Por su interés para el desarrollo y difusión del que ya hoy es el proyecto central para la recuperación de un amplio y unitario  movimiento sociopolítico de masas contra la OTAN y las Bases en el conjunto del estado español, difundimos los PRINCIPIOS POLÍTICOS aprobados en la I Asamblea de la CECOB  (Coordinación Estatal contra la OTAN y las Bases).

En próximas publicaciones se editarán el resto de documentos aprobados en la Asamblea.

Redacción UyL


PRINCIPIOS POLÍTICOS DE LA COORDINACIÓN ESTATAL CONTRA LA OTAN Y LAS BASES (CECOB)

PREÁMBULO

Este documento recoge los criterios y principios políticos e ideológicos que nos identifican. Buscamos el más amplio consenso sin recurrir a lugares comunes, ambigüedades o mutilaciones sobre todo en aquello que consideramos esencial, más aún en un momento de profundas transformaciones que requieren respuestas rigurosas.

En los meses que han precedido a la cumbre de la OTAN 2022 en Madrid, hemos conocido, analizado, debatido y acordado criterios sobre aspectos esenciales de la OTAN, las bases extranjeras y el imperialismo, que están recogidos en la Declaración de la Contracumbre OTAN NO, BASES FUERA celebrada los días 24 y 25 de junio en Madrid. Esta declaración ha sido revisada y completada con los aspectos más relevantes de los documentos y declaraciones de la Cumbre de la OTAN de Madrid 2022.

PRINCIPIOS POLÍTICOS DE LA CECOB

Consideramos que estamos viviendo una profunda crisis del capitalismo, definida por las más altas instituciones de este sistema y por entidades privadas relevantes, como “estructural, sistémica y a largo plazo”, que requiere una reconfiguración del orden mundial vigente. Reconfiguración en la que las estructuras bélicas tienen un papel protagonista, especialmente la OTAN y el sistema mundial de bases militares de los EE.UU., soportes de la alianza imperialista occidental.

Esta crisis está acompañada del declinar de la hegemonía mundial de los EE.UU. Este país se ha organizado y estructurado en torno a ese papel hegemónico, que a sus élites les otorga privilegios inconmensurables y que conforma lo que se conoce como “el modo de vida americano”. Esas élites luchan por recuperar la hegemonía que asegura sus privilegios y lo hacen con todos los medios a su alcance, esencialmente la expansión imperialista y las guerras y agresiones de todo tipo que implican.

No se ha identificado un modelo para la nueva fase hacia la que transitamos, pero las grandes instituciones occidentales, sus consultores privados y la propia OTAN, sí han identificado los problemas más acuciantes y los ejes de acción para abordarlos: Financiarizacion, deuda, relación capital-trabajo, control monetario, de recursos y mercados. Las recetas no son nuevas; minimización del Estado, aumento del poder corporativo, revolución tecnológica, digitalización, control social. Pero sobre todo belicismo, tanto para asegurar, por medio de la violencia en cualquier grado, alcanzar esos objetivos, como para asegurar el control interno. Una situación que refleja el estado actual de la lucha de clases.

Añadamos que la hegemonía perdida no ha afectado al complejo comunicacional y que la atmósfera tóxica de la propaganda aliena conciencias y espíritus de forma semejante a lo que lograron nazis y fascistas.

Estamos en una Guerra Mundo, una guerra en cualquier lugar del planeta, mediante cualquier medio, contra todo aquel país, región, pueblo, grupo o persona, que impida o siquiera dificulte la expansión imperial capitalista. Esta guerra arbitraria, cuyo único fin es asegurar la acumulación, ya está presente en Oriente Próximo, Oriente Medio, Asia Central, Norte de África, Sahel, Yemen, América Latina y Europa. En todos estos escenarios está presente la OTAN y participan las bases militares de los EE.UU.

Las víctimas de este genocidio contra la Humanidad se cuentan por millones y los desplazados ya superan oficialmente los 100 millones.

