En las afueras de Asunción (Paraguay), hay un barrio obrero que lleva el nombre de la mujer a la que hoy nos referimos, Carmen Soler. Y cada calle de este barrio lleva el nombre de uno de sus poemas. Ejercicio de memoria histórica para esta militante comunista que vivió gran parte de su vida exiliada y volviendo de forma clandestina a su país Paraguay.

Carmen nace en el seno de una familia con un alto compromiso social, militantes del Partido Febrerista, del cual comenzaría a formar parte desde su adolescencia, dentro del ala radical marxista “Bloque Liberación”.

Sin embargo, sería a los 18 años, cuando se traslada a Chaco y comienza a tener mayor relación con obreros e indígenas como maestra rural, cuando conecta profundamente con la injusticia social, lo que sería determinante para su andadura política y como poeta, pues esta temática pasa a ser principal fuente de inspiración para sus poemas.

En 1946 Carmen comienza a participar en la fundación de la Unión Democrática de Mujeres (UDM) y en 1947, tras la derrota del levantamiento contra el régimen de Higinio Morínigo, lucha por la libertad de los presos políticos, pero finalmente debe trasladarse a Argentina huyendo de la represión y persecución en su país.

En 1954 vuelve a Paraguay y pasa a formar parte de las filas del Partido Comunista Paraguayo, sufriendo su primer arresto en 1955 por recoger firmas para el movimiento contra la bomba atómica. En 1957 vuelve al exilio en Argentina donde continúa su actividad política.

Además de su trabajo político, Carmen siempre fue abanderada de la cultura. Gran parte de su vida la dedicó a charlas y conferencias sobre literatura, además de expresarse también a través de las artes plásticas. En una carta a una compañera de este mundo artístico Carmen se refería así al carácter de sus obras: “Nuestro tiempo no es el tiempo de la puntilla y el rococó, sino el del alambre de púa. Y yo quiero arte para este tiempo nuestro. Forzosamente tiene que ser un arte erizado. Nuestra obra tiene que sacudir, movilizar, obligar a pensar, hacer sentir…” Pues entendió siempre las  diferentes artes que practicaba como otras formas de expresión de la injusticia y opresión de las que era testigo.

En 1960 es arrestada de nuevo y finalmente desterrada a Argentina donde continuará luchando contra el régimen fascista que asolaba su país y por la libertad de los presos políticos.

Y así se sucede la vida de esta militante y artista. Siempre en tránsito entre Argentina, Paraguay, Suecia o la Unión Soviética. Presente allá donde la lucha la requería, viviendo momentos dramáticos como la desaparición de su hermano, también militante comunista, y de otros muchos camaradas.

Carmen Soler falleció en 1985 en el exilio, pero dejó un legado tan hermoso como duro en sus poemas que relatan la crudeza de la opresión y cuya lectura recomendamos encarecidamente.

Inés

 

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