Aún recuerdo las interesantes discusiones que solía mantener los viernes por la tarde con algunos compañeros y amigos en la cervecería Napargar de Pamplona. Aún recuerdo cómo María abogaba por la implantación de la renta básica universal (RBU) con objeto de salvar la pauperización de la clase trabajadora derivada de su creciente desempleo, fruto de la automatización de los procesos productivos. Sin embargo, pienso que, independientemente de otras implicaciones de carácter negativo de la RBU, esta no es una solución apropiada al mencionado problema derivado de la mecanización. En esta breve nota discuto por qué desde una perspectiva crítica.
Según un estudio de McKinsey Global Institute, se espera que alrededor de 375 millones de puestos de trabajo en el mundo sean automatizados para el año 2030. Las expectativas son consistentes con la dinámica de los capitales individuales, los cuales buscan mejorar su posición competitiva en el mercado a través de la automatización de sus procesos de producción. Recordemos que, también en términos agregados (es decir, para el conjunto de la economía de una determinada sociedad), la rentabilidad, g’, se puede expresar como g’ = p / (c + v), donde p simboliza la plusvalía o ganancia, c representa la inversión total en capital constante y v se refiere a la masa de salarios y gastos vinculados. Resulta evidente que, con el avance de la mecanización, la inversión en capital constante c tiende a aumentar a la par que la masa dedicada a salarios y gastos vinculados v tiende a reducirse por la menor necesidad de mano de obra. ¿Y qué ocurre con la plusvalía o ganancia p? En multitud de ocasiones se pierde de vista que el producto de valor atribuible al trabajo humano es p + v. En otras palabras, que la plusvalía o ganancia exclusivamente procede de una parte no retribuida de trabajo humano. Así, dado un grado particular de explotación del trabajo asalariado, si v decrece como consecuencia de la automatización, también lo hará p, reduciéndose además la rentabilidad g’ del conjunto de la economía de la sociedad.
Como sabemos, la RBU se puede definir como un ingreso que percibe todo ciudadano o residente de un Estado por el simple hecho de serlo y cuya magnitud es suficiente como para cubrir las necesidades básicas del ser humano. Por tanto, la RBU es, a todas luces, un ingreso injusto al ser recibido por cualquier persona independientemente de su condición, de la magnitud de su renta, etc. Por ejemplo, la RBU sería percibida tanto por un trabajador parado como por Ana Patricia Botín.
Al margen de la crítica anterior, existe un claro problema de viabilidad de la RBU al ser planteada como posible solución a la cuestión derivada de la automatización. La RBU, gestionada por el Estado, habría de ser financiada mediante impuestos, los cuales, en esencia, provienen de las rentas del trabajo y, aunque de un modo irrisorio particularmente en España, también de las rentas del capital. En otras palabras, provienen de parte de v y p. Si, fruto de la mecanización, v y p tienden a su disminución tal y como hemos discutido, en el momento actual en el que las dificultades de valorización del capital social ya han puesto al Estado de bienestar contra las cuerdas, resulta incongruente pensar en la posibilidad de un aumento impositivo sobre unos decrecientes v y p para financiar una RBU que es potencial fuente de inflación. De hacerlo, se aceleraría el ritmo de decrecimiento tendencial de la rentabilidad del conjunto de la economía, lo que favorecería a su vez el surgimiento de más frecuentes e intensas crisis y comprometería la propia viabilidad del sistema de producción capitalista en un menor espacio de tiempo. En conclusión, la implantación de la RBU para tratar la cuestión de la pauperización derivada de la mecanización sólo agudizaría las contradicciones en el seno del actual modo de producción social, lo cual no debería descartarse como método de lucha para la superación de la base económica hegemónica.
Iván López
NOTA EDITORIAL: Desde la Redacción de UyL coincidimos en la exposición de los términos en materia de economía política que desarrolla el autor, aunque no compartimos la conclusión a la que se llega al final, y la propuesta de la reivindicación de una Renta Básica Universal como parte de la táctica de lucha. Consideramos que las reivindicaciones principales deben ir hacia medidas directas de alivio y beneficio para el pueblo trabajador, y no a través de medidas económicas que no tienen en cuenta la división actual de las clases sociales entre explotados/as y explotadores.
No obstante, consideramos de utilidad su publicación, puesto que gran parte de la exposición ayuda a desmontar la RBU como reivindicación favorable a los intereses de la clase trabajadora.