Este camino se inició en la década de los 90, tras la caída de la URSS. Desaparecida la contención del Pacto de Varsovia, Occidente inició un periodo de expansión sin precedentes, duplicando el número de miembros con países del este europeo, al mismo tiempo que expandía sus alianzas añadiendo cuarenta países asociados en todo el mundo.

Durante ese periodo, la OTAN y las bases estadounidenses mostraron su carácter agresor y un absoluto desprecio por el Derecho Internacional y la Carta de Naciones Unidas en sus acciones en Yugoeslavia, Afganistán, Irak, Libia, Siria y tantos otros lugares.

Tampoco renunciaron a cualquier método de exterminio. El terrorismo, promovido, organizado, financiado y entrenado por la OTAN, la CIA y el MI 6, está acreditado desde la red Gladio en Europa hasta el fundamentalismo islámico takfiri. En las últimas décadas, sus miembros y la propia organización minimizan sus bajas contratando compañías de profesionales militares, mercenarios, y armando y entrenando a paramilitares nazis y fascistas.

Por todo ello podemos afirmar que la OTAN y las bases estadounidenses conforman una organización criminal cuyo fin es perpetuar este sistema y los intereses de las élites que lo dirigen.

La crisis aparecida en otoño de 2018 planteó la necesidad de un nuevo orden internacional que frenara el colapso del sistema imperial. Hacía necesarios cambios en las estructuras que lo sostienen, reordenar sus fuerzas y dotarse de objetivos y procedimientos comunes, todo ello bajo un liderazgo indiscutible, el de EE.UU.

La cumbre de la OTAN 2022 en Madrid ha sido preparada desde 2019. Para organizar esa estrategia se formó el “grupo de reflexión” con el cometido de elaborar un informe en base a la consigna: “Hacer una Alianza mucho más poderosa capaz de enfrentar cualquier amenaza en la próxima década y más allá”. En ese mismo año la Rand Corporation publicó un informe sobre los retos que había que enfrentar y cómo hacerlo. En 2020 el grupo de reflexión entregó su informe denominado: “OTAN2030 Unidos para una nueva era”. El título no era retórico, planteaba las dos cuestiones claves: la unidad y un nuevo orden. En junio de 2021 se celebró la cumbre de la OTAN en Bruselas.

Todos esos eventos son anteriores al conflicto en Ucrania, pero contienen todos los elementos importantes aprobados en la Cumbre, incluidos todos los que se refieren al conflicto ucraniano.

La cumbre de 2022 en Madrid responde a la lógica belicista necesaria en el próximo periodo y su prioridad ha sido agrupar, unir y cohesionar fuerzas bajo el mando de EE.UU. y conseguir que se asumieran los principios y estrategias dictados por esta nación. Esos han sido los ejes estructurantes que han presidido los documentos y las declaraciones de altos responsables de la Cumbre.

La OTAN reconoce que se enfrenta a la crisis más grave desde la II Guerra Mundial y que es necesario reforzarla en todos los ámbitos para responder a “las amenazas de un mundo más peligroso y competitivo” aun cuando el peligro lo creen ellos y la competencia sea un pilar del liberalismo.

Crear amenazas y vender seguridad es otra constante de la Cumbre. Occidente, y especialmente EE.UU., se autoasignan la competencia de establecer qué o quién es una amenaza, lo que les permite construirlas a su antojo: no olvidemos las armas de destrucción masiva en Irak, los ataques químicos en Siria o que Venezuela es una amenaza inusual y permanente para los EE.UU.

Se acepta el concepto OTAN 360º para responder a amenazas a la seguridad procedentes de cualquier lugar, lo que conduce a una organización de seguridad global, competente para actuar en cualquier lugar del mundo.

Asímismo se auto constituye como única y especial referencia para consultas que afecten a la integridad territorial, independencia política y la seguridad de sus miembros. Dado que EE.UU. detenta el mando y el liderazgo indiscutible, será quien determine cuándo un miembro tiene un problema, lo tenga o no. Esto refuerza el carácter disciplinario de la organización.

