Menuda jeta se le puso el otro día a la ministra de defensa, María Margarita Robles, durante la rueda de prensa que dio en Odesa (Ucrania) al lado de su homólogo ucraniano, un tal Réznikov. Sí, con la cabeza sobresaliendo apenas unos veinte centímetros del borde de la mesa, tenía el careto de los malos días: el rictus más tieso que la piel de un conejo secada al sol, los ojos saltones como los de un búho mosqueado y el morrillo resueltamente retador. Decía en aquel momento la castrense señora, agitando airadamente las manos, que lo que tenía que quedar más claro que el agua, a propósito de las “cartas” y los “paquetes bombas” enviados al presidente del Gobierno español y a las embajadas de algunos países pertenecientes a la OTAN (Estados Unidos al frente), es que “ninguno de estos envíos, ni ninguna otra actuación violenta, va a cambiar el compromiso claro y firme de España con los países de la OTAN y de la Unión Europea de apoyar a Ucrania, porque Ucrania está defendiendo una causa justa”. Deduciéndose que, si se trata de una “causa justa”, la ministra de la guerra del gobierno “más a la izquierda de la historia de España”, estará donde haga falta para defenderla, cueste lo que cueste. Y tiene mucha razón María Margarita. ¡Claro que sí! Sin embargo, el problema en el caso del conflicto ucraniano radica en saber si se trata realmente de una “causa justa”, como sentencia la buena señora sin titubear, o si más bien es una guerra imperialista con Ucrania interpuesta, e inscrito en una crisis global del decrépito capitalismo.

Solo unos ejemplos

Sea como sea, ministra, me va a permitir citarle algunas indiscutibles causas justas, donde -seguro- usted podría ejercer plenamente su vena defensora. Me refiero, por ejemplo, a la condena que 185 países (entre ellos España) hicieron el pasado 3 de noviembre en la Asamblea General de las Naciones Unidas contra el criminal bloqueo económico, comercial y financiero impuesto ilegalmente por Estados Unidos contra Cuba desde hace más de 60 años. Me refiero igualmente a la bárbara invasión de Irak, en 2003, por una despiadada coalición de países encabezados por Estados Unidos (España entre ellos), y que bajo el pretexto falaz de que el país árabe poseía “armas de destrucción masiva” (que jamás hallaron), ocasionó el asesinato de más de un millón de muertos hasta 2014, la mayoría civiles. Me refiero asimismo al genocidio palestino que día tras día es perpetrado por gobiernos sionistas de Israel ante la indiferencia, cuando no la complicidad internacional del mundo capitalista. Y, por supuesto, pienso también en la deuda de España con la Historia al no condenar el golpe de Estado y la Dictadura Franquista como crímenes de guerra y lesa humanidad. Como puede ver, María Margarita, causas suficientemente justas como para que, al igual que en el caso ucraniano, usted las defienda con ahínco y perseverancia. Por ejemplo, respecto al bloqueo a Cuba y al genocidio palestino, profundizando en las relaciones políticas y económicas con la nación antillana y exigiendo la aplicación de las resoluciones de la ONU para la creación de un Estado palestino. En cuanto a Irak y el franquismo, pues que, en el primer caso, pida España, como lo hace para Putin, que George W. Bush, Tony Blair, José Mª Aznar y Durão Barroso (los de la Cumbre de las Azores) sean juzgados por crímenes contra la humanidad en el Tribunal Penal Internacional de La Haya, y que las víctimas del franquismo obtengan por fin verdad, justicia y reparación. Y estos son solo unos ejemplos, María Margarita: así que el trabajo no le faltará.

José L. Quirante

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