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Editorial Julio-Agosto 2022

Es una pregunta retórica, esta de si estamos en condiciones de enfrentar lo que viene. ¿Quién? La clase obrera, el Partido, las organizaciones sindicales,… y también es necesario definir qué es lo que le viene encima a cada de las clases sociales, en una formación social concreta como es la española.

Hay un escenario previsible e inexorable para el futuro inmediato, en función del desarrollo de la crisis general del capitalismo, que es lo que el PCPE viene definiendo en el último periodo, y que, a modo de avestruz, desde el Poder y todos sus agentes políticos, sociales y mediáticos, se niega, tratando de ganar tiempo y definiendo un culpable al que acusar de todos los males (Putin), pero que inevitablemente se viene articulando y definiendo cada día con más claridad.

La incompatibilidad entre el carácter cada vez más social de la producción y la creciente concentración de la propiedad de los medios de producción, que conlleva la apropiación de la plusvalía por cada vez menos manos, sitúa a la Humanidad en el precipicio de una crisis civilizatoria en la que un sistema agónico golpea por doquier sin límites para su violencia. Esa es la realidad que choca con la actual dominación ideológica y cultural que, pese a todas las evidencias en contra, al menos en nuestro país, mantiene un alto consenso social en torno a que el Capitalismo es el único modelo social y económico posible.

La realidad

Concentración y centralización imparables del capital, que elevan la dictadura del capital a cotas históricas desconocidas, y que la hacen incompatible con la existencia de potencias económicas diversas. El bloque occidental, liderado por los EE.UU y articulado en torno a la OTAN, enfrenta su creciente declive económico y político con una decidida política de guerra y destrucción contra sus competidores, especialmente China. El recurso permanente de la guerra, y la dominación monopolística de un comercio agrícola absolutamente globalizado, provoca incesantes crisis migratorias, y es causa de la muerte de millones de personas y de la destrucción de sociedades enteras y de sus ecosistemas.

Crisis climática y energética, que expresa la inviabilidad de un sistema de producción por su carácter irracional, que consume recursos de forma ilimitada, destruye y no planifica. Su búsqueda de la ganancia a cualquier precio está acabando con las condiciones de vida necesarias para la especie humana en el Planeta, por el uso intensivo de hidrocarburos y otros recursos naturales. Esta realidad incuestionable, no se aborda más que con el cínico e inútil intento de abrir un nuevo ciclo de reproducción del capital a través de la llamada economía verde. La necesaria planificación de la economía, en aras de satisfacer las necesidades de la Humanidad con los desarrollos tecnológicos actuales, está absolutamente reñida con la producción incesante de mercancías para seguir reproduciendo el capital. Volvemos a insistir una vez más en que, si no es rojo, no es verde.

Sobreexplotación de la fuerza de trabajo mediante su continua desvalorización. Paro, esclavitud, migraciones forzadas, precariedad y temporalidad son las causas de una imparable pobreza, que ya no solo azota a los países expoliados y empobrecidos por el Imperialismo.

Por su carácter general, la crisis en la que se halla inmerso el Capitalismo, no tiene vías de superación más allá de la destrucción generalizada de fuerzas productivas para tratar de abrir nuevos escenarios de reproducción del capital que permitan seguir acumulando capital.

En definitiva, guerra, paro y destrucción medioambiental, para que una exigua minoría de capitalistas siga dominando y destruyendo la Humanidad. Frente a ello, una alternativa, la única posible, el Socialismo fundamentado en el poder obrero y la racionalidad de un modelo social planificado al margen del mercado.

Lo que se avecina en España

En un escenario así, la dependencia de los países de segundo orden del capitalismo exacerba su exposición a todos los factores de la crisis, y los sitúa en un contexto de creciente debilidad para enfrentarla, en la que la clase trabajadora y los sectores populares van a ser los más golpeados. El colchón social y, sobre todo, familiar, con el que se enfrentó la exclusión social en el ciclo anterior de la crisis, está muy debilitado, y nos dirigimos a un escenario de pobreza y pobreza extrema generalizada desconocida desde hace varias generaciones.

