La reivindicación de la amnistía para todos los presos políticos del franquismo, junto con la consigna de la disolución de los cuerpos represivos era una consigna unánime en las movilizaciones populares de los principios y mediados de los años 70. La reivindicación de la amnistía se refería exclusivamente a los presos políticos antifascistas. Ninguno de los antifascistas muertos en lucha por la amnistía, murió para que sus asesinos fascistas gozaran de impunidad eterna.  

Finalmente  la Ley 46/77, de Amnistía, con una adición de última hora consensuada por los franquistas con el PSOE y el PCE, transformó la amnistía de los antifascistas en una ley de punto final de la investigación de los crímenes perpetrados en 40 años de fascismo. 

Uno de los beneficiados por esta Ley fue el sádico torturador Juan Antonio González Pacheco, apodado así por los universitarios madrileños desde comienzos de los 70, porque a su condición de verdugo unía una inconmesurable chulería y poses peliculeras. Una muestra de su absoluta bravuconería y falta de arrepentimiento me la contó un compañero abogado que en su época de estudiante fue torturado por Billy el Niño. Muchos años después se vieron en un juicio por unos robos en una empresa y González Pacheco era no recuerdo ahora si testigo o perito en su calidad de jefe de seguridad. Al acabar el juicio se dirigió al abogado y sonriente le dijo “hay que ver como cambian las cosas antes te interrogaba yo a ti y ahora tú me interrogas a mi”, Carlos que así se llamaba el compañero le espetó tajante “sí pero yo no te he torturado”   

Ingresó muy joven en la policía, adscribiéndose inmediatamente a la Brigada Político Social, pronto se erigió en el mejor alumno de otro veterano torturador Roberto Conesa. Este comisario instruyó al sayón González Pacheco, infiltrado en 1.939 en el Socorro Rojo contribuyó a la detención y posterior fusilamiento de 13 militantes de las JSU, las conocidas como las “13 rosas rojas”. También participó en la detención y fusilamiento del dirigente del PCE Heriberto Quiñones. Quien tuvo que ser fusilado en una silla porque tras su paso por la Dirección General de Seguridad tenía la columna vertebral rota y no podía sostenerse en pie.

Mucho más tarde en 1.975 dirigió la detención y tortura de los militantes del FRAP, fusilados el 27 de septiembre.

En los últimos tiempos Juan Antonio González Pacheco, Billy el Niño, fue la mano derecha de Conesa y aventajado delfín en la práctica de la tortura, desarrollando una carrera propia en el mundo de la guerra sucia:  implicado en la matanza de Atocha, aunque no se llegó a probar su participación directa  En el juicio por dos asesinatos patrocinados por el Estado español en el Bar Hendayais en Bayona, fue señalado como el enlace entre la policía y los asesinos a sueldo del Batallón Vasco Español. Uno de ellos el mercenario Jean Pierre Cherid muerto manipulando una bomba en el sur de Francia contra un refugiado vasco. Tan clara era su relación con el Ministerio del Interior que su viuda pidió una pensión al Estado por su muerte en “acto de servicio”...   Avalista en esta solicitud firmaba un policía en excedencia llamado Juan Antonio González Pacheco.

Pero más allá de la relación maestro-alumno lo que queda patente es la continuidad del régimen fascista de 1.939 en los aparatos policiales a la muerte del dictador. Billy el Niño nunca fue juzgado, ni siquiera depurado. Pidió en 1.982 la excedencia y fue contratado como jefe de seguridad de la Renault ganando mucho más que en su trabajo anterior.

Siempre fue protegido por el Estado y sus cloacas. La Audiencia Nacional denegó su extradición para ser interrogado en el marco de la querella argentina por múltiples acusaciones de tortura, amparándose en la ley de punto final de 1977 y en la prescripción, cuando ésta es inaplicable a los delitos de lesa humanidad. La magistrada Concepción García Espejel lo protegió incluso en su comparecencia ante la A.N., prohibiendo, en contra de lo usual, la grabación de su imagen, 18 denuncias efectuadas en juzgados de la “democracia española” por víctimas de su celo torturador fueron archivadas. Sólo una causa permanecía abierta en un juzgado desde hace un año, que ahora será sobreseída por extinción de la responsabilidad penal.

