Podemos decir, sin lugar a dudas, que la investigación de la reproducción humana y de técnicas de reproducción asistida, y, sin duda, la legalizacíon y desarrollo de las técnicas abortivas, han sido grandes avances científicos que se han traducido en un mayor poder para las mujeres a la hora de decidir sobre su vida, a la misma vez que chocaba y sigue chocando contra las ideas más tradicionales entorno a la familia o la sexualidad, pero por otro lado, en algunos casos se han convertido en una forma más de opresión para las mujeres de la clase obrera.

La donación de óvulos se ha visto incrementada desde el comienzo de la crisis en 2007, lo que pone de manifiesto que la mayoría de las mujeres que donan sus óvulos lo hacen arrastradas por la encrucijada a las que las enfrenta este sistema capitalista en crisis estructural, este sistema agonizante.

Las mujeres que donan óvulos están entre los 18-35 años, al estar en el mejor momento de su etapa reproductiva. Así, no es raro ver campañas en los campus universitarios de clínicas privadas que se dedican a las técnicas reproductivas y, aunque según la Ley 14/2006, las donaciones de este tipo no podrán tener fin mercantil, pero cabe la posibilidad de que se dé una cuantía de dinero como indemnización por las molestias. En el caso de los hombres, por donar semen la cuantía suele rondar los 60€, en el caso de las mujeres varía entre los 600 y 1000e según la clínica, dado que en este caso hay todo un proceso en el que la donante tiene que seguir un tratamiento hormonal y un estricto seguimiento médico.

Situando esto a nivel histórico, podemos ver claramente cómo el desarrollo técnico que ha facilitado el control de la natalidad pocas veces ha dejado de estar impregnado de un carácter clasista y patriarcal.

Al final, las que terminan donando, las que terminan alquilando sus vientres, son en esencia las mujeres obreras que intentan sobrevivir, sometiéndose así a tres exclavitudes: la laboral, la familiar, y la reproductiva. Puede que la explotación reproductiva parezca temporal, ya que la gestación o la misma donación de óvulos tiene una extensión de unos cuantos meses. No obstante, los efectos del tratamiento pueden perdurar para siempre en el cuerpo de la mujer, además de las secuelas psicológicas que puedan perdurar en estas mujeres el resto de sus vidas. La falta de estadísticas, y el silencio al respecto de una industria en pleno crecimiento dice el resto.

En los tres últimos años aumentó en un 15% el número de mujeres que se presentaron como candidatas a donar sus óvulos para que otras mujeres puedan ser madres, principalmente lo hacen madres solteras y estudiantes.

El aumento de jóvenes estudiantes que donan sus óvulos es alarmante, sobre todo porque es una manera de poder costearse los estudios, en un momento, en que la crisis capitalista deja sin posibilidades de ir a la universidad a los hijo e hijas de la clase obrera.

Si las mujeres conocieran el proceso y sus riesgos, quizás se decidirían por otra cosa. Y aunque optaran por este método, al menos sabrían que pasará en sus cuerpo a corto, medio y largo plazo. Porque las hormonas continúan allí y a pesar de que es difícil hacer estadísticas (porque pueden estar influenciadas por otros factores), ya se habla de la incidencia en el cáncer de mama, de ovario, endometriosis, etc.

Las mujeres no son informadas de los riesgos y las complicaciones a corto y largo plazo, no tienen un seguimiento cuando comienzan a sufrir problemas sanitarios. Sin tener a disposición los datos a largo plazo sobre las técnicas de sobreestimulación, es evidente que las mujeres no pueden ser informadas adecuadamente sobre los eventuales riesgos para la salud.

B.R.

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