Persecución implacable de la dominación burguesa: que el proletariado no mantenga posición de clase ante ningún aspecto de la realidad.
Parece no haber dique que contenga el ansia del capital por secuestrar el deslumbrante tesoro del Sistema Público de Pensiones. Más de 140.000 millones de euros deslumbran su creciente senilidad como al crápula Herodes le sobresaltaba el centelleo del cuerpo de Salomé.
Un montón de pasta que no consiente vaya a parar a “gente que vivimos por encima de nuestras posibilidades”, manirrotos despilfarradores, característica propia de personas pertenecientes a la clase trabajadora.
El logro del capital de introducir por convenio colectivo pensiones privadas contiene muchas aristas y todas muy cortantes. Por supuesto, es una avanzadilla importante, un duro golpe que cubre un trecho amplio para convertir la prestación social de las pensiones en un instrumento más de la penuria en la que se quiere situar a la clase obrera y al pueblo trabajador en su totalidad.
En este asunto hay que ver un elemento todavía de mayor enjundia y más decisivo: un elemento consciente y consistente que persigue segmentar, desarticular, desestructurar a la clase trabajadora. Que no reconozca su ser social. Golpea un elemento histórico y material de estrechísima solidaridad de clase representado por el SPP: universal, de reparto, intergeneracional.
Pensiones privadas, instrumento destructivo añadido a la guerra (sí, esto también es una guerra) del capital por evitar que la clase trabajadora, adquiera conciencia, mantenga su solidaridad y exprese una exclusiva posición de clase.
Resaltar este aspecto. La estrecha conciencia individual amarrada al señuelo de la “cartillita de ahorros propia” mina la fortaleza de la unidad y solidaridad de clase que facilita conquistar la propia posición de clase en asunto tan importante y tan querido por la clase trabajadora. La burguesía solo admite una posición de clase sobre cualquier asunto, sea económico, social, político o ideológico: su posición, la suya.
Importante entender esta agresión. A las dificultades existentes producto de la ideología y la rutina capitalistas para adquirir y mantener una posición de clase, se añade la destrucción de un baluarte material de solidaridad. Manifestado más o menos difusamente, la clase es sabedora de que parte de su bienestar, cuando cesa en su actividad laboral, está en manos de la solidaridad de sus hermanos de clase.
Basta ya del interesado y fariseo lamento de que las pensiones son insostenibles. Su discurso de salvar las pensiones para el trabajador/a pasa por miserabilizarlas, alegando que en el futuro habrá más pensionistas que trabajadoras/es; también, con cinismo criminal, que vivimos mucho tiempo y, por consiguiente, el pago de la pensión se extiende y se extiende en demasía.
Como clase trabajadora aprendamos de una vez que producimos tanto toda la riqueza como el valor que se apropia la clase del capital. Que el aumento de la producción en su mayor parte es aumento de la productividad del trabajo. Que el aumento vertiginoso de la producción de los últimos cuarenta años permite asegurar un futuro mejor. Aprender que lo importante no es cuántos producen; lo importante es cuánto, cómo y para quién se produce.
Lo único que impondrá la desdicha de pensiones privadas por convenio colectivo será la debilidad del movimiento obrero y la dispersión del movimiento sindical.
Tarea imprescindible de nuestro quehacer militante: revertir esa situación; conseguir un movimiento obrero más consciente, organizado y combativo; apostar claramente por la unidad sindical.
Julio Minguez