El “pacto social” consiste básicamente en un acuerdo entre distintas fuerzas sociales -representadas por los sindicatos y las organizaciones patronales respectivamente- con el consenso o mediación y correspondiente visto bueno del gobierno, con el objetivo de estabilizar la economía capitalista a corto y medio plazo, tratando de cohonestar los intereses de la clase obrera con los intereses de la patronal, como si tal cosa fuese en realidad posible.
Este “pacto social” nos es vendido por parte de sindicatos y partidos políticos reformistas, revisionistas y oportunistas de todo pelaje, como la única vía que tiene el proletariado, o por lo menos la mejor, para situar sus reivindicaciones ya sean salariales, sociales, etc., limitando el escenario de lucha al meramente institucional, traspasando el poder decisorio de las asambleas de trabajadores y trabajadoras a las mesas de negociación donde los acuerdos se toman de espaldas a ellas y donde continuamente se producen recortes y pérdidas de derechos para miles de trabajadores y trabajadoras.
Pero si escarbamos un poco en ese “idílico pacto social”, nos encontramos que de los sindicatos, solo están legitimados frente a la patronal, aquellos, mal llamados mayoritarios, CCOO y UGT, que se arrogan la facultad de representar al conjunto de la clase obrera.
Se supone que esto es así porque son los que tienen mayor número de trabajadoras y trabajadores afiliados. Si caemos en la cuenta de que de los más de veinte millones de trabajadores/as que hoy día hay en el estado español sólo está afiliado a algún sindicato un 13,7% del total, contando CCOO con unos 934.000 y UGT con unos 983.000 afiliados, difícilmente se puede aceptar esa pretendida legitimación para representar al conjunto de la clase obrera en el estado español. Aún así, estas organizaciones sindicales cuentan con el visto bueno de la patronal debido a su política colaboracionista, entreguista y absolutamente alejada de la lucha de clases.
En cuanto al gobierno, que tutela y arbitra en este escenario de “pacto social”, sabemos que solo representa y gestiona los intereses de la clase dominante, es decir, de la burguesía.
Así las cosas, no resulta difícil de comprender la situación de derrota momentánea que hoy día sufre la clase obrera y demás sectores populares en el estado español en la defensa de sus intereses, pues sus supuestos representantes abandonaron hace tiempo las vías y herramientas que sí le son útiles a la clase obrera para defender sus intereses.
La clase obrera no comparte, en absoluto, intereses con la burguesía, con la patronal. Todo lo contrario, los intereses de la clase obrera y de la burguesía son antagónicos e imposibles de armonizar sin perjuicio de los intereses de alguna de ellas. Por tanto, es de vital importancia para la clase obrera combatir esa perversión del “pacto social”, acabar con él y recuperar sus herramientas de lucha, como las asambleas y la huelga general, para poder revertir la actual correlación de fuerzas, tornándola a su favor. La clase obrera necesita urgentemente recuperar su independencia ideológica, saliendo del cenagal donde la quieren mantener aquellos que se han vendido a la burguesía a cambio de algunos privilegios.
La actual huelga general que se vive en Francia, donde la clase obrera prácticamente en su totalidad se ha lanzado a combatir el plan del gobierno francés de prolongar la edad de jubilación, o las huelgas que han llegado a paralizar Reino Unido, pueden servirnos de referencia de cómo, alejándose de cualquier forma de colaboración con la patronal (burguesía) la clase obrera recupera el escenario de la lucha de clases como vía para reivindicar sus derechos con garantías de victoria y de avance.
No nos queda otra. O acabamos con la fórmula del “pacto social” y recuperamos nuestra independencia como clase y nuestras genuinas formas de lucha a través de las asambleas de trabajadores y trabajadoras, de la huelga, etc., o la patronal, con la ayuda de sus lacayos, nos derrota.
F.J. Ferrer