El pasado sábado 25 de marzo el PCPE participó en el mitin organizado por el Partito Comunista di Italia,en Roma con la participación también del Fronte de Giovinale Comunisti y delegaciones de PCR de Francia, un camarada de la Juventud Comunista de Austria y un Eurodiputado del KKE. Por parte del PCPE intervino el camarada Quique Margalef, miembro del Secretariado Político del CC del PCPE y Responsable de la Secretaria de MOyS.
Se reproduce la intervención preparada por el SP del PCPE en este evento:
CONTRIBUCION DEL PCPE AL ENCUENTRO EN ROMA EL 25 DE MARZO DE 2017 CONTRA EL TRATADO DE ROMA.
Estimados camaradas:
Como miembro del Secretariado Político del Comité Central del PCPE y Responsable de Movimiento Obrero y Sindical deseo agradecer al Partido Comunista de Italia la invitación para estar presentes en este acto de protesta ante los 60 años del Tratado de Roma. Al mismo tiempo, transmito el más fraternal saludo internacionalista y proletario a todos los demás partidos presentes en estos actos de denuncia del origen imperialista de la UE. El Tratado de Roma supuso uno de los primeros pasos para conformar la estructura imperialista europea enemiga de la clase obrera y los pueblos que hoy padecemos y motivo de combate en nuestro quehacer diario desde hace años.
El PCPE ya desde su misma fundación en 1984 así lo denunciaba en las tesis salientes del I Congreso de Unidad de los Comunistas:
“La concentración y la internacionalización del capital son base objetiva que impulsan los organismos de coordinación económica, política y militar del imperialismo. Las líneas de coordinación económica, política y militar del imperialismo…
El Mercado Común
El proceso de integración económica que ha dado lugar a la formación del Mercado Común Europeo es un aspecto importante de la nueva configuración del imperialismo en la etapa actual. Un conjunto de naciones, que salieron debilitadas de la Segunda Guerra Mundial por el hundimiento de sus imperios coloniales, firmaron el Tratado de Roma con la finalidad de establecer una barrera exterior común, ampliar sus mercados internos y aumentar su peso económico en la competencia internacional. Se trata de un reagrupamiento regional de viejas potencias coloniales para proteger sus mercados y fortalecer sus monopolios en la disputa por el mercado mundial. Es decir: lo que se produjo fue un proceso de reestructuración imperialista. Nada tuvo que ver la voluntad de los pueblos europeos en un proceso de tal naturaleza. Sin embargo, la fuerte expansión económica que impulsó el Mercado Común, en la segunda mitad de los años 50 y 60, permitió a la burguesía europea extender su hegemonía política, ideológica y cultural. Las capas intermedias existentes y las que surgieron en el proceso de expansión se identificaron con los proyectos de la clase dirigente, imaginando una “eterna sociedad del bienestar”. Sectores importantes de la clase obrera, situados a la defensiva, se dejaron ganar por la tentación reformista. El ascenso de los partidos socialdemócratas en Reino Unido, RFA, Francia, Suecia y otros países y las desviaciones reformistas en el propio movimiento obrero de tradición comunista son los resultados más palpables del fenómeno anterior y de la presión ideológica de la burguesía. Esto explica que algún parido comunista haya aceptado el Mercado Común, FMI e incluso la OTAN, dejándose arrastrar por la corriente del imperialismo europeo - como si por el hecho de ser europeo dejara de ser imperialista -, mientras mantiene su oposición a las formas más brutales que la dominación imperialista adopta en el tercer mundo.
La política de los comunistas con respecto al Mercado Común debe basarse en una posición de clase nítida y firme. La integración económica europea es, sin duda, una operación de matriz imperialista. Incluso, las relaciones económicas en el seno de la CEE son relaciones de carácter imperialista. La división del trabajo en el interior de la Comunidad es una división desigual propia del sistema imperialista…
Mientras tanto, el “europeísmo” es la forma que adquiere actualmente la ideología del imperialismo en la Europa Occidental. La ideología de la burguesía monopolista ha influido sobre los partidos de extracción obrera, que han tendido a “europeizar su política”. La aceptación acrítica del Mercado Común, como si el proyecto económico de la burguesía monopolista europea fuera la expresión de los intereses de todos los europeos, es ajena a la teoría marxista de la lucha de clases, y no podía traer otra consecuencia que el debilitamiento de la tradición revolucionaria del movimiento obrero en la Europa Occidental. En 1916, Lenin ya había advertido de los peligros del “chovinismo europeo” que, en el fondo, supone una tolerancia de los partidos socialdemócratas con respecto a las apetencias imperialistas de la burguesía, estimula las tendencias conciliadoras y reformistas en el seno del movimiento obrero y sólo sirve para acentuar el predominio de las clases explotadoras. En la actualidad, el eurocomunismo considera a Europa – y a los regímenes parlamentarios imperantes en su mitad occidental - como la medida de todas las cosas y, bajo el manto de un “europeísmo” tomado de prestado, ignora la verdadera relación entre los hechos económicos y su plasmación política, por lo que su influencia sobra una parte de la clase obrera europea amplía el ámbito del reformismo socialdemócrata tradicional. No se puede esperar que la conciencia revolucionaria se desarrolle sin “conciencia antiimperialista”.
