“A veces soy tan humilde que se me olvida que soy la hostia. ¿Cómo no me vais a conocer, si estoy todo el día en la televisión? Así a bote pronto que yo recuerde salgo: en La Sexta Noche, en Las Mañanas de Cuatro, en La Tuerka, he colaborado con Intereconomía y no sé si con 13TV, yo creo que sí…
Y pensar que todo esto comenzó con una Quechua del Decathlon en la Puerta del Sol un 15m…”. Seguro que muchos de ustedes se rieron a gusto al escuchar estas frases en boca de Pablo Iglesias… imitado por el cómico Joaquín Reyes. Es difícil aguantarse la risa durante todo el sketch. Y sin embargo, cuando acaba, es también bastante complicado no dolerse de una agria certeza, aquella que nos dice que cuando la farsa se parece tanto a la realidad, algo va muy mal para los trabajadores.
Si algo aprendió la oligarquía española después del terrible —para el pueblo— 11 de marzo de 2004, fueron dos cosas: que en situaciones de crisis tenían que ser más cuidadosos con sus mentiras, y que había que mantener siempre un recambio a punto para la gestión del poder.
Diez años después, la rueda bipartidista ha dado una vuelta entera, pinchándose en la crisis más grande del sistema capitalista; el bloque de poder en España se encuentra en una situación de quiebra a todos los niveles, como no experimentaba desde hacía cuarenta años. Entonces, las élites del país decidieron liquidar la forma dictatorial del Estado por una Monarquía parlamentaria. Hoy nos encontramos con una reedición de aquellos esquemas, el acomodo de fuerzas de careta progresista en la gestión del sistema, como partidos de regeneración y refresco que exploten el descontento y las ilusiones de la clase obrera.
La falla en la base económica del capitalismo español ha originado un terremoto que ha resquebrajado todos los edificios de su superestructura. Ante un país destruido por el paro, familias que no llegan a final de mes, y el impedimento de desarrollar el más mínimo y digno proyecto vital, el capital se pone manos a la obra a levantar, quizás, la campaña de regeneración de su sistema de representación política más agresiva que haya puesto jamás en marcha. Caduco el vodevil turnista del bipartidismo PP-PSOE, da comienzo la farsa de la nueva socialdemocracia, con un héroe protagonista inequívoco: el joven aunque sobradamente preparado Pablo Iglesias.
Casi de la noche a la mañana, Pablo Iglesias, un joven profesor universitario se hizo omnipresente en los medios de comunicación. Como en una película de sobremesa sobre el afán de superación y el “nada es imposible” en el capitalismo, se nos presentó la idílica historia de un joven rebelde con una sagaz e inaudita capacidad para driblar a los poderosos y colarse en sus espacios, darles la batalla en su propio terreno y, gracias a su portentosa dialéctica, ponerlos en evidencia y conectar con las masas, enardeciéndolas, o al menos ofreciéndoles la posibilidad de canalizar su rabia a través de una papeleta con su cara en las próximas elecciones.
La abrumadora presencia de Iglesias en los medios de comunicación desde hace poco más de un año, pasando de tertuliano a serio candidato a la presidencia del gobierno, podría hacer sospechar de la realidad del relato si no se ofrecieran explicaciones sugerentes del caso. Existen ya varios libros sobre el por qué de tan meteórica carrera. La teoría que explica el triunfo del héroe se basa precisamente en la capacidad y el ingenio de éste. Pablo Iglesias como una mente de prodigioso talento que analiza y despliega una eficaz estrategia de infiltración y utilización de los medios de masas, convirtiéndolos en tribunas populares desde las que expandir su mensaje. ¿Así de sencillo? Veámoslo…
La historia oficial de la carrera mediática de Pablo Iglesias lo sitúa en Tele K a finales de 2010, cuando comienza a retransmitir los primeros programas de “La Tuerka” desde la televisión vallecana. No obstante, los humildes orígenes pronto comenzarán a recorrer caminos menos idílicos. Desde sus inicios, la financiación del programa corrió a cargo de “Producciones Con Mano Izquierda”, una productora bajo forma de asociación cultural sin ánimo de lucro dirigida por él msimo. Cuando Tele K se quedó fuera del primer reparto del pastel de la TDT, y ante el fracaso de las iniciativas de financiación mediante aportaciones voluntarias, Pablo Iglesias y su equipo decidieron buscar socios comerciales. Llegaron a un acuerdo con el empresario Enrique Riobóo, dueño de Canal 33, para emitir “La Tuerka” a partir de septiembre de 2012. Y así ocurrió durante un año. Pero la amistad entre hombres de negocios terminó rompiéndose por unos miles de euros. No será un gran disgusto para el joven profesor. Al mismo tiempo que comenzaba su andadura en Canal 33, fichaba como columnista a sueldo de uno de los grandes capitalistas del país: el afamado trotskysta Jaume Roures, dueño del negocio del fútbol en España, fundador del diario Público y de la multinacional de la comunicación Mediapro.
