Antonio Gramsci, filósofo, político, sociólogo, historiador y periodista italiano destacó por su enriquecedor aporte teórico al marxismo y por su lucha contra el fascismo. Encarcelado durante once años por el régimen de Benito Mussolini (de 1926 hasta su muerte en 1937), produjo en prisión una cantidad ingente de cartas y escritos entre los que destacan los “Cuadernos de la cárcel”: 2.848 páginas manuscritas que constituyen una muestra excepcional de su particular análisis de la historia y del momento político que le tocó vivir.
“Instrúyanse, porque tendremos necesidad de toda nuestra inteligencia. Agítense, porque tendremos necesidad de todo nuestro entusiasmo. Organícense, porque tendremos necesidad de toda nuestra fuerza”. Quien sintetiza así la praxis revolucionaria en los años más difíciles de su corta existencia (Gramsci murió a los 46 años) nació el 22 de enero de 1891 en Ales, un pequeño pueblo de la comunidad autónoma de Cerdeña. Sus padres, Francesco Gramsci (1860-1937) y Giuseppina Marcias (1861-1932), formaron una familia numerosa afectada la mayor parte del tiempo por la miseria. En particular, a partir de que el padre, empleado del registro de la propiedad, fue arrestado y encarcelado por malversación de fondos. Por aquél entonces, Antonio Gramsci, el cuarto hijo de un total de siete (cuatro varones y tres mujeres), tenía solamente 9 años, viéndose aquejado, además, por una deformidad de la columna que le impidió crecer, no llegando a medir de mayor más de metro y medio. Pese a esas circunstancias, Gramsci consiguió terminar con excelentes resultados académicos las enseñanzas primaria y secundaria, permitiéndole, gracias a una beca de 70 liras al mes y al apoyo incondicional de su hermano mayor Gennaro, que trabajaba en una fábrica de hielo, el ingreso en 1911 en la Universidad de Turín.
“Partí para Turín como si fuese en estado de sonambulismo. De cien liras recibidas en casa tenía solo 55 liras en la bolsa, ya que había gastado 45 en el viaje en tercera clase”. Allí se matriculó en la Facultad de Letras y conoció a un joven estudiante genovés de nombre Palmiro Togliatti, que de 1927 a 1964 sería el secretario general del Partido Comunista Italiano (PCI). En aquellos años de estudiante universitario, las opiniones políticas de Gramsci, influenciadas por el idealismo de Benedetto Croce, consistían en una difusa adhesión a las ideas socialistas provocada, sobre todo, por las injusticias que había padecido y visto cometer en la región Mezzogiorno, y, especialmente, en Cerdeña, región perpetuamente olvidada de las decisiones políticas de Roma.
Pensar para actuar
“Antonio Gramsci había sido golpeado por la participación campesina en las elecciones de octubre de 1913, aunque no supieran y no pudieran todavía servirse por su cuenta de esa nueva arma. Fue este espectáculo, y la meditación sobre esto, lo que hizo definitivamente de Gramsci un socialista”, asegura Angelo Tasca, joven dirigente socialista turinés, amigo y compañero de estudios de Gramsci. Sea como fuere, es en esas fechas cuando Antonio Gramsci se adhiere al Partido Socialista Italiano (PSI), convirtiéndose, a los 22 años, en el dirigente de su ala izquierda. A partir de ese momento, sus estudios de filología se mezclaron indisolublemente con un activismo político y filosófico encaminado a utilizar la cultura para los fines de la revolución: “cómo hacer el pensar para actuar (…) cómo las ideas se vuelven fuerzas prácticas”. Todo ello dentro de una preocupación más general como fue la de querer superar el modo de vivir regional y aldeano de principios de siglo, para que “la clase superara aquel provincianismo que tenía profundas raíces en la tradición reformista y corporativa del movimiento socialista”. Para alcanzar ese objetivo, Antonio Gramsci incrementó su compromiso político con el partido, logrando fundar en 1919, junto a Palmiro Togliatti y Umberto Elia Terracini, y tras colaborar en varias publicaciones, la revista “Ordine nuovo”. Un año, 1919, marcado por el cruento desarrollo de la guerra civil rusa entre el Ejército Rojo y el Ejército Blanco sostenido por las potencias capitalistas occidentales. Conflicto armado que terminaría en 1923 con la victoria bolchevique, y que refrendó de manera definitiva la división entre revisionistas y revolucionarios, y, en consecuencia, la creación de los partidos comunistas integrados en la III Internacional. En el caso italiano, fue en el Congreso de Livorno (1921) donde se ratificó la escisión entre reformistas y revolucionarios, optando Antonio Gramsci por la línea revolucionaria y por formar parte desde sus inicios del Comité Central del recién creado Partido Comunista Italiano (PCI); representándolo, además, durante el IV Congreso de la Internacional Comunista celebrado en Moscú en 1922, ciudad donde conoció a Julia Schucht, su futura esposa. Por otro lado, Gramsci proporcionó al partido de su órgano de prensa (L’Unità), creado en 1924, y fue diputado desde ese mismo año. Sin embargo, el fascismo impuesto en Italia por Benito Mussolini desde 1922 condujo a Antonio Gramsci, como a tantos otros dirigentes y militantes comunistas, a pasar a la peligrosa clandestinidad.
Enfoque singular del marxismo
El 8 de noviembre de 1926, en violación de la inmunidad parlamentaria, Gramsci fue arrestado en su casa y encerrado en la cárcel de Regina Coeli. Después, tras un breve confinamiento en la isla de Ustica, se vio sometido a un largo proceso judicial que le condenó finalmente a más de veinte años de reclusión y a la asignación a la cárcel de Turi, en la provincia de Bari, al sur de Italia. Desde ese momento hasta el de su fallecimiento el 27 de abril de 1937, Antonio Gramsci sufrió en prisión toda clase de vejaciones y malos tratos, que unidos a su tuberculosis le hicieron pasar una estancia carcelaria extremadamente difícil. Pese a esas condiciones de vida y encarcelamiento execrables, Antonio Gramsci no cesó de producir una extensa obra manuscrita: los Cuadernos y Cartas desde la cárcel, miles de páginas que permiten ahondar en la vida y personalidad de Gramsci, además de poder calibrar el impacto de sus aportaciones políticas al pensamiento marxista. Un enfoque singular del marxismo desde un sentido historicista, y con la intención de integrarlo en las condiciones de Italia y de la Europa del siglo XX. Respecto al legado epistolario, aún se conservan setecientas cartas, doscientas de ellas escritas entre sus años de estudiante y el otoño de 1926, momento en el que fue detenido por la policía fascista. Las otras quinientas misivas, fueron redactadas en las cárceles y sanatorios por los que pasó entre desprecios y torturas. En lo referente a los Cuadernos, y solo para entrar en materia, pues quisiéramos comentarlos más detenidamente en el próximo número de UyL, apuntar por ahora los temas a los cuales el autor de “decir la verdad es siempre revolucionario” quería dedicarse durante su detención: 1.º La historia italiana del siglo XIX, con especial atención a la formación y desarrollo de los grupos intelectuales; 2.º La teoría y la historia de la historiografía; 3.º El americanismo y el fordismo. Presupuestos teóricos, junto a otros que se añadirían posteriormente, no exentos de controversia en el movimiento comunista internacional.
José L. Quirante