A inicios de 2014, al llamado de “La calle vence”, las fuerzas reaccionarias venezolanas organizaron un nuevo intento de derrocamiento del gobierno bolivariano. El “maidan” escuálido, aun contando con amplio apoyo imperialista y el dominio de los más importantes medios de comunicación del país, fue derrotado. La calle que venció fue la del pueblo bolivariano revolucionario, que, siguiendo las orientaciones del Partido Comunista y de los sectores más consecuentes del proceso, defendieron los barrios populares, las principales empresas, las universidades, impidiendo su control por la guarimba proimperialista.

 

Como es de esperar en todo proceso transformador que toque los intereses del gran capital, la lucha de éste por recuperar el poder perdido es continua, implacable y utilizando todos los métodos posibles para revertir la situación. En Venezuela, así ha sido desde la toma de posesión como Presidente de Hugo Chávez hasta hoy.

En las últimas semanas, tras un año de desabastecimiento inducido y otras formas de guerra económica para minar la resistencia del pueblo, las fuerzas reaccionarias emprenden un nuevo plan de derrocamiento, contando, en esta ocasión, con oficiales del Ejército, lo que constituye un muy serio aviso para Maduro, su gobierno y las fuerzas bolivarianas y revolucionarias.

El pasado 18 de febrero escribía José V. Rangel (Ministro de Exteriores en el primer gobierno Chávez) que “el general Vincent Stewart, Director de Inteligencia del Departamento de Defensa de EEUU, compareció ante una Comisión de la Cámara de Representantes para informar sobre la estrategia de seguridad de EEUU en 2015, mencionó a Venezuela y pronosticó algo muy concreto: una ola de protestas violentas en el país, coincidente con las elecciones parlamentarias de este año. Cada día se hace más evidente que Venezuela es considerada por el gobierno norteamericano como un asunto que compete más al ámbito militar que al diplomático”. Ante los fracasos de las fórmulas anteriores –continúa Rangel-, “¿qué hacer? Solo falta intentar la invasión armada”.

Con ese contexto de fondo, a principios de febrero, Yul Jabour, dirigente del Partido Comunista de Venezuela, afirmó –en referencia a la base económica que da poder a la reacción- que “en el momento actual, se precisa la profundización revolucionaria del proceso de cambios que impulsa el pueblo venezolano, para superar ese modelo de acumulación rentista y construir un verdadero modelo productivo nacional”, para lo que “es imprescindible, ante la actual agudización de las contradicciones de clase y profundización de la confrontación nación-imperialismo, fortalecer la unidad patriótica, obrero-popular, revolucionaria y cívico-militar”, según recoge la declaración del PCV de este 19 de febrero.

La solidaridad internacional con el proceso venezolano sigue presente. OSPAAAL adelanta que “Venezuela batalla por seguir construyendo un proyecto de país para el bienestar de su gente, humilde y trabajadora, que sabrá imponerse una vez más a la burguesía transnacional parasitaria”, la cual intenta aprovechar cambios en la región –acometida contra el gobierno argentino, tregua indefinida de las FARC o, incluso, nuevo escenario Cuba/EEUU- para dar el golpe en Venezuela, país clave para sostener el pulso con los imperialismos estadounidense y europeo.

Como declarara hace un año el PCPE, hoy reiteramos el apoyo incondicional a “la lucha del pueblo revolucionario de Venezuela en defensa de sus avances sociales y del gobierno bolivariano” desde el convencimiento que “el protagonismo de la clase obrera en la confrontación del ataque reaccionario garantiza la fuerza imprescindible para paralizar las maniobras de desestabilización orquestadas en beneficio de los intereses oligárquicos y pro-imperialistas” y “abrir nuevas perspectivas para el avance revolucionario y el imprescindible giro hacia el carácter netamente socialista del actual proceso bolivariano, única garantía real para el fin de las maniobras reaccionarias”.

Juan Rafael Lorenzo

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