricamente, de cómo se anunciaba, en la prisión, el paseo del reo condenado a muerte hacia la sala de ejecución.

El titular también parece un anuncio, como el del carro, pero esta vez nos anuncia un asesinato por venir, una crónica de una muerte anunciada, sin juicio, sin pruebas, sin presunción de inocencia. Algo al estilo de «se busca, vivo o muerto», pero en este caso, solo muerto.

En Chicago, un hombre de 71 años asesinó a puñaladas a un niño palestino de seis años.

Setenta y un años debería ser una edad venerable, seis años debería ser una edad sagrada. El hombre también apuñaló a la madre. El asesino, arrendador del apartamento de las víctimas, discutió con la madre sobre el conflicto, y consideró saldar la discusión dándole 26 puñaladas al niño. Un alienado, sin duda, pero ¿cuál fue el ambiente de odio enfermizo que le desató la furia asesina? Acaso fue excitado viendo en la televisión, horas tras horas, en monotonía constante, cómo los culpables son los palestinos, esos cobrizos, sin afeitar, sin peinarse, sin bañarse, esos potenciales terroristas. ¿No es acaso ese mensaje el de la embajadora israelita en el Reino Unido, cuando nos dice, implícitamente, que todos los muertos en Gaza son objetivos militares?

Un oficial israelí llamó a que no se permita entrar agua en Gaza, eso sería una muestra de debilidad según el personaje. En Gaza viven cerca de dos millones de personas. Un veterano yanqui, en un análisis sobre qué debe hacer el ejército israelita, nos ilumina con que, por cada civil muerto, se harán militantes diez palestinos. Habla de un escenario hipotético en el que las tropas invasoras asesinen a 150 civiles «por accidente, puesto que ya sabemos que Hamás no tiene respeto por las vidas inocentes». O sea, nos vende la idea de que, de los cerca de 3 000 muertos por los bombardeos genocidas de los ocupantes, solo 150 son civiles; y han sido asesinados «por accidente»; en todo caso, por culpa de los palestinos.

Un frente de grupos estudiantiles de solidaridad con Palestina, de la Universidad de Harvard, ha escrito una carta llamando al cese de la agresión israelí a Palestina. Pobres estudiantes, les cayó la furia del establishment. Desde la publicación de la carta, el acoso no ha cesado. Alguien consideró útil que un auto recorriera el campus universitario con bocinas acusando a los muchachos de apoyar terroristas, y con fotos de los firmantes de la carta, para que todos supieran quiénes son. Si mañana otro enajenado decide apuñalar a uno de los firmantes, la culpa recaerá sobre el asesino, pero poco se dirá de los instigadores.

Las autoridades de la universidad se han pronunciado en contra de este acoso automovilístico, pero también de la carta. Veremos, el dinero manda, no lo olvidemos. Hay otras formas de suprimir cualquier disidencia. Grandes donantes a dicha universidad, es decir, millonarios que aportan millones en contribuciones a la universidad de élite están anunciando que dejarán de apoyar al centro por su posición blandengue contra grupos propalestinos.

En la feria del libro de Frankfurt, la más grande del mundo, suspenden la presentación de un libro de una escritora palestina, Adania Shibili. El libro narra sucesos reales, cuando en 1949 un grupo de militares israelíes violó y asesinó a una niña palestina. Dicen los organizadores que el horno no está para pastelitos… ¿palestinos?

La rueda sigue girando.

Ernesto Estévez Rams

OM: Granma

uyl_logo40a.png