La celebración del 8 de marzo nació indisolublemente ligada al movimiento obrero, como tantas otras conquistas, arrebatada de la memoria colectiva nos es devuelta domesticada y funcional para las clases dominantes.

El 8 de marzo surgió vinculado no sólo a la lucha por el voto de las mujeres, sino especialmente a la lucha por mejores condiciones de trabajo para las trabajadoras de fines del siglo XIX y principios del XX. La revolución industrial, que incorporó a mujeres, niñas y niños a la producción, significó para ellos la transición de la servidumbre del hogar, que no terminó, a la servidumbre del taller o la fábrica. Las mujeres sufrieron largas horas de trabajo sin descanso, los salarios a la mitad que los hombres y también fueron víctimas de acoso sexual por parte de los empleadores. Además, eran relegadas a trabajos considerados más “aptos” para ellas como las tabacaleras, liando cigarrillos.

En estos años de cambio en que el movimiento sufragista burgués aparecía y reivindicaba el voto sólo para las mujeres propietarias, que querían equipararse a los hombres de su clase, sin especial preocupación por las condiciones generales de las mujeres. Las mujeres trabajadoras también se organizaron uniéndose a las organizaciones burguesas o formando sus propios sindicatos, haciendo avanzar las posiciones del feminismo de la época al derecho al voto de todas las mujeres, sin distinción de su posición económica

Podemos definir entonces como el primer germen de esta señalada fecha el año 1908 cuando en EE. UU. las obreras de la compañía textil Triangle, tras una larga huelga, consiguieron convocar y reunir en las calles a más de 15.000 trabajadoras de distintos sectores que reivindicaban jornadas laborales más cortas y mejores salarios.

Tras este gran hito sería en el año 1909 cuando el Partido Socialista Americano propuso celebrar el día nacional de la mujer para reivindicar no sólo el voto de la mujer, sino la igualdad salarial respecto a los hombres.

Mientras todas estas luchas se daban en el continente americano, en la escena europea Clara Zetkin y Rosa Luxemburgo hacían frente al feminismo burgués y promovían el feminismo de clase poniendo el foco sobre la opresión que sufrían las trabajadoras, y cómo las sufragistas, si bien podía parecer que en la actividad en las calles se unían a las mujeres trabajadoras, a la hora de la verdad no dudaban en unirse a los partidos liberales que perjudicaban los derechos de las mujeres trabajadoras y no compartían sus reivindicaciones más avanzadas socialmente y laborales.

Esta agitación a nivel mundial lleva a que, en 1910, durante la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas en Dinamarca, Clara Zetkin proponga la celebración de un día internacional de la mujer trabajadora siguiendo el ejemplo de las camaradas americanas, planteando el mes de febrero, pero no fijando una fecha concreta de celebración. Esta moción es aceptada y podríamos decir que este es el surgimiento inicial de este día señalado.

En marzo de 1911 es celebrado por primera vez el Día Internacional de la Mujer Trabajadora en Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza, aún sin una fecha concreta.

El 8 de marzo de 1917 se daría en la Rusia zarista el acontecimiento que finalmente señalaría este día en el calendario, pues las trabajadoras, en su mayoría del sector textil, hartas de la guerra imperialista y la escasez de comida se declaran en huelga y toman las calles, animando a sus compañeros a seguirlas en la lucha y dando así el impulso necesario a las jornadas que finalmente derrocarían al Zar Nicolás II y se convertiría en el primer día de la revolución.

Una vez fijado este día, cada vez fueron más los países que durante los siguientes años se sumarían a la celebración de este día con un marcado carácter de clase y un espíritu de lucha.

¿Y por qué entonces el debate actual entre Día de la Mujer o Día de la Mujer Trabajadora? No será hasta 1975 en que la ONU decida declarar el 8 de marzo como “Día de la mujer (sin más adjetivo) y la Paz Internacional”. ¿Por qué? Con el fin de negar esa doble opresión que las mujeres trabajadoras sufren y poner este día al servicio de las clases dominantes intentando aparentar que ninguna conexión existe entre sistema capitalista y patriarcado.

Pero, a día de hoy, se hace más indispensable que nunca recuperar el carácter de clase de este día, pues la lucha contra el capitalismo se hace hoy más dura y su expresión contra la mujer es cada vez más clara:

  • Continúa existiendo la brecha salarial, hasta un 37% que se incrementa con la edad.

  • Las pensiones, ya de por sí miserables, femeninas no alcanzan para subsistir.

  • Seguimos teniendo mayor tasa de paro, de temporalidad y de parcialidad que se traduce en mayor desigualdad salarial y mayor vulnerabilidad social.

De entre los contratados a tiempo parcial en el último trimestre de 2019 en España el 74% eran mujeres. 

De las personas que en 2019 declararon que elegían jornada parcial por el cuidado de niños, adultos enfermos u obligaciones familiares el 93,9% eran mujeres.

  • Seguimos sufriendo violencia estructural y acoso sexual en el entorno laboral.

  • No ha desaparecido el miedo al despido por embarazo, ya que la baja por paternidad no es de la misma duración y de obligado cumplimiento.

  • La jornada laboral inflexible y larga no permite la conciliación familiar.

En este contexto, en el que cada vez se hace más evidente la precariedad laboral de la mujer no debemos olvida su importante papel en la lucha obrera. La lucha de las Kellys, de las Espartanas de Coca Cola, de las trabajadoras de residencias de Bizkaia o de las limpiadoras de Ferrovial de Murcia son sólo algunos ejemplos de la lucha de la mujer obrera, que nada tiene que ver con el carácter interclasista que se intenta imponer en el movimiento feminista. Debemos por ello fijarnos en el ejemplo de estas compañeras y levantarnos a la lucha siendo conscientes de que la lucha obrera contra el sistema capitalista no será posible sin la lucha de la mujer.

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