Con una deuda pública real por encima del 1.69 del PIB, un gasto militar comprometido superior al 2% del PIB , una economía dependiente de un modelo turístico insostenible, una pobreza creciente fundamentada en un constante trasvase de rentas del trabajo al capital, agudizada por la inflación que azota los bolsillos de las familias trabajadoras y que solo contemplan combatir subiendo los tipos de interés... ¿alguien piensa que hay capacidades políticas y económicas, ya no decimos en el Consejo de Ministros, sino en alguna instancia social y política de rango superior, para detener un escenario de quiebra económica?

Parece que no.

¿Pero a quién golpeará esta situación?

Sin duda a la clase trabajadora, a todas las personas que dependen de un salario, y que van a ver amenazada su ya escasa capacidad para llegar a fin de mes en una sociedad con todos sus sistemas públicos de atención social desmantelados y/o saturados, con una gestión deficiente alejada de los usuarios y en manos de empresas privadas las más de las veces. Solo el ejemplo del fracaso absoluto de la gestión práctica del Ingreso Mínimo Vital es suficiente para demostrar esta afirmación.

También a la pequeña burguesía, que habiendo sobrevivido al ciclo de la crisis iniciado en 2008 está condenada a desaparecer, pero pasando antes por caja para atender la deuda comprometida durante estos años en el que fluyó a su favor el crédito fácil garantizado por el Estado y favorecido por los bajos tipos de interés marcados por el BCE.

¿Y cómo se encuentran las clases sociales?

La clase trabajadora, vendida por el pacto social y las políticas de conciliación de clases desarrolladas por los llamados agentes sociales, necesita recuperar urgentemente la senda de la lucha obrera y la confrontación de clases. Las políticas del mal menor nos han conducido a la derrota y a la pérdida constante de todos los derechos que se ganaron mediante la movilización y la huelga.

Recuperar la iniciativa obrera, y la unidad de una clase crecientemente organizada y movilizada, es la tarea central que enfrentamos y que debemos desarrollar desde todas las trincheras de lucha, pero, muy especialmente, desde el movimiento sindical.

Ese es el único camino que abre horizontes diferentes a una clase obrera abocada a la desestructuración y a la pobreza.

La pequeña burguesía, incapaz de interpretar su realidad de creciente proletarización, se entrega a la defensa de los intereses de los monopolios a través del fascismo y vuelve a demostrarse como una clase social inestable y condenada a la progresiva desaparición, que se equivoca de aliado al darle la espalda a la clase trabajadora.

¿Y dónde está la alternativa?

Únicamente en el inicio de un proceso de participación protagónica de las grandes masas obreras en la defensa de sus intereses en una creciente dinámica de confrontación política con el Estado.

No hay solución en la alternancia parlamentaria, menos aún en la fascistización de la sociedad.

Toca ahora tomar el mando de nuestra realidad, y comprometerse en la generación de espacios de participación de masas desde los que recuperar el sindicalismo de clase, la lucha por la defensa de lo público y del medio ambiente y el territorio, por la soberanía alimentaria, por la Paz y contra la OTAN, las bases y los gastos militares y policiales

Pasado el verano, cuando se acabe la fiesta de la “normalidad” en la que siguen muriendo decenas de personas todos los días por la necesidad de “salvar” la economía, van a saltar todas la máscaras y cada quien, -también Yolanda Díaz- habrá de definir con claridad de lado de quien está en esta guerra de clases en la que, por ahora, van ganando ellos

El PCPE jugará el papel que le corresponde, buscando una creciente capacidad de dirección política de masas, consecuencia de su capacidad de fusión, en un esfuerzo común, con las masas obreras y populares. Para hacer realidad este propósito, continuar en una línea de fortalecimiento orgánico e ideológico del Partido y la Juventud, se convierte en una premisa sine qua non.

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