Que la clase obrera necesita, con urgencia, alcanzar un grado de unidad que le permita enfrentar el ataque de la patronal con garantía de éxito no es un secreto, y no solo para garantizar los derechos, insuficientes sin duda, que ya tenemos, sino para conquistar nuevos derechos y, en última instancia, derrotar a la burguesía y sustituir su viejo y sangriento sistema por otro nuevo, un sistema socialista-comunista.

Naturalmente, la burguesía no va a permitir sin más que el proletariado alcance esa necesaria unidad y, para ello, va a invertir enormes cantidades, tanto económicas como de esfuerzo, en fragmentar, dividir y atomizar cualquier movimiento reivindicativo de las obreras y obreros. Va a hacer, la burguesía, todo lo posible para que su sepulturero, el proletariado, no adquiera conciencia de clase, para que permanezca adormecido bajo los efectos de su ideología, que tiene su base en el individualismo más feroz: “homo homini lupus” (”el hombre es un lobo para el hombre”, frase utilizada por el filósofo inglés del siglo XVII, Thomas Hobbes, considerado como uno de los fundadores de la filosofía política moderna).

Con estos cimientos de considerar el ser humano como un ser individualista, egocéntrico y violento por naturaleza, la burguesía ha construido todo un entramado ideológico que justifica y posibilita la existencia de su sistema de producción basado, como no, en la explotación de una gran parte de la población por otra parte, menos numerosa, pero propietaria de los medios de producción.

Pues bien, del mismo modo que la burguesía emergente se dotó desde el principio de su existencia como clase social de una ideología que le permitió sobreponerse a la antigua ideología feudal y, luego, imponerla, ya como clase dominante, al resto de las clases sociales, el proletariado, como clase, va desarrollando los elementos ideológicos que le permiten enfrentar, en el marco de la lucha de clases, a la ideología burguesa.

Uno de estos elementos ideológicos que pertenece genuinamente al proletariado es la solidaridad, que, sobrepasando el entorno personal, se manifiesta como solidaridad de clase.

Esta solidaridad de clase se manifiesta sobre todo dentro del movimiento obrero. Es en este marco, el del trabajo, donde las contradicciones de clase son más patentes, donde este sentimiento solidario se muestra en toda su magnitud. Muchas lectoras y lectores de estas páginas nos dirán que, actualmente, la clase obrera está fraccionada, adormecida por décadas de traición de falsos líderes y embrutecida por la labor de los medios de propaganda del sistema. Y no les falta razón. Pero, a pesar de todo el enorme poder de embrutecimiento de masas que tiene la burguesía, cuando las luchas emergen a la superficie, cuando la clase obrera de un lugar u otro se rebela y lucha por derechos, por mejores condiciones laborales y de vida, de forma inmediata y espontánea surge la solidaridad. Surge ese sentimiento de pertenencia a una misma clase y se asume que la lucha que unas obreras y obreros han iniciado en una empresa determinada, en un sector, etc., es la misma lucha que otras u otros están llevando a cabo en otro lugar. Y, así, surgen cajas de resistencia, movilizaciones de apoyo, sentimientos de camaradería con los que luchan y, en algunos casos, la lucha se propaga y se extiende por distintos lugares del Estado. Tal es el caso de las luchas del metal en Cádiz, en Vigo, en Llodio, donde obreras y obreros, que han mantenido heroicas y exitosas huelgas, han acudido en apoyo de otras compañeras y compañeros, aunque estuviesen a casi mil kilómetros de distancia.

Esta solidaridad, lejos de ser un tema puramente “sentimental”, como les pueda parecer a alguno, las y los comunistas debemos entenderla como un elemento ideológico de primer orden. Para lograr la tan necesaria unidad de acción en la que ahora se está trabajando, es necesario deshacerse de los prejuicios burgueses y enfrentarse a la tarea con un renovado sentimiento de solidaridad de clase, desarrollándola y organizándola en todos los planos de nuestra vida. La solidaridad, en palabras de Alejandra Kollontai, es el cimiento, la base de la sociedad comunista.

F.J. Ferrer

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