En EE. UU. más de mil personas mueren cada año víctimas de las balas de la Policía. Foto: Betech

En un país signado, desde su nacimiento, por la cultura de la violencia, en el cual es noticia diaria la muerte de personas baleadas en escuelas, centros comerciales, o estaciones de servicio, el racismo y la intolerancia se unen para convertir a quienes deberían ser custodios de la seguridad pública, en un gran riesgo para la gente.

«La brutalidad policial es una de las violaciones de los derechos humanos más graves y sistemáticas en Estados Unidos», escribió en Twitter el miembro del Buró Político del Partido Comunista de Cuba y ministro de Relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez Parrilla, en razón de la muerte de Tyre Nichols, a manos de las fuerzas del orden estadounidenses.

Nichols, de 29 años, fue víctima, el 7 de enero, de un arresto policial violento, y como consecuencia falleció tres días después.

El Canciller cubano recordó también el caso de George Floyd, fallecido debido a la saña policial e hizo referencia a las cifras alarmantes de personas, más de mil, que mueren cada año víctimas de balas de la Policía.

En EE. UU. las armas de fuego provocaron más de un millón de muertes en las últimas tres décadas.

Para que se tenga un estimado de la situación, en lo que va de año se reportan más de 40 tiroteos masivos, de acuerdo con el rastreador en línea Gun Violence Archive.

Cada jornada, más de 110 estadounidenses son asesinados con armas de fuego, y más de 200 resultan heridos.

Con mucho menos derechos que sus abuelos, en una sociedad alienada en la que prima la inseguridad y cualquiera puede tener un arma, los estadounidenses ven desvanecerse, día a día, «el sueño americano».

 


Publicado el 2 de febrero en www.granma.cu/

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