La consecuencia de la ley de punto final supuso la impunidad y la continuidad de connotados fascistas en los aparatos represivos del Estado- también en el ejército y la judicatura-. Sin ánimo de ser exhaustivos citaremos un par de casos paradigmáticos.

Conesa fue sustituido por  Manuel Ballesteros, nombrado en 1.981 jefe del Mando Único de la Lucha Contraterrorista, fue cesado ese mismo año por su implicación en el ametrallameinto del bar Hendayais. Rescatado por el PSOE estuvo en el Gabinete de Información del Mº del Interior desde 1.987 a 1.994.      

Los tres policías que participaron en la muerte del estudiante de dferecho Enrique Ruano en 1.969, antes de jubilarse como comisarios fueron condecorados 26 veces, la mayoría de las condecoraciones posteriores a 1.975, Celso Galván perteneció a la escolta de la Casa Real, otro fue nombrado por el PSOE comisario en Torrejón de Ardoz y el otro ocupó cargos de libre designación en la Delegación del Gobierno en Madrid.

Refleja cruelmente esta continuidad algo que me contó el preso político Francisco Brotons Beneyto, quien había estado detenido y torturado antes de lo que se ha llamado la Transición. Detenido nuevamente el 9 de octubre de 1977 en una operación comandada por el entonces llamado “superagente Conesa” y Billy el Niño, los antiguos miembros de la Brigada Social rebautizada como Brigada Central de Información le hicieron entrar en una habitación para presentarle a una vieja amiga suya.... el instrumento de tortura conocido como la “barra”. Le dijeron con canallesca sorna ”la conoces verdad, pero ahora no es la misma de antes es la “barra democrática”.

Blanquearon los aparatos coercitivos, el poder económico estrechamente vinculado al franquismo, las instituciones políticas, el Movimiento Nacional reformulado en UCD, el ejército del 18 de julio y la jefatura del Estado y también ... los instrumentos de tortura, la barra fascista transmutó en barra democrática.

Billy el Niño entró en la policía en 1969 y la dejó en 1982, en 13 años atesoró 5 condecoraciones, algunas pensionadas y concedidas después de la muerte de Franco. El 1 de junio de 1977 fue condecorado con la medalla de plata al mérito policial, su mentor Conesa con la de oro. En 1997 a través de terceros (su esposa) constituyó la empresa SPAS Consultores (Servicio de Prevención de Atentados y Secuestros). Recientemente el Comisario García Castaño implicado en el caso Villarejo, ha declarado en sede judicial que el inspector jefe Constancio Riaño facilitaba información confidencial de los archivos policiales a Billy el Niño para su empresa. En octubre de 2018, el jefe de la Comisaría de Ciudad Lineal invitó a González Pacheco a la copa de vino español ofrecida en la fiesta del santo patrón de la policía. Fuera de la policía siguió teniendo oscuros tentáculos dentro. Al fin y al cabo era un especialista en tramas negras.

El  gobierno “progresista” no ha tenido tiempo ni voluntad de retirarle ninguna de las condecoraciones. El 7 de mayo ha fallecido víctima del COVID 19 y su negra biografía me evoca el poema de Pablo Neruda “el General Franco en los infiernos” escrito cuando los fascistas bombardeaban a la población civil de Madrid en 1937. Dedicado a Franco es perfectamente extensivo a su sicario Juan Antonio González Pacheco.

“Como el agudo espanto o el dolor se consumen,

ni espanto ni dolor te aguardan. Solo y maldito seas,

solo y despierto seas entre todos los muertos,

y que la sangre caiga en ti como la lluvia,

y que un agonizante río de ojos cortados

te resbale y recorra mirándote sin término”.

Andreu García Ribera

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