“El Chico” de Charles Chaplin, película considerada por la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos como una obra cinematográfica “cultural, histórica y estéticamente significativa” y seleccionada para su conservación en el National Film Registry de la ciudad de Washington (consideraciones nada despreciables viniendo de quienes censuraron la vida y la obra del genial cineasta británico), cumple ahora un siglo de existencia. Pese a ello, es decir pese a su larga vida fílmica, la cinta sigue gozando de extraordinaria vitalidad. Rodada por Chaplin en 1921(su primer largometraje después de decenas de populares y exitosos cortos), obligado es reconocer que la película no ha cogido ninguna arruga. Y es que la historia que cuenta el creador del hombre del bombín, es decir la de los parias de la tierra, persiste en el capitalismo.

Así, con esa premisa, Chaplin, que no se doblegó jamás ante las exigencias de la trituradora industria hollywoodiense, quiso reflejar en este emotivo filme su difícil y palpitante infancia. La que le depararon los suburbios miserables del Londres de finales del siglo XIX, cuando a los cinco años de edad, huérfano de padre y con su madre gravemente enferma, tuvo que subir a los escenarios para ganarse el pan haciendo reír a un público estridente y con frecuencia ebrio. “Interpelaba al público, bailaba, hacía imitaciones”, explicaría más adelante Chaplin, recordando las condiciones paupérrimas en las que vivían él, su madre y su hermanastro Sydney. “Me acuerdo todavía de cuando nuestra madre nos prestaba sus zapatos para que uno de nosotros fuera a la sopa popular en busca de la única comida del día”, contaba este último mientras Charles Chaplin hallaba el quid de su comicidad en la risa mojada en lágrimas. Algo de lo que sucede en la historia de este chico fílmico interpretado espléndidamente por Jackie Coogan, que casi recién nacido es abandonado por su madre (soltera y falta de recursos) y adoptado a regañadientes por un desenvuelto vagabundo (Chaplin en estado puro), que no sólo se ocupa de criar y querer al pequeño, sino que también hace frente a las instituciones públicas que, con argumentos hipócritas y falaces pretenden arrebatárselo.

Una mirada libre

Serguei Eisenstein escribió a propósito de esta obra maestra que su nombre se asocia al del gran realizador inglés revelando el verdadero carácter de éste: “de igual modo que epítetos como “El conquistador” o “Corazón de León” definen la personalidad de Guillermo que conquistó las islas de la futura Gran Bretaña, o de Ricardo, legendario héroe de las Cruzadas”. Es decir, en el caso de Charles Chaplin, definiendo su personalidad a través de una mirada infantil y libre; siempre reprobando el orden establecido y la biempensante sociedad burguesa.

Rosebud

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