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Editorial Noviembre 2020
El XI Congreso del PCPE ha sido una nueva expresión de la fortaleza y del grado de madurez del proyecto político de nuestro Partido, forjado durante casi cuarenta años desde su inicio en enero de 1984, en lo que fue un importante proceso de unidad comunista. La evolución de la pandemia de la Covid-19, en estos meses últimos, nos situó ante condiciones muy complicadas para la celebración del XI Congreso. Pero estas dificultades fueron superadas por unas capacidades partidarias que asumieron el reto de la celebración de un Congreso de forma virtual, con un total de cinco jornadas plenarias.
La responsabilidad, la alta disciplina, la absoluta honestidad, y la suma y coordinación de todas las capacidades individuales y colectivas, hicieron posible que, a pesar de estas condiciones difíciles, se realizara un XI Congreso con el más amplio debate democrático, que de forma general siempre concluyó con votaciones que expresaban un alto grado de acuerdo.
Las Tesis aprobadas constituyen importantes aportaciones políticas e ideológicas, para orientar las luchas futuras que han de dar la clase obrera y el movimiento popular en nuestro país. Con seguridad serán herramientas de la mayor utilidad en el camino hacia la emancipación, y hacia el inicio de la construcción de la sociedad socialista, y después al comunismo.
Las condiciones complejas, y en ciertos aspectos nuevas, de las luchas de clases actuales exigen de toda la militancia partidaria, y de la Juventud, el más alto grado de eficacia en su intervención política de masas. Quien gane el reconocimiento de las masas ganará el lugar de la conducción revolucionaria del proceso. Ese es el lugar del PCPE, y de la Juventud.
El capitalismo agónico adquiere formas imprevisibles en el ejercicio de su violencia, para tratar de sobrevivir a su inexorable muerte. En cualquier caso no pondrá las cosas fáciles a la clase obrera, que tendrá que desarrollar su acción política con una combinación de audacia y firmeza en la defensa de las posiciones revolucionarias. El Partido ganará el reconocimiento de las masas si los acuerdos tomados en el XI Congreso se convierten en práctica diaria de la actividad de cada militante. El reto no es otro que convertir al PCPE en la fuerza determinante en el desarrollo de la lucha de clases en España.
La confianza en la clase obrera, y el firme compromiso militante, conducirán al PCPE a la victoria.
LA BURGUESÍA ESPAÑOLA SE ENFRENTA HOY AL FRACASO DE SU PROYECTO
Si una cosa caracteriza la actualidad del proyecto burgués en España es la confusión. Aunque esto no es una cuestión coyuntural, sino una impronta intrínseca del sistema de dominación capitalista en nuestro país, desde su mismo origen.
La combinación entre religión, aristocracia, monarquía, terratenencia, militarismo, y la férula de la Inquisición, llevaron al nacimiento de la formación capitalista en nuestro país sobre una débil base material. Ello se trasladó a la misma debilidad de su superestructura, con dos aspectos fundamentales:
1.- Una clara incapacidad para culminar con éxito la construcción del estado-nación. El actual estado plurinacional en el que vivimos, y su perpetua inestabilidad como marco necesario para el proceso de acumulación de capital, es expresión de ello.
2.- Ello dio lugar al nacimiento de un capitalismo el carácter profundamente reaccionario, y nada modernizador, al contrario de lo que aconteció en otros países.
Esta raíz histórica es la que explica la perviviencia en este país de una burguesía muy singular, que tiene sus expresiones políticas igualmente singulares.
La burguesía española, como clase social, es expresión de las particularidades de su génesis histórica, que es una suma de Inquisición, genocidio colonial, fanatismo religioso, militarismo, golpes de estado, monarquía, y fascismo latente. Son estas características las que llevan a la estafa de la llamada Transición, y a que en los años últimos en España se consolide una derecha política que tiene querencias de ultraderecha más que ninguna otra en nuestra área geopolítica, independientemente de que se denominen VOX, PP o CIUDADANOS, o cualquier otro nombre que puedan adoptar.