Su trayectoria expansionista tiene ahora una expresión amable: política de puertas abiertas y su primer paso ha sido la incorporación de Suecia y Finlandia, hasta el momento baluartes antibelicistas.

La organización no solo se expande en cuanto al número de miembros: también lo hace en el ámbito académico público y privado con el Fondo de Investigación de la OTAN.

Así mismo utiliza vectores para construir amenazas que justifiquen agresiones; uno de ellos es el terrorismo, en múltiples ocasiones impulsado por la propia OTAN, algo común en Oriente Próximo y Asia Central, que ahora se amplía al Sahel y al Norte de África.

También se establecen como amenazas-objetivo, la ciberseguridad, la transformación digital, el cambio climático, la inestabilidad, el espacio como escenario bélico y la posibilidad del uso de armas nucleares.

Todo este capítulo queda abierto cuando se afirma que las amenazas varían y se transforman, lo que requiere respuestas variables. Hay que añadir el término de respuesta integral, es decir que de una amenaza pueden resultar múltiples amenazas de forma prácticamente ilimitada.

En definitiva estamos ante la hiperliberalizacion de la guerra y las agresiones, bajo criterios autoritarios y mando único.

La Cumbre ha establecido estrategias de intervención en zonas específicas. En el área Indo Pacifico pudiera parecer que es un espacio de reserva para el bloque anglosajón, Australia, el neo imperio británico (Reino Unido) y los EE.UU. organizados en el AUKUS. Sin embargo, la OTAN declara la necesidad de profundizar las relaciones con los socios del Indo Pacífico y a la cumbre de Madrid asistieron Australia, Nueva Zelanda, Japón y Corea del Sur, y además

se considera que las previsibles tensiones provocadas por el acoso de EE.UU. a China generen demandas estadounidenses a la OTAN, apoyo logístico e incluso operativo.

En África, las amenazas se sitúan en el norte y en el Sahel, aduciendo que los conflictos provocados por el terrorismo generarán emigraciones masivas al sur de Europa. Nada se dice de las inmensas riquezas saqueadas por occidente durante siglos, las guerras que ha generado, las víctimas y la pobreza a la que han sido sometidos. Más de 10 millones de muertos, más de 50 millones de desplazados y la paradoja de que la mayor desgracia de un país africano es ser rico en recursos naturales. En estas condiciones resulta grotesco que la OTAN afirme que su actuación en África será “no ofensiva”.

También se cita a América Latina al afirmar que tanto este espacio como África se consideran retaguardias geopolíticas, espacios de reserva en los que existen amplias posibilidades de expansión imperialista.

La organización cita expresamente a Rusia (Federación Rusa) y a China, a los que considera competidores pares con capacidades equivalentes y por tanto rivales estratégicos. Para la OTAN, pero sobre todo para EE.UU., supone el retorno a una rivalidad sistémica, tal y como se planteó durante la Guerra Fría y a nuevas y constantes amenazas al sentir amenazada su hegemonía.

Las cita expresamente y de forma singular, porque conforman el bloque euroasiático, con múltiples alianzas entre el país más grande del planeta y con inmensos recursos naturales y el más poblado, en una fase de desarrollo técnico productivo en auge.

Sin embargo establece diferencias sustanciales entre ellos. Rusia ha pasado de ser un socio en el Concepto Estratégico de Lisboa en 2010, a ser “la más significativa y directa amenaza a la paz y estabilidad del área euroatlántica” en la Cumbre de 2022.

La organización acusa a Rusia de actuar mediante la coerción, la subversión y la anexión. Una dureza insólita, una rusofobia patológica puesta en evidencia con la censura a la cultura rusa en todas sus expresiones y a su historia.

A pesar de todo, la OTAN considera que Rusia no representa un desafío sistémico y que un cambio adecuado a presidente y gobierno más afines, reconduciría su trayectoria. La masiva campaña de demonización de su presidente se encamina en esa dirección.

