Un primer titular de los primeros 100 días de gobierno de Gustavo Petro podría ser que intenta contentar a todos y no contenta a nadie. Pero debe reconocerse que está aplicando su programa político con valentía y sin dejarse amedrentar por los factores del poder en Colombia; dividiendo, neutralizando y cooptando a sus principales rivales, en una especie de “toma y daca” lleno de pragmatismo y visión estratégica.

Personalmente, debo reconocer que estoy positivamente sorprendido por algunas iniciativas y acciones que Petro está realizando en la práctica. Sin dejar de ser un socialdemócrata convencido que pretende modernizar el capitalismo colombiano, sus iniciativas generan contradicciones y rupturas en la oligarquía colombiana y no en el campo popular, lo que demuestra una visión estratégica de maestro de ajedrez.

El conflicto político, social y armado en Colombia tiene una base en la posesión de la tierra, basada en el despojo y en la acumulación improductiva. El frustrado acuerdo de paz con las antiguas FARC-EP tenía como un punto fundamental una reforma agraria integral, y justamente ese punto ha sido el más incumplido por el gobierno de Duque, defensor a ultranza de los intereses de la oligarquía terrateniente y narcotraficante. Petro ha conseguido romper con la oposición de la oligarquía más reaccionaria de Colombia, comprando las tierras necesarias para aplicar la reforma agraria y dar tierras productivas al campesinado pobre. El presidente de la Federación de Ganaderos de Colombia (Fedegan), José Félix Lafaurie, marido de la más visceral ultraderechista uribista de Colombia, María Fernanda Cabal, ha aceptado el plan de compra de tierras de Petro y ha firmado la paz con el Gobierno. Obviamente a cambio de millones de dólares, claro.

Desde nuestra perspectiva, este es un hecho inaceptable: la inmensa mayoría de tierras en manos de la oligarquía terrateniente es fruto del despojo a sangre y fuego, ejercido por el ejército y el narco-paramilitarismo, y la expropiación sería la única medida aceptable. Pero hay que reconocer que, a costa de la riqueza de todos los colombianos, ha firmado una tregua (que no la paz) con la oligarquía, quitándole la base financiera a la ultraderecha y provoca la ruptura de facto de los terratenientes con los narcos.

Esta situación ha provocado que la ultraderecha colombiana haya sido incapaz de articular una oposición fuerte en las calles contra el gobierno “marxista” de Petro.

Por otro lado, su política de “Paz Total”, iniciada con los diálogos de paz con el ELN en Venezuela, la aceptación de las FARC-EP Segunda Marquetalia a la apertura de contactos y la apertura de contactos regionales con decenas de organizaciones armadas de diversa índole; rompe con la doctrina militar del enemigo interno e intenta quitarle el agua a la pecera del narcotráfico.

Por último, una reforma tributaria, dirigida contra la burguesía compradora y parasitaria urbana, que apoya el proyecto de modernización del capitalismo colombiano; los atrapa entre la espada y la pared: no pueden, por ahora, oponerse a Petro y se deben tragar el sapo, a la vez que Petro aplica una política fiscal y salarial que contenta a los sectores sindicales y populares.

Hay un factor, fundamental en la política colombiana, que es la relación con los EEUU. En este sentido Petro no ha pasado de las palabras, pero de una forma muy significativa. En su discurso en la Asamblea General de la ONU lanzó un mensaje a la DEA, la agencia antinarcóticos yankee; en este discurso declaraba que la DEA debía abandonar el país, que la “guerra contra las drogas” era un fracaso, y que la DEA, que actúa como reguladora del negocio, debía dejar de pasearse por el país como si fuera su casa. Si esto se materializa, representará la guerra abierta contra los EEUU.

Deberemos observar cómo evoluciona la política colombiana, pero debemos tener claro que ni Petro es un Chávez, ni es un Lula o un Pepe Mujica. Petro está lanzando un proyecto nacional y patriótico colombiano atendiendo a las particularidades específicas de su país. Sigo dudando de la capacidad de materializarlo contentando a todo el mundo y evitando el enfrentamiento directo, pero por lo menos es digno de observación y de respeto.

Ferran N.

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