Pablo Iglesias se estrenó en Público en agosto de 2012, con un artículo titulado “Si la FAES me pagara un sueldo”. No, la fundación de Aznar no le pagaba el sueldo, pero el origen de sus honorarios no era muy diferente. El diario Público —ya solo digital— hacía solo cuatro meses que había echado el cierre a su edición en papel, y de paso a la calle a más de cien trabajadores, mediante un ERE que aplicó estrictamente la reforma laboral. Iglesias, sin embargo, estaba de enhorabuena. No solo iba a conseguir un espacio para escribir, sino una nueva plataforma desde la que emitir “La Tuerka”: Público.tv.
La columna de Pablo Iglesias no faltó una semana en el diario online, constituyéndose en su firma de referencia. El caso de Público es particularmente llamativo de la podredumbre y la criminalidad del sistema y de quienes bajo la careta del “contrapoder” y la “disidencia” prosperan y lo fortalecen. Roures cerró el periódico en 2012, en el momento en que su influencia sobre el nuevo gobierno —del PP— se complicaba; echó a la calle a la práctica totalidad de la plantilla, a pesar de que varios informes daban cuenta de la sostenibilidad de la empresa; el conjunto de la plantilla despedida pujó cooperativamente para hacerse con la cabecera, pero entonces, él gran capitalista duplicó la oferta y volvió a comprar —bajo titularidad de una empresa inmobiliaria, Display Conectors, S.L., creada diez semanas atrás— el mismo periódico que cerró cuatro meses antes.
Pablo Iglesias se hacía con un nombre gracias a capitales cada vez mayores. Y ocurría en un momento sumamente relevante. En 2012 se triplicaba el número de manifestaciones en España, se convocaban dos huelgas generales, el PSOE entraba en caída libre tras su 38º Congreso —que reeligió a Rubalcaba por la mínima—; en los primeros meses de 2013 el país perdía población por primera vez, mientras se suceden el caso Bárcenas —que afecta al PP—, el caso de los ERE de Andalucía —que afecta al PSOE— y el caso Nóos —que afecta a la monarquía—. El escenario estaba listo para que el guión protagonizado por el profesor de la Complutense diese un giro de efecto. Ocurrió como por casualidad, el 25 de abril de 2013 —a un año y un mes justo de las Elecciones al Parlamento Europeo—. Pablo Iglesias saltaba de la columna de Público y del plató de “La Tuerka”, ni más ni menos que, al de “El gato al agua”, la controvertida tertulia nocturna del canal ultraderechista Intereconomía. “Lo primero —abría su intervención Iglesias—, daros las gracias por la invitación, es un gusto cruzar las líneas enemigas y charlar en territorio comanche”. Buen rollo, aunque las gracias por aquella invitación se las tendría que dar, tal vez, al señor Roures.