China ni siquiera fue mencionada en el Concepto Estratégico 2010, pero ahora aparece con especial relevancia al ser considerada como “desafío sistémico”. Ya en la Cumbre de la OTAN de Londres en 2019, se mencionaba el desafío que suponía su auge estratégico, que se concreta en su capacidad productiva y comercial, su desarrollo tecnológico y su implantación en todo el planeta.

La organización trata de frenarla acusándola de dividir a los aliados, de su pujanza militar, como amenaza tecnológica, de ciberataques y de todo aquello que pueda descalificarla: represión, autoritarismo, vulneración de derechos humanos y el resto de descalificaciones en esa línea.

Hay que destacar que, a diferencia de Rusia, China es considerada por la OTAN no una amenaza, sino un desafío, pero de carácter sistémico; por eso considera que ese desafío es independiente del carácter de su gobierno y por tanto no recurren a criminalizar ni demonizar a su presidente.

El bloque euroasiático es considerado una alianza equivalente e incluso superior en algunos aspectos al bloque occidental, pero Occidente no acepta un mundo multipolar. EE.UU. está estructurado y organizado sobre la base de su dominio mundial y defenderá su hegemonía de cualquier forma.

La existencia de dos trayectorias divergentes, la occidental en decadencia y la euroasiática en auge, hace que el tiempo sea una variable esencial. En eso radica el riesgo actual.

El papel de Europa en este escenario es particularmente sorprendente, pues aporta la mayoría de los miembros de la organización y su territorio es su razón de ser. Además, ha doblado su número de afiliados en las últimas décadas. Sin embargo, el mando pertenece a EE.UU. y las decisiones también; basta con recordar la salida de Afganistán, decidida por los EE.UU sin mediar consulta con los miembros europeos.

Europa, a diferencia de los EE.UU., no cuenta con un gobierno único, ni con una administración, ni con unas fuerzas armadas únicas. En esas condiciones, la OTAN aporta una unidad disciplinaria efectiva útil para el eje anglosajón, pero que no resuelve sus diferencias y contradicciones en el seno de Europa. Esa es la razón por la que la cumbre ha considerado su mayor éxito la unidad y la coherencia de todos sus miembros, sin citar, claro está, el régimen disciplinario que sustenta tan feliz unidad.

Esta situación se ha expresado como “una nueva OTAN para una nueva Europa”. Si Maastricht supuso la Europa del capital, esta cumbre supondrá la Europa de la OTAN.

Sin embargo las diferencias y contradicciones en Europa emergen a cada momento. Sucedió en la pandemia del COVID 19 y se ha repetido de forma más evidente con los suministros de la Federación Rusa, especialmente con la energía, incluso antes del conflicto en Ucrania en el Nord Stream 2 y se han multiplicado tras el inicio de ese conflicto.

En los últimos tiempos se había producido un desacople importante en las prioridades estratégicas entre la Unión Europea y los EE.UU., primero con la administración Trump y más tarde con la salida de Afganistán. EE.UU. necesitaba cerrar esa brecha para aislar a la Federación Rusa como paso previo a la confrontación con China.

Agrupar fuerzas bajo su mando, vender sus armas y su energía y desvincular a Europa de la Federación Rusa, eran los objetivos subyacentes de la Cumbre para los EE.UU. También ha conseguido que se acepte el aumento del gasto militar, asegurando ganancias milmillonarias para el complejo militar industrial; ha aumentado las fuerzas de intervención rápida en Europa de 15.000 a 300.000 efectivos; ha logrado que se acepte la expansión ilimitada de la OTAN y el mundo como escenario de guerra y una lógica belicista de consecuencias impredecibles. El envío de cientos de oficiales a Bosnia Herzegovina, la instalación en Polonia del 5º cuerpo de ejército, la entrega de armas sin controlar su uso ni destino y la creación de una trilateral entre Polonia Ucrania y Reino Unido son algunos de los primeros brotes de esta estrategia.

