Autoría de la ilustración: Edurne Batanero- Artaldea

El 7 de abril es el día de la salud mental. Desde la JCPE realizamos un trabajo teórico sobre esto, que empezamos a sacar comenzando por un fanzine y charlas.

La dinámica del modo de producción capitalista está en su fase superior y más descarnada. Es el resultado de unas relaciones de producción que encierran tensiones cada vez más profundas y complejas, creando las formas actuales de sufrimiento psicológico en la juventud de extracción obrera y popular.

La salud mental es un fenómeno explicado en el contexto social y va desarrollándose fuera del ámbito biomédico, para ser un concepto biopsicosocial. Asimismo, existe un “malestar generacional” difícil de caracterizar, pero que tiene expresiones en términos culturales, sociales y políticas.

La salud no es solo ausencia de enfermedad, si no el mejor estar en el entorno, la calidad de vida es el bienestar completo.

El concepto de calidad de vida es claramente político. Primero, por el uso que hace el sistema de este concepto a través de la cultura, sistema de valores, expectativas, etc., para cerrar el círculo del control sobre nuestras vidas, y, segundo, porque pone el foco de la salud también en las percepciones que de forma individual tenemos sobre nosotras y nosotros, y ese foco nos permite y anima a movilizarnos. Tenemos claro que llegar a la calidad de vida en este sistema es imposible para la gran mayoría de la población, por lo que su búsqueda debe darse con una destrucción del capitalismo y comenzar el camino al socialismo.

Debemos romper la dicotomía de salud-productividad, porque es causa de afecciones de salud mental y de exclusión social de las personas que el sistema capitalista considera no productivas.

Solo les importa nuestra salud en el horario laboral o educativo, el resto del tiempo nos quieren cansados, o con doble jornada en el caso de las mujeres, sin espacio para poder movilizarnos.

Todas las generaciones tienen puntos comunes fruto de los ciclos del modo de producción capitalista y sus crisis, junto a los cambios producidos por la entrada de las nuevas tecnologías y su efecto en el modelo relacional, el consumo de información, imágenes, cultura, etc., sin asimilación. La nuestra ha vivido una deriva incontrolable hacia la individualidad, la pérdida de la comunidad y su desvalorización. Esto también afecta a una creencia generalizada del determinismo socio-económico, que lleva al desprecio de la acción colectiva y la comunidad.

Frente a su competitividad e individualismo, la JCPE sigue apostando por tejer redes entre nuestra clase.

Con esto no nos referimos a acudir a espacios de militancia para hacer amistad, sino a tejer redes de clase que nos saquen de la individualidad y la capacidad de movilizarnos por el común. Esta vinculación tiene una doble vertiente en la salud mental: ayudar en la propia, y visibilizar y hacer más posible la vida en este sistema mientras luchamos contra él.

La COVID-19 ha cambiado por completo la forma en que nos relacionamos, afectando no solo nuestra salud física, sino también nuestra salud mental y profundizando la miserable situación laboral que vivimos la juventud de todo el mundo. En la juventud el efecto se ha confirmado con los siguientes datos:

En 2020 se registró un récord en el registro de suicidios, convirtiéndose en la segunda causa de muerte en el Estado español para personas de entre 15 y 29 años.

Entre 2019 y 2021 se han duplicado las demandas de consulta con especialistas en salud mental.

Han aumentado los factores de riesgo (la situación económica, el desempleo, la pérdida de ingresos o la incertidumbre sobre el futuro), y, por tanto, los trastornos mentales, la depresión, la ansiedad, el insomnio, etc., y empeoraron los trastornos mentales graves debido a las barreras de atención.

Por tanto, es una realidad que la lucha por la salud mental es también una lucha política en la que la JCPE debe participar para garantizar los derechos de la juventud de extracción obrera y popular en este ámbito.

Las difíciles condiciones de vida del conjunto de la clase obrera y, en concreto, la situación de la juventud que describimos en este trabajo: individualismo, ocio consumista irracional, imposibilidad de independizarse dignamente, privatización y carestía de los servicios, falta de empleo o único acceso a empleo precario, y dificultades para encontrar salidas dignas a esta realidad de penurias asfixiante, generan una alarmante ansiedad y dañan la salud mental de la juventud. Las generaciones más jóvenes sentimos que nuestras vidas no significan nada en este sistema depredador que tiene su razón de ser en la opresión y la explotación.

Como militantes comunistas, soportamos las mismas adversidades que el resto de nuestra clase. Consideramos, por esto, que la implicación y la militancia en organizaciones que combaten al sistema capitalista son espacios de solidaridad, identificación con objetivos comunes y ajenos, diálogo, escucha, trabajo colectivo, compañerismo y apoyo recíproco. Sobre esto tomamos conciencia de la propia existencia: salir del aislamiento del individualismo y romper con conductas egoístas, integrar la lucha en nuestra actividad cotidiana y orientar nuestros esfuerzos en la construcción de una sociedad libre de explotación.

Edurne Batanero

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