Más allá del análisis clasista, marxista, de la realidad concreta, retrotraerse a los pensadores griegos que iniciaron los principios de conductas colectivas, resulta un ejercicio de clarificación.

Entre esas conductas la escuela cínica, cuyo mayor difusor fue Diógenes en el siglo V a.n.e., destaca por su actualidad en la posición del imperialismo con respecto a la crisis sanitaria del Covid-19, catalizadora de la profunda crisis del sistema capitalista, y que, monotemáticamente abordada por los medios de propaganda del sistema (con la “Brunete mediática” a la cabeza), actúa miserablemente en puntos tan relevantes para ¡la vida!, como es la guerra imperialista.

Un cinismo que, mediante la pandemia, por otro lado, muestra la catadura del sistema capitalista en los países con mayor desarrollo de sus fuerzas productivas y de su posición prevalente en la lucha de clases. Basta con citar, por regresar a las posiciones cínicas, la mortalidad de 400.000 personas que provoca la malaria anualmente en el continente africano, información silenciada en las tertulias, informaciones y debates del establishment mediático.

En medio de todo el proceso de contaminación vírica, el ejército del imperialismo yanqui desarrolla en territorio europeo el “Ejercicio Defender-20” con la participación de más de 30.000 soldados, que implementarían la táctica de cercar a Rusia, en una muestra palpable de lo que es la lucha por la hegemonía mundial. Aunque finalmente fueron suspendidas estas maniobras, el traslado de los soldados llegó a realizarse.

La guerra imperialista sigue siendo el patrón dominante para la imposición de los intereses del capital oligárquico monopolista contra los países que reivindican su soberanía y quieren ejercerla. Es la forma de imponer la hegemonía de forma criminal con un número de víctimas ilimitado (niños, mujeres, hombres, ancianos, etc), toda vez que la ocupación no se ha desarrollado por cauces incruentos, contando asimismo con la colaboración de las corruptas burguesías nacionales. Hay algunos datos, no obstante, que, proviniendo de fuentes universitarias norteamericanas, pueden resultar limitados. Estos datos apuntan a que, desde el 2000, las intervenciones directas norteamericanas se han desarrollado sobre 80 países, que han provocado 800.000 muertos, y el desplazamiento forzoso de más de 20 millones de personas.

No se conoce ninguna voz dentro de los sujetos de los pilares del sistema capitalista que reclamen un ¡ALTO EL FUEGO!, evidenciando su auténtica naturaleza en este contexto donde reclaman “la unidad política”, y la conciliación de clases para salir “juntos” de la crisis sanitaria.

Los pueblos de Afganistán, Siria, Palestina, Yemen, Sudán, el Sahel, son los que están padeciendo más cruelmente la intervención directa militar del imperialismo, pero existen muchas otras zonas del planeta donde la intervención es silenciada o edulcorada bajo el eufemismo de “misiones de paz”. Por poner el ejemplo del ejército español, colaborador directo de los intereses del imperialismo yanqui, que ha desarrollado “su trabajo” en 50 “misiones” en más de 30 países desde 1989, cuando ya pertenecía a la OTAN, después del filibustero referéndum que organizó el personaje de la CIA y la socialdemocracia en España, ¡Felipe González! (ver las obras de Grimaldos y Garcés al respecto).

Es el marco del ¡Alto el Fuego!, el que puede garantizar las condiciones para que prevalezca la vida como primer factor en la batalla contra este virus que está provocando una mortalidad sectaria, ya que afecta principalmente a la clase obrera y sectores populares que sobreviven en penosas condiciones económicas y de habitabilidad. Con ello, las teorías neomalthusianas adquieren realidad entre los que la defienden, difunden y promueven.

En el marco estratégico de la lucha por la Paz, es donde tenemos que desarrollar el trabajo a través de la consigna de forzar el ¡ALTO EL FUEGO!, batalla que identificará a los que defendemos la vida en sus auténticas dimensiones humanas y el PCPE está y estará en esa trinchera.

Victor Lucas

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