Qué tremenda tomadura de pelo el asunto de los podemitas y su ilusoria alternativa política a la izquierda del PSOE. Estos oportunistas empedernidos no pregonaron nunca el “fin de la historia”, como en su día la pronosticó el maquiavélico politólogo al servicio del imperio yanqui Francis Fukuyama. Los podemitas desde el principio fueron más taimados e insidiosos. Ellos no ponían en duda la marcha imparable de la Historia. Lo que el mediatizado Movimiento 15M (15 de mayo de 2011) defendía con tesón y cinismo inusitados, a menos que yo me lie con tanta posmodernidad y otras zarandajas, era que desde la desaparición de la URSS el combate revolucionario de los/as comunistas por el socialismo había periclitado. ¡Kaput, finito! Lo que predomina ahora – decían más contentos que unas pascuas - era “asaltar los cielos” y acabar con “la casta” que gestiona el capitalismo en beneficio de unos pocos, pero despacito y con calma. Así, insinuaban los tunantes, en un “capitalismo humano” (¿?) conseguiremos “avanzar en derechos para la ciudadanía”. Y el personal, que con el apoyo inestimable de los medios de comunicación burgueses llenó calles y plazas: jóvenes y menos jóvenes, trabajadores/as y estudiantes, hombres y mujeres del corrupto reino borbónico, etc., se lo creyó a pies juntillas. Y el tinglado funcionó al fin, pues el 7 de enero de 2020 se formó el Segundo Gobierno de Pedro Sánchez, esta vez entre el PSOE y Unidas Podemos. Nacía así, afirmó el Ejecutivo a boca llena, “el Gobierno más de izquierdas desde la II República”. Los asaltantes de cielos iban a demostrar a partir de entonces qué era la cuadratura del círculo: una sarta de mentiras y cuentos para quien quisiera creerlos. Los podemitas y Cía. han conseguido durante su estancia en el poder burgués lo que el capitalismo y el imperialismo yanqui han querido concederles. Migajas, eso sí, cacareadas a bombo y platillo. A cambio se han tragado sapos como castillos: la implicación española en el conflicto armado entre la OTAN y Rusia por Ucrania interpuesta; la prórroga del convenio de las bases militares yanquis de Rota y Morón; el asesinato impune de más 70 inmigrantes subsaharianos en la valla de Melilla; la renuncia cobarde de España respecto al derecho a la autodeterminación del Sáhara Occidental; la exención del pago del IBI para todas las confesiones religiosas; la pérdida constante del poder adquisitivo de activos y jubilados, etc.
La opción revolucionaria
Ahora, con unas elecciones anticipadas para el próximo 23 de julio y con los podemitas mordiendo el suelo desconsoladamente, otro invento electoral a la desesperada, SUMAR, promovido por el propio Estado y financiado vaya usted a saber por quién, intenta no pagar los platos rotos por ellos mismos y seguir ocupando el espacio político a la izquierda del PSOE. ¿Para qué?, según palabras de la inefable y pizpireta Yolanda Díaz, para seguir “sembrando ilusiones entre la gente alegre”. ¡Olé! En realidad, para seguir gestionando con sus colegas sociatas el sistema capitalista intentando hacer creer lo contrario. Lo que finalmente se traduce en que los ricos son cada vez más ricos y los pobres más, y cada vez más pobres. Y “la ciudadanía” sin coscarse todavía. La suerte para esta cuadrilla de engañaobreros es que, por múltiples y complejas razones históricas que ahora no vienen al caso, la opción revolucionaria - y con ello no descubro nada - está aún por desarrollarse ampliamente en el seno de la clase obrera y otras capas populares. Pero que nadie lo dude, esa es la única alternativa real y científica que asaltará definitivamente los cielos y acabará con tanta explotación y engaño.
José L. Quirante