El triunfo de la contrarrevolución en la URSS, y otros países que construían el socialismo a principios de los noventa del siglo pasado, dejó libres a las fuerzas del capitalismo - sin el freno que suponía el bloque socialista - , lanzándose entonces a una carrera desenfrenada para tratar de recuperar el tiempo perdido. Así, se aceleran las condiciones para la tormenta perfecta que lleva a la debacle la última la crisis capitalista que seguimos arrastrando desde el 2007.
En este escenario de la crisis mundial del capitalismo, todos los factores de la falta de cohesión interna del proyecto de la UE se agudizan. La oligarquía, entonces, desata una brutal guerra contra la clase obrera, ataca todos los derechos que ésta consideraba conquistados y sin retorno, aumenta la tasa de explotación de la fuerza de trabajo de una forma brutal y somete a un empobrecimiento extremo a millones de trabajadores y trabajadoras (un ejército de reserva de casi 30 millones de obreros y obreras sin empleo en la UE). El abismo existente entre la minoritaria élite oligárquica y la clase obrera y los sectores populares se agiganta aún más. El espacio para el consenso y el pacto social se estrecha hasta lo más mínimo, se agudiza la confrontación en la lucha de clases y un fantasma vuelva a recorrer Europa: “todas las fuerzas de la vieja Europa se han unido en santa cruzada para acosar a ese fantasma”: Merkel, Hollande, Rajoy, Tsipras, Theresa May…
Otros males son síntoma de la cercanía de una posible salida violenta para recomponer al capitalismo y volver al modelo más represivo que pretende recuperar la tasa de ganancia reducida por su permanente caída tendencial: el auge de los movimientos reaccionarios y xenófobos. En la antesala de las confrontaciones bélicas interimperialistas la horda ideológica fascista se mueve alimentada por las mismas políticas europeas que padecen las y los trabajadores que huyen de intervenciones bélicas donde la UE es promotora de primer orden como en África y Oriente Medio. Esto está llevando a avanzar a posiciones que conducen a capas populares a refugiarse ante estas ideologías reaccionarias, intentando identificar al más débil como chivo expiatorio: los refugiados y migrantes son moneda de cambio para más represión y violencia para luego justificar mayores cuotas de capitalismo puro y duro. Con el fascismo, con la xenofobia, no se media, se les combate hasta su aniquilación. No podemos dejar que estos movimientos lideren las políticas antieuropeístas hacia un capitalismo proteccionista, de carácter ultranacionalista y belicista, que consigan arrastrar a amplias capas de la clase obrera y popular.
Este acto es un gran paso para unir y hacer ver la contundente y clara posición de los partidos comunistas y obreros contra la Europa imperial. El PCPE trabaja para avanzar en iniciativas de coordinación, por lo que saludamos iniciativas como la de hoy. Para el PCPE “LA SALIDA DEL EURO, LA OTAN Y LA UNIÓN (UE)” puede convertirse en un guión de la lucha diaria contra el imperialismo.
Cuanto antes consigamos recuperar la hegemonía en las amplías masas obreras y populares que hoy se dejan llevar populismos reaccionarios y oportunistas (Alberto Garzón, Pablo Iglesias, Tsipras, Grillo…) antes llegaremos al PODER OBRERO y AL SOCIALISMO. Debemos trabajar para que no les distraigan los oportunistas del PIE, todos estos nuevos discípulos de Berstein.
Preparar a todos los Partidos Comunistas en Europa para que en sus filas pasemos a la ofensiva y que en ella se vea reflejada y suya la clase obrera para incorporarse al combate decisivo en el que el único final pueda ser la victoria sobre el capital europeo.