Cuando de nuevo en gran parte del planeta la frágil membrana del “huevo de la serpiente” amenaza con resquebrajarse y expeler la pestilencia del fascismo, se hace imprescindible volver a la figura de un comunista genial que no sólo hizo historia desmontando brillantemente la inculpación del nazismo de incendiar el Reichstag (Parlamento alemán) el 27 de febrero de 1933, sino que además fue un dirigente ejemplar de la lucha antifascista y del movimiento obrero internacional.

En el informe ante el VII Congreso Mundial de la Internacional Comunista celebrado en Moscú el 2 de agosto de 1935, Jorge Dimitrov expuso de forma clara y contundente que el fascismo no es el simple cambio de un gobierno burgués por otro, sino que se trata del paso de la democracia burguesa a una dictadura terrorista. Precisando igualmente que “casi en todas partes existen tendencias fascistas y gérmenes de un movimiento fascista en forma más o menos desarrollada”. Una inquietante admonición que 87 años después de aquel importante encuentro sigue siendo, desgraciadamente, de plena actualidad.

Por esa circunstancia, recuperar de un cierto e injustificado olvido la vida y la obra de este gran dirigente comunista es, además de rendirle un merecido y renovado reconocimiento político, tener la posibilidad de adquirir una sólida conciencia antifascista que evite tragedias como las ocurridas en los años 1930. En ese sentido Gueorgui Dimitrov Mijailov - nombre original y completo de Jorge Dimitrov -, sensible al contexto social y político marcado por las guerras imperiales, la crisis política otomana y el creciente desarrollo industrial, despertó a la lucha desde muy temprana edad.

Dirigente obrero y parlamentario anticapitalista

Jorge Dimitrov nació en la pequeña aldea de Kovachetsi, Principado autónomo de Bulgaria (Imperio Otomano), el 18 de junio de 1882. Fue el primogénito de seis hermanos del matrimonio formado por Parashkeva Doseva, ama de casa y de familia protestante y por el obrero  Dimitri Mijailov, ambos conyuges emigrados de Macedonia Oriental. A poco tiempo de nacer Jorge, su familia, buscando mejores horizontes, se trasladó a Sofía capital del Principado. Allí, en la capital de la posterior Bulgaria, el joven Dimitrov cursó sus estudios sin poder terminarlos por dificultades económicas familiares, viéndose obligado a los 12 años, y debido a su interés por la escritura, a buscar trabajo como tipógrafo. Actividad que le puso en contacto rápidamente con el sindicalismo del ramo y con el movimiento revolucionario. Naturalmente aquel trabajo y compromiso sindical le llevaron a la edad de 15 años a incorporarse plenamente a la lucha política, y algo más tarde a dirigir la Unión de Sindicatos de Bulgaria y ya, en 1902, a adherir al Partido Obrero Socialdemócrata de Bulgaria. En ese tiempo de intensas luchas obreras y concienciación política, Dimitrov descubrió la obra de Marx y Engels, estudió el “Manifiesto del Partido Comunista” y “El Capital”, y se sintió influenciado, como también lo había estado Lenin, por los escritos del filósofo ruso Nikolái Chernyshevski (1828-1889). Pasos que fueron forjando revolucionariamente  al futuro dirigente comunista dentro de una Bulgaria eminentemente agraria, con escasas relaciones sociales y con una clase obrera llena de contradicciones. Pese a ello Jorge Dimitrov en poco tiempo apareció como un excelente dirigente de la clase obrera, participando en numerosas huelgas: la de los mineros de Pernik en 1906, la de los obreros del textil de Silvene en 1908, la de los trabajadores de cerillas de Kostenetz en 1909; una huelga, esta última, que duró tres largos y duros meses. Igualmente Jorge Dimitrov, animado por el internacionalismo proletario, apoyó activamente las luchas obreras y las huelgas que se producían en otros países europeos. Fue el caso con los obreros suecos en 1909 o con los británicos en 1912. Lucha sindical que se unió a la parlamentaria cuando en 1913, con apenas 30 años, Jorge Dimitrov se convirtió en el más joven parlamentario búlgaro de la época. Un combate dialéctico que siempre utilizó en defensa de la clase obrera y contra la explotación capitalista.

Genial teórico antifascista

En 1915, Bulgaria entró en guerra al lado de Alemania, pero con la firme oposición de la fracción parlamentaria revolucionaria que se alzó contra el carácter imperialista de la I Guerra Mundial (1914-1918). Posicionamiento que supuso para Dimitrov su encarcelamiento, acusado de “querer sublevar al ejército búlgaro”. A la salida de la cárcel un año y medio después, Jorge Dimitrov pasó a la clandestinidad pero con la firme convicción de que pese a ello había que desarrollar el trabajo de masas. En consecuencia, el joven dirigente comunista fue al encuentro de la clase obrera búlgara poniendo en práctica el principio leninista de que no se retrocede ante ningún obstáculo y se hace frente a la represión. Si bien en el 5º Congreso del Partido obrero búlgaro celebrado en 1918, Dimitrov criticó las insuficiencias y el sectarismo del Partido socialdemócrata por no erigirse en el artífice de un movimiento revolucionario que pudo ser victorioso entonces, como lo había sido con Lenin y la Revolución de Octubre en 1917, para Jorge Dimitrov, “el más grande acontecimiento de la historia”.

En 1919, El Partido Obrero Socialdemócrata de Bulgaria adhirió a la Tercera Internacional (Internacional Comunista o Comintern) y, en 1920, designó a Dimitrov como delegado al III Congreso. El objetivo era luchar contra el reformismo político, por la supresión del capitalismo y por la realización del socialismo como paso previo a la sociedad comunista. Sin embargo, el 9 de junio de 1923 tuvo lugar en Bulgaria un golpe militar que instauró una dictadura fascista. Entonces el Partido Comunista, en el que ya se había convertido el Partido obrero búlgaro, encabezado por Kóralov y Dimitrov, constituyó el Frente Único de Obreros y Campesinos para, uniendo a todas las fuerzas democráticas y progresistas combatir aquel régimen dictatorial. Una batalla no bien calculada y debilitada por las divisiones internas que condujo a una derrota de las fuerzas revolucionarias y a que Jorge Dimitrov, después de ser condenado dos veces a muerte por contumacia, emprendiera camino del exilio en Viena y en Berlín. Un tiempo, sin embargo, lleno de enseñanzas extraídas de la derrota que prefiguró la estrategia de un frente popular contra el fascismo, es decir, según Dimitrov, “un frente revolucionario común de obreros, campesinos, pueblos oprimidos y minorías nacionales”.

Con esas premisas, y a partir de 1929, Jorge Dimitrov fue adquiriendo en la lucha, y siempre en contacto con las masas, un peso político que unido a sus sólidos conocimientos teóricos marxistas le convirtieron en dirigente de la Internacional comunista y en un genial teórico de la unión contra el fascismo y la guerra. Como quedaría probado en el “Proceso de Leipzig”, en 1933, donde Dimitrov y otros dirigentes comunistas fueron inculpados por el régimen nazi de incendiar el Reichstag (Parlamento alemán); y también en su postura frente al fascismo, anunciador de una sangrienta conflagración mundial.

José L. Quirante

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