El miedo al cambio es algo que forma parte del ADN de esta clase dominante. Sus certezas se sitúan en los elementos más tradicionales, y por tanto conservadores. Es una clase social a la que asusta el cambio social, las nuevas ideas, incluso los avances científicos, porque considera que todo ello pone en cuestión las certezas sobre las cuales ejerce su dictadura. Y esas certezas no pueden ser otra cosa que certezas absolutamente inmovilistas, reaccionarias.
Hay, por tanto, una posición cobarde. Una posición de miedo al cambio, a lo nuevo. La defensa de la familia patriarcal, la defensa de la religión y de la monarquía, la defensa de la caza y los toros, el ataque a cualquier conducta sexual libre, la defensa de un folclore falsario frente a lo culto, la defensa de la desigualdad social, la defensa del genocidio de “los inferiores”, el racismo y la misoginia, todo ello tiene una base material forjada a lo largo de siglos en la historia de España, que es la base material del actual capitalismo español. Es esa historia de España que tan bien refleja y analiza Galdós en su obra, de cuyo fallecimiento se cumplen cien años este 2020.
Hoy en España hay una parte del bloque oligárquico-burgués (en cierta medida minoritario) que sabe que ese camino de querencias fascistas es un camino que va directo al fracaso, porque incluso en clave capitalista va contra el curso de los tiempos, y por ello busca sus apoyos en la gestión más “amable” de la socialdemocracia. Pero buena parte de la actual burguesía con quien tiene sus simpatías principales es con esa derecha “bien española”, que defiende sin vergüenza esa rancia cosmovisión.
La clase obrera y el movimiento popular no pueden sustraerse a la influencia de ese pensamiento hegemónico reaccionario, puesto que viven inmersos en este contexto social, y por ello desde las posiciones revolucionarias tenemos que dar un fuerte combate contra esas características de la formación social española, para confrontar con ese pensamiento hegemónico y ganar reconocimiento social para las ideas de la emancipación social.
Las fuerzas de la revolución social estamos en la necesidad de ganar la capacidad de tener un discurso propio muy concreto, y pegado al terreno, que nos permita ganar la hegemonía entre las masas, tanto en el campo de la más profunda elaboración intelectual como en el debate “en la barra del bar”, por así decirlo. Conocer las causas y los orígenes de la actual derecha y ultraderecha españolas, para interpretar el presente, es algo determinante para armar nuestra intervención sobre posiciones científicas.
El fascismo es siempre un recurso final para la burguesía, pero mientras no necesita de ello se limita a utilizarlo para disciplinar cualquier veleidad de las fuerzas de la socialdemocracia. Y, así, entre un manejo y otro, conseguir mantener a la clase obrera sometida dentro de los límites del sistema que garantiza la reproducción ampliada del capital.
La actual coyuntura histórica está haciendo un llamamiento a la clase obrera, y a los sectores populares, para que ejerzan sus responsabilidades en el proceso de cambio social. El Partido Comunista es la herramienta en la que pueden fraguar las aspiraciones de libertad y justicia social.
La clase obrera, que en el contexto de la actual crisis de agotamiento capitalista será sometida a un incremento brutal de su explotación, con mayor precariedad y mayor rebaja de salarios, ha de adquirir conciencia de estas condiciones concretas e inexorables de la lucha de clases, y entender que el fascismo es una herramienta de la burguesía para garantizar el ejercicio de su dictadura capitalista, que con su demagogia simplista trata de engatusarle para someterla con mayor facilidad recurriendo a lo más reaccionario de la sociedad burguesa.
La lucha es contra el capitalismo, y en lo concreto, aquí y ahora, hay un combate directo contra las posiciones más reaccionarias de la burguesía y contra el fascismo.
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- Categoría: Editorial