Todo ello con Europa soportando la carga principal: su territorio es el campo de batalla, el riesgo es inasumible, las carencias la empobrecen y deterioran, la propaganda la aliena y corrompe… La única explicación posible es la transnacionalización de los grandes capitales que repercutirán las cargas a los trabajadores y a los más vulnerables.

El Estado Español ha tenido que cumplir varios papeles, el primero de los cuales ha sido asegurar el control social y el blindaje de la capital: el Gobierno ha movilizado 10.000 efectivos y ha adquirido 6.000 pistolas eléctricas.

Por otro lado ha tenido que atender tanto a la Cumbre como a la demanda de EE.UU. sobre las bases. El día 28 firmaba con el presidente de EE.UU. una declaración conjunta en la que el Reino de España aceptaba la incorporación de dos nuevos destructores a Rota y el aumento de los marineros estadounidenses en esa base de 1.200 a 1.800, lo que obliga a modificar el convenio de 1988, perpetuando la sumisión acordada por la dictadura en 1953.

En la Cumbre, ha asumido el aumento presupuestario, doblando el porcentaje en los próximos 8 años, se ha comprometido a mantener las misiones actuales y a participar en los nuevos escenarios, se ha mostrado satisfecho con la intervención en África, llegando a decir su Presidente que se mantendrá un trato justo a los migrantes tan solo unos días antes del asesinato de, al menos, 37 de ellos en la frontera de Melilla por el ejército marroquí, aceptando las explicaciones dadas por la tiranía alauita.

No podemos referirnos solo a nuestra política exterior. Cada día se hace más patente la desigualdad social, las grandes corporaciones publican beneficios milmillonarios mientras la mayoría de la población sufre las consecuencias de la precariedad, el paro y la inflación mientras la propaganda insiste en culpar a “la Rusia de Putin” y trata de convencerles de que es bueno y necesario aumentar los presupuestos militares, participar en las guerras del imperio, arriesgarnos por los EE.UU. y la OTAN.

En estas condiciones, el Presidente Pedro Sánchez no ha tenido el más mínimo pudor en hacer exageradas declaraciones sobre las bondades de la Cumbre y el excelente papel del estado Español. “Una Cumbre de democracias”, ha declarado. Un grotesco servilismo difícil de superar.

Por tantos méritos acumulados, el emperador americano le ha otorgado el reconocimiento de “sólido aliado”.

Nada de esto habría sido posible sin la complicidad y connivencia del progresismo liberal, representado hoy en el gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos y que siempre ha tenido el cometido de desmovilizar las resistencias sociales. Aunque el apoyo a la OTAN sin fisuras ha sido una constante desde la mayoría de las fuerzas políticas representadas en el parlamento desde el momento del ingreso en la OTAN, hay que señalar el singular papel de legitimación de la organización por parte de las pretendidas fuerzas de izquierdas desde su acceso a responsabilidades de gobierno.

En definitiva, hablar de la subordinación del Estado español a los intereses del imperialismo estadounidense, a través de la OTAN y las Bases es una realidad presente, especialmente evidente en los territorios fuertemente militarizados, como las Islas Canarias, el entorno de las bases y emplazamientos militares o los núcleos productivos vinculados a la industria de armamentos.

Acabemos con esto de una vez, organicemos un movimiento con vocación de masas y de constituirse como un sujeto político y social bien estructurado y con fuertes raíces populares, capaz de generar propuestas trascendentales para el desarrollo de la lucha de clases en el

Estado español, que denuncie a la OTAN como organización criminal y exija su abandono, que reclame la retirada de las bases y de los ejércitos extranjeros y que luche contra los planes militaristas y autoritarios que nos anuncian y que ya nos hacen sentir. Traigamos al presente y demos nueva realidad a nuestra rica historia de resistencias populares, especialmente la lucha antifascista.

Hay pueblos que nos enseñan que es posible la derrota del imperialismo. Sigamos ese ejemplo.

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