Ciudadanía es la palabra más persistentemente de moda. Parece raro que no la hayan "elegido" palabra del año. Aunque la "elegida" (vivimos democráticamente, elegimos hasta las palabras) está en estrecha relación con ella: populismo.
Difundir y asentar en el imaginario colectivo la palabra ciudadanía es un arma de excepcional calibre en la guerra que el sistema esgrime permanentemente para imponer su dominación ideológico-política a las masas trabajadoras, Especialmente a la clase trabajadora para que no se reconozca como clase y, menos, sea capaz de fugarse del presidio ideológico del sistema del capital y quiera movilizarse por sus verdaderos intereses.
Podemos, primero como grupo, partido político después, ha manejado con amplitud y soltura este término, aportando su óbolo al caudal de la dominación ideológica burguesa y haciendo verdad, para mal, aquello ya dicho por Marx de "las ideas se convierten en fuerza material cuando arraigan en las masas" (más o menos). No en vano su afición por las palabras huecas, proviene de la más genuina e intelectualizada corriente populista: la de los Mouffe-Laclau.
Podemos surge desde la asunción de una de las teorías llamadas postmarxista y que no es otra que la teorizada por Laclau y su compañero: quizá la más trabajada teoría del populismo. Teoría que tras muchos recovecos regurgita dos cuestiones fundamentales. 1) No existe ninguna lucha social privilegiada, el capitalismo moderno ha aniquilado las grandes identidades comunes, en especial la de pertenencia a una clase social concreta y, en particular, la identidad de la clase trabajadora; 2) Atribuir a todo significado la capacidad para ser incluido en marcos sociales antagónicos y reclutar "transversalmente" cualquier reivindicación, que una vez unificada con otras nos dirigen hacia la democratización social, hacia la democracia radical.
Con ese bagaje intelectual, apoyados con amplitud desde el propio sistema y aprovechando la ola de descontento, la "indignación", de amplias capas, Podemos ha cumplido su papel de desactivador del descontento y reconducido la movilización hacia el horizonte pequeñoburgués previsto. Que no es otro que asentarse en el edificio de la democracia burguesa, representar a gran parte de los que antes no se sentían representados por nadie y permitir a unos cuantos vivir de las prebendas que otorga el sistema (la disolución de la rama Juventud sin futuro y la nueva colocación de sus componentes más característicos, ya con futuro asegurado, suena a algo así como a tongo en el deporte).
El proyecto Podemos no ha conseguido, sin embargo, el resultado previsto por sus dirigentes. Desde el mismo instante, y usando parte de su modelo, el sistema fabricó por la derecha un competidor que esgrimió una de las armas favoritas del populismo, la de los significantes flotantes y los significantes vacíos. Ciudadanía y regeneración democrática han sido y son lemas favoritos de Ciudadanos.
Además, aunque parece que lo han resuelto ya o van camino de resolverlo, han de asentar y legitimar la jefatura del nuevo partido, asunto complejo y que pareció antes de Vista Alegre II situarles al borde de la ruptura. Uno de los "consejos" de la teoría de la que ellos participan es que haya un jefe carismático e indiscutible capaz de manejar los sí, pero no, y los no, pero sí y aglutinar "políticamente" a todas las disparidades existentes.
Sin embargo, sí han logrado éxito en disminuir y en gran medida desactivar las esperanzadoras movilizaciones que iban fraguándose. Lo que sitúa a todos los que queremos conseguir la independencia política e ideológica de la clase obrera en una tarea ardua y, también, gratificante. Pues no es hora de esperar, sino de luchar.
Y organizar.