La Miguelito Pepe es “una organización argentina de educadorxs populares que luchan con compromiso militante por la dignidad y el protagonismo social y político de niñas, niños y adolescentes de las clases populares”. Así se declaran.

Recientemente publicó en su Facebook cifras sobre la realidad que viven niñas y niños en tiempos de pandemia.

En España se detectaron en la primera semana de cuarentena 17 mil descargas de pornografía infantil. Y se registró en la segunda un aumento de un 25 %. En Italia se incautaron 108.124 GB de contenido de pornografía infantil; se realizaron 181 denuncias y se acometieron 83 delitos por pornografía. Por su parte en Argentina “ocho de cada diez niñxs abusadxs pudieron decirlo en la escuela a sus maestrxs. La mayoría en clases de Educación Sexual Integral. Cero niñxs van hoy a la escuela”.

Esto del patriarcado no es nuevo es una realidad que vivimos todos los días, pero sí la desprotección puede ser aún mayor cuando se sufre violencia o cuando se recargan las tareas en las disímiles jornadas laborales de las mujeres en la prevención del Covid-19 y en la de búsquedas y salidas a la situación que vivimos. Hay diferentes aristas dentro del patriarcado que se pueden analizar en esta nueva coyuntura. Una son las cifras registradas, y las que no, de los hechos que se ven- aunque en los medios de comunicación hegemónicos pasen desapercibidos- sobre la violencia de género, la pornografía infantil, los feminicidios. Otra arista es el tema del cuidado.

El tema del cuidado (el de nosotras mismas y el que realizamos a otras personas) no está suficientemente hablado, solucionado, ni puesto en práctica alternativas emancipadoras en tiempos de pandemia. El cuidado recae en las mujeres, en disímiles sectores, incluso entran en juego aunque de manera diferenciada pero con características comunes, el espacio público y el privado.

Si bien las mujeres ocupamos y garantizamos el funcionamiento de las actividades en las diferentes esferas sociales- y en el caso de Cuba representan las mujeres una cifra superior a los hombres en el sistema de salud cubano- dentro del hogar las mujeres también asumen en su mayoría los roles de cuidado. Muchas veces, y este es un ejemplo bien concreto, hay doctoras, enfermeras que están trabajando directamente con casos positivos o sospechosos de Covid 19; y algunas tienen hijos, hijas. En estos casos el cuidado de esos hijos es asumido por hermanas, tías, abuelas, amigas, vecinas. Y eso también denota en función de qué y quienes garantizan el cuidado.

¿Por qué mueren más hombres que mujeres con la Covid-19? Por el machismo es un artículo de Georgina Alfonso González, investigadora y directora del Instituto de Filosofía de Cuba. En él la autora expone: “En esencia, el cuidado de la vida no es una preocupación masculina. Aunque existe en la tradición el pensamiento humanista la defensa del cuidado de la vida como valor universal, se impone la cínica racionalidad económica patriarcal de la maximización de la ganancia que invisibiliza el trabajo de cuidados y exige, desde la moral, un modelo tradicional de familia donde las mujeres se hacen cargo de ellos sin reconocimiento económico”.

Y así también reconoce que el valor de la abnegación, sacrificio y consagración para el cuidado de las demás personas ha sido reservado solo a las mujeres por su naturaleza precisamente por el machismo, por ese patriarcado imperante en nuestras sociedades.     

Plantea demás que “el trabajo del cuidado se desarrolla a través de un amplio rango de acciones subjetivas, mediadas por el género, la raza, la clase social, la tradición entre otras. Los cuidados tienen significados diferentes relacionados a los afectos, emociones, sentimientos; sin dudas, necesarios para el desarrollo humano, sin embargo, estas subjetividades quedan ocultas en la medida que el centro de cuidados se subestima y se mercantiliza. Si aspiramos a vivir de una forma diferente hay que aprender a cuidarnos de otras maneras”.

“Las mujeres cubanas nos hemos incorporado a la vida pública y social sin dejar de asumir el trabajo de cuidados, lo cual nos significa una sobrecarga de trabajo y un movimiento continuo entre los distintos espacios de relaciones. Es un perenne ir y venir entre el trabajo remunerado y el no remunerado”. Esta es una de las frases más valiosas del texto escrito por Georgina Alfonso González.

