Sólo me quedan 400 palabras. No parecen suficientes para una mujer que murió en 2011 con casi 101 años de lucha en su haber. Sin claudicar jamás, sin ningún asomo de soberbia. Acuden en mi ayuda las palabras que sobre Fanny dijo otra de las imprescindibles, Vilma Espín, y que resumen magistralmente una vida intensa de militancia y de paciencia revolucionaria: “siempre me ha gustado escucharla (a Fanny) no sólo por su sabiduría acumulada, sino también porque ha tenido la dicha de vivir intensamente”.

Nacida en 1911 en San Francisco (Argentina) como Fanny Jacovkis, hija de la inmigración que huía de los progroms zaristas, madre rusa y padre rumano, creció en un hogar humilde y modesto “que también tenía muchos dolores” según sus propias palabras. Los primeros recuerdos marcarían su subjetividad, sus padres la llevaban a actos y mítines y en 1921 participó con ellos en la campaña de ayuda a los hambrientos del Volga. Las luchas populares de su infancia las vivió como propias y afirmaba que “siempre sentí los dolores de la gente”. Pronto debió ponerse a trabajar, pues los estudios se reservaron para sus hermanos varones, tal como marcaban los preceptos patriarcales de la época y un ejemplo más de la opresión que vivían las mujeres. Con 14 años empezó a trabajar en un taller textil y más tarde como maestra de música.

Con 20 años ingresó en el Partido Comunista de la Argentina, presidenta y miembro de su C.C. hasta su fallecimiento, fue integrante del Socorro Rojo Internacional y siempre ha mantenido que esa solidaridad con los presos políticos y gremiales, sobre todo tras el golpe de estado de 1930 contra el presidente Irigoyen, le permitió estar cerca de las luchas obreras y políticas, de las grandes huelgas y acciones con extraordinaria participación de mujeres, y que todo ese acervo marca lo que vendría después. Después vendría toda su incansable militancia antifascista y su viaje a España con las Brigadas Internacionales ya apellidada Edelman. 2 años junto a María, Matilde, Miguel… Experiencia que la marcó en lo personal y político y que plasmó en su libro de memorias “Banderas, pasiones camaradas”.

Después vendrían otras muchas campañas internacionales como la de la URSS durante la Segunda guerra mundial, Portugal, Nicaragua, Vietnam, Chile y desde 1947 hasta 1997 también tareas en la Unión de Mujeres de la Argentina o en 1972 la secretaría de la Federación Democrática Internacional de Mujeres (FDIM).

Su militancia comunista, feminista y antifascista son las señas de identidad de una mujer que luchó toda la vida, hasta el final de sus días. 

Lola Jiménez

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