En los cuentos siempre es por azar que al héroe le sorprende una situación que le hace sacar lo mejor de sí mismo y llevar la trama a un nivel superior. Se ha presentado el debut de Iglesias en Intereconomía —en la primavera de 2013— como esa casualidad que lo cambió todo, el tren que pasó y al que el héroe supo subirse con agilidad. Sin embargo, hay algo que llama la atención: el momento en el que ocurre y el lugar en el que ocurre. Resulta extraño que el bautismo televisivo del peligroso criptocomunista profesor universitario fuera precisamente en el más extremista de los medios de la extrema derecha —permítanse las reiteraciones—. ¿Por qué haría Intereconomía una cosa así?
Sigamos con el cuento oficial y conocido. En diciembre de 2012, Intereconomía había interpuesto un recurso contra la fusión de Antena 3 y La Sexta, que el Supremo había admitido a trámite. Intereconomía, además, declaraba estar en bancarrota y presentaba preconcurso de acreedores. Sin embargo, la cadena iba a salvarse milagrosamente. En los primeros días de mayo de ese mismo año, Intereconomía retiró el recurso contra Atresmedia —el fuerte grupo resultante de la unión de Antena 3 y La Sexta—; según comunicó la prensa, habían llegado a un acuerdo, colaborando el canal ultraderechista como proveedor de servicios televisivos y cinematográficos. Esos fueron los términos en que se presentó el trato. Pero ¿sólo tuvo Intereconomía que retirar su demanda para que Atresmedia la rescatara? ¿La tele proge La Sexta salvando a su reverso de la moneda? Veamos la historia de Atresmedia y comenzaremos a atar cabos.
Atresmedia es el resultado del antiguo grupo Antena 3 con Gestora de Inversiones Audiovisuales La Sexta. GIA La Sexta tenía —y tiene— como socio mayoritario —70% de las acciones— a Imagina Audiovisual, el holding formado por las empresas de Globomedia y Mediapro. ¡Aquí estamos! ¡De nuevo el señor Roures! ¿Es descabellado pensar que uno de los compromisos que tuvo que asumir la pequeña pero suficientemente preparada Intereconomía para salvarse de la quema fue recibir con los brazos abierto, en “territorio comanche”, al protegido de Roures, el igual de preparado Pablo Iglesias? ¿Quién sabe? Pero es curioso que Intereconomía retirase su recurso contra el nuevo grupo de Jaume Roures solo un par de semanas después de haber recibido a Pablo Iglesias en su plató estrella, y de que la emisión fuera un éxito de audiencia.
Semana y media después del debut en “El gato al agua”, Pablo Iglesias se estrenaba en “Las Mañanas de Cuatro”. Un mes después se enzarzaba en prime time en “La Sexta Noche”, con Francisco Marhuenda —comparando sus expedientes académicos… debate de profundidad política—. Todo príncipe valiente necesita su villano, y también un sabio padre rey protector, ¿verdad? Pablo Iglesias contaba con ambos personajes en su cuento. Y tantos otros.
Los cuentos se los creen los niños, y a veces ni eso. Y este no hay quien se lo crea. ¿Es Pablo Iglesias una especie de Clausewitz o Sun Tzu de los mass media? ¿Y Podemos, un equipo pequeño que a base de buen juego y corazón se ha plantado en las finales del campeonato? Me temo que no. Más bien parece que tienen al árbitro comprado.
La visibilidad de Iglesias y su partido en los medios de comunicación ha estado siempre sujeta a los tiempos y las necesidades marcados por algunos de los más grandes capitales del país. El cuento del chico listo que utiliza a su antojo a la prensa serviría para escribir el guión de un futuro biopic, pero nadie con un mínimo de suspicacia puede creer que los capitalistas de España van a incubar el huevo de la serpiente al calor de sus focos. Los grandes medios de comunicación, órganos de expresión de la clase dominante, no aguantan ni un minuto de verdadero mensaje revolucionario, ni cuatro frases que propongan una solución real para acabar con el estado actual de las cosas, que pasa por levantar un Frente Obrero y Popular por el Socialismo y ponerle, sin fases intermedias, punto final al capitalismo en España.
La farsa ha comenzado hace un tiempo. No la dejemos continuar.
Basta de falsa ilusiones.
Eduardo Corrales