Iniciándose el año celebramos la liberación de Ana Belén Montes, presa por más de dos décadas en una prisión militar de EE.UU. Su delito, obedecer su conciencia y ayudar a Cuba a defenderse de las injerencias norteamericanas, su castigo un duro y cruel régimen carcelario que incluyó aislamiento y falta de atención médica para quebrantar su salud. Como una idea lleva a otra, al indagar sobre prisioneras y prisioneros políticos del imperialismo, encontré que eran tantos que resulta imposible nombrarles en este artículo. Sólo de Palestina 4.750 presos políticos, 820 sin cargos ni juicio en ese limbo de arbitrariedad conocido como detención administrativa. A riesgo de omisiones flagrantes, una breve pero significativa relación:

Ahmad Sa’adat, condenado a 30 años en una prisión sionista desde 2008 después de haber sido secuestrado en 2006 de la prisión de Jericó, dependiente de la Autoridad Palestina, bajo vigilancia de guardias estadounidenses, canadienses y británicos (algunos de estos fueron los carceleros de prisioneros republicanos irlandeses). Su acusación, liderar una organización prohibida (el FPLP), defender el derecho a la tierra palestina y ser  un símbolo palestino, árabe e internacional de resistencia al capitalismo, el racismo, el apartheid y la colonización.

Georges Ibrahim Abdallah, preso político de la, para nada, civilizada Europa, encarcelado en Francia desde hace más de 38 años a pesar de que debería  haber sido liberado en 1999.

Ilich Ramírez Sánchez, conocido como Carlos, militante de la causa palestina, secuestrado en 1994 y trasladado a  penales franceses donde ahí sigue tras ser condenado a cadena perpetua.

 Nasser Abu Hmaid, preso de la resistencia palestina muerto por negligencia médica, suerte idéntica que puede correr el prisionero político palestino  Walid Daqqa.

Ricardo Palmera “Simón Trinidad”, economista y profesor universitario, miembro de la Unión Patriótica y exjefe insurgente de las FARC, capturado en Ecuador y extraditado a EE.UU. en 2004 ha sido sometido a dos juicios farsa basados en montajes y fabricación de acusaciones. Cumple una larga y vengativa condena de 60 años en la prisión Florence SuperMax, un centro de máxima seguridad.

Julian Assange,  tras 7 años encerrado en la Embajada de Ecuador en Londres, en un minúsculo apartamento sin luz solar ni aire fresco, el 11 de abril de 2019 fue detenido y encarcelado en la Guantánamo británica, la cárcel de máxima seguridad de Belmarsh. Su delito, publicar información veraz que acredita la comisión de crímenes de guerra, 18 cargos con una potencial pena de 175 años de cárcel en aplicación de la Ley de Espionaje de 1917 de Estados Unidos.

Pablo González, periodista independiente hispano-ruso que lleva cerca de un año preso en Polonia, sin derecho a realizar llamadas telefónicas, con las comunicaciones escritas filtradas, 23 horas de encierro solitario en una celda sin luz natural. Acusado de espía, en condiciones deplorables y, además, sin conocer las ‘pruebas irrefutables’ en su contra, privándole del derecho a defenderse. Esas son las leyes de la “democrática” Unión Europea. Estamos en guerra y él es una víctima, por la que el gobierno más progresista de la historia en este país no mueve ni un dedo.

Los modernos campos de concentración se denominan cárceles, cuyo régimen es arbitrario y sus condiciones deliberadamente penosas. Pensados para destruir a las personas, cosificarlas, enfermarlas, matarlas, hacerlas renunciar a cuanto ideal defendieran, quebrantar su resistencia, invisibilizarlas y, los imperialistas que no dan puntada sin hilo, de paso con estos ejemplarizantes castigos sembrar la desmovilización, ahogar la protesta y la rebeldía de los pueblos.

Encerrados en legales e inhumanos centros de exterminio nuestra obligación revolucionaria es exigir y luchar por la libertad de todas y todos los presos del imperialismo.

María Luna

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