¿Pero en tiempos de pandemia si cuidamos a otros en donde nos acordamos del cuidado de nosotras mismas?. Importante sería recopilar estrategias y experiencias de trabajo integrado que ayude no solo a visibilizar otras maneras de relacionarnos, sino que sirvan para que una vez superada la situación de la Covid-19 podamos establecer otros mecanismos, otras reflexiones y nuevas maneras de hacer dentro y fuera del hogar en relación al cuidado. 

Y entonces, las cifras hablan… aunque no todo lo que debieran

“Hemos acordado, en su mayoría, habitar casas. Pequeñas, de dos plantas, con ventanas amplias o de baños viejos. La casa, como diría el filósofo Gastón Bachelard, es un ser privilegiado en su unidad y complejidad. Pero hoy la casa es una fortaleza. Un resguardo contra una amenaza microscópica. Y así, los rincones de la casa se transformaron. Se volvieron un mundo más complejo. Laboral, deportivo y social; pero también donde se manifiestan nuestras únicas relaciones emocionales no virtuales. Y estos modos de habitar con otros pueden llegar a ser difíciles. Violentos. De puertas para dentro la casa puede ser un espacio peligroso para varios, en especial, para varias”.

Así comienza uno de los artículos que ha abordado el tema durante la pandemia. Violentadas en cuarentena, un texto de Nicole Martin de Argentina y Carlos Mayorga de Colombia nos alerta de la violencia de género, la violencia contra la mujer y la violencia intrafamiliar.

Este texto apunta que “en el marco del aislamiento social, la Secretaría de la Mujer de Bogotá y el Ministerio de la Mujer y Poblaciones vulnerables de Perú encontraron que, principalmente, han sido las mujeres las que han referenciado hechos de violencia. Mujeres agredidas por hombres (muchos de ellos sus parejas o exparejas); mujeres que dependen económicamente de otras personas; mujeres expulsadas a las calles, solas o con sus hijos e hijas, porque la casa ha dejado de ser un lugar seguro o tal vez porque nunca lo fue. Estas y otras violencias físicas, sexuales, psicológicas y económicas; se propagan y se alojan, al igual que el virus, en otras casas de más países en Latinoamérica”.

Según el Observatorio de Igualdad de Género de América Latina y el Caribe, solo trece países latinoamericanos poseen leyes de protección integral frente a la violencia contra las mujeres y 18 países tipifican el feminicidio.

Datos que nos ofrece el Observatorio Colombiano de las Mujeres, las llamadas a la línea 155 han aumentado en un 163% desde que comenzó la cuarentena hasta el 23 de abril.

En Argentina, las llamadas a la línea nacional 144 por violencia de género aumentaron en un 39 % mientras que en República Dominicana en marzo se registró un pico de 916 llamadas a la línea Mujer * 212.

En Paraguay el Ministerio de la Mujer confirmó un aumento del 50 % en las llamadas sobre hechos de violencia, en marzo de 2020.

Estos son algunos datos. Sabemos que la realidad supera las cifras; no todas las mujeres y las niñas y niños pueden llamar, ni todas las cifras que se quedan registradas corresponde a la situación real.    

En México en los primeros 17 días de cuarentena 538 mujeres fueron agredidas, 43 violaciones sexuales, 27 niñas violentadas y 2 feminicidios. En 2019 se registraron 98 niñas y adolescentes víctimas de feminicidios.

“A menos de 50 días de haberse reportado la presencia del coronavirus en el país, las mujeres víctimas de feminicidio serían 490, lo que significa que se encontrarían por encima incluso de la cifra de decesos por Covid-19” registrada hasta el momento en que se publicara el artículo.

Nadie Gasman, del Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres) precisó en ese mismo artículo que “cada día, diez mujeres mueren; cada dos horas y media una mujer es asesinada”.

Otra cifra que brinda razones para reconocer la desprotección de las mujeres en estos tiempos es que el 84,4% de los poderes judiciales en México suspendieron labores sin contemplar el funcionamiento de los recursos legales para prevenir y frenar la violencia contra las mujeres.

En tiempos de coronavirus el patriarcado permanece, se incrementa. Es entonces de vital importancia que si conocemos a alguna persona que esté pasando por situaciones violentas, a mujeres, a niñas, a personas LGTBIQ, a personas vulnerables, busquemos las vías para poder ayudar, colaborar, acompañar en esta situación. La solidaridad no es solo para combatir la Covid-19, sino también para salvar la vida de las personas que puedan estar en riesgo por el sistema patriarcal, por el machismo que puede estar en casa.

Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.. Fuente: mujeres.cu

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