Marx define claramente qué  significó el interés de la clase burguesa. Así, en “La Sagrada Familia” (1845) señala: “La potencia de este interés fue tal que venció la pluma de un Marat, la guillotina de los hombres del “terror”, la espada de Napoleón, así como el crucifijo y la sangre azul de los Borbones”.

En la Gaceta Renana en 1848 escribe que las revoluciones de 1848 y 1789 eran “el triunfo de la burguesía, pero el triunfo de la burguesía era entonces el triunfo de un nuevo sistema social, la victoria de la propiedad burguesa sobre la propiedad feudal, del sentimiento nacional sobre el provincialismo, de la competencia sobre el corporativismo, del reparto sobre el mayorazgo, de las luces sobre la superstición, de la familia sobre el nombre, de la industria sobre la pereza heroica, del derecho burgués sobre los privilegios medievales”.

En “El Dieciocho de Brumario” observa que la Revolución Francesa no ha hecho más que “desarrollar la obra iniciada por la monarquía absoluta: la centralización, la extensión, los atributos y los mecanismos del poder gubernamental. Napoleón acabó de perfeccionar esta maquinaria de Estado”.

Sin embargo, durante la monarquía absoluta, la revolución y el Primer Imperio, ese aparato no ha sido más que un medio para preparar la dominación de clase de la burguesía, que se ejercerá de forma más directa con Louis-Philippe y la República de 1848... hasta llegar a una autonomía de lo político durante el Segundo Imperio, cuando el Estado parece haberse hecho “completamente independiente”. Esta idea esbozada en 1862 la desarrollará en 1871 en sus escritos sobre la Comuna, “primer ejemplo de revolución proletaria que rompe el aparato del Estado y acaba con esta “boa constrictor” que amordaza el cuerpo social en las mallas universales de su burocracia, de su policía, de su ejército permanente”.

Además en un artículo de la Nueva Gaceta Renana (julio de 1848) escribe: “la burguesía francesa de 1789 no abandonará ni un instante a sus aliados, los campesinos. Sabía que la base de dominación era la deconstrucción de la feudalidad en el campo, la creación de una clase campesina libre, poseedora de tierras. La burguesía de 1848 traicionó sin dudar a los campesinos, que son sus aliados más naturales, la carne de su carne y sin los que ella es impotente frente a la nobleza”.

En un artículo de 1847 afirma en relación con la abolición revolucionaria de los vestigios feudales en 1789-1794: “Timorata y conciliadora como es, la burguesía no llegó hasta esa tarea ni en varios decenios. Por consiguiente, la acción sangrante del pueblo sólo le ha preparado los caminos”.

Interpreta el Terror como un momento de autonomía de lo político que entra en conflicto violento con la sociedad burguesa. Así en La Cuestión Judía (1844) escribe: “La vida política busca ahogar sus condiciones primordiales, la sociedad burguesa y sus elementos para erigirse en vía genética verdadera y absoluta del hombre. Pero ella solo puede alcanzar este fin poniéndose en contradicción violenta con sus propias condiciones de existencia, declarando la revolución en estado permanente; también el drama político se termina necesariamente por la restauración de todos los elementos de la sociedad burguesa”.

Los hombres del Terror -Robespierre, Saint-Just y su partido- han sido víctimas de una ilusión: han confundido la antigua república romana con el Estado representativo moderno. En El Dieciocho de Brumario (1852) Marx insiste sobre el engaño de la razón que hace de los jacobinos (y de Bonaparte) los parteros de esa misma sociedad burguesa a la que despreciaban: “Camille Desmoulin, Danton, Robespierre, Saint-Just, Napoleón, los héroes, así como los partidos y la masa cumplieron en la antigua Revolución Francesa el traje romano, y con la fraseología romana, la tarea de su época, a saber, la liberación y la instauración de la sociedad burguesa moderna...Una vez establecida la nueva sociedad, desaparecieron los colosos antediluvianos y, con ellos, la resucitada Roma... La sociedad burguesa, en su sobre-realidad se había creado sus verdaderos intérpretes y portavoces en la persona de los Say, los Cousin, los Royer-Collard, los Benjamín Constant y los Guzot”.

El Terror ha sido un método plebeyo de acabar de forma radical con los vestigios feudales y en este sentido ha sido funcional para la llegada de la sociedad burguesa. Marx afirma que “incluso cuando se oponían a la burguesía, como por ejemplo de 1793 a 1794 en Francia, solo luchaban para hacer triunfar los intereses de la burguesía, aunque eso no fuera a su manera. Todo el Terror en Francia no fue otra cosa que un método plebeyo de acabar con los enemigos de la burguesía: el absolutismo, el feudalismo y el espíritu pequeño-burgués”.

Cualquiera que fuese su admiración por la grandeza histórica y la energía revolucionaria de un Robespierre o de un Saint-Justm Marx rechaza explícitamente el jacobinismo como fuente o modelo de inspiración de la praxis revolucionaria socialista. Desde los primeros textos comunistas de 1844 opone la emancipación social a los callejones sin salida e ilusiones del voluntarismo político de los hombres del terror.

Podemos señalar que Antonio Gramsci en sus artículos de 1919 para Ordine Nuovo proclamaba que el partido proletario no debe ser un partido que se sirve de la masa para intentar una imitación heroica de los jacobinos franceses, y en sus Cuadernos de la cárcel de los años 1930 se encuentra una visión del partido de vanguardia como el heredero legítimo de la tradición de Maquiavelo y de los jacobinos.

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