Las odas de Horacio en la Antigua Roma representaban el embellecimiento artificial por parte de la clase de los patricios  y su dominación social dentro de lo que el poeta latino concebía como poesía ut pictoris. Las estrofas idílicas campestres sublimes que enmascaran la barbarie de la sociedad esclavista romana.

El viaje de las odas horacianas a las odas y églogas garcilasianas recorren siglos hasta aterrizar en el petrarquismo de nuevo cuño y el animismo como categoría de dominación ideológica de eso que la historiografía burguesa denomina como renacentista. ¿De qué hablamos cuando hablamos de Renacimiento?

Las odas nerudianas del libro Navegaciones y regresos nos trasladan a una cotidianidad  propia de la vida y el mundo inmersos en una maraña de contradicciones. La celebración de la alegría de vivir en términos picassianos en un mundo lleno de turbulencias, un mundo de cambios y esperanzas. No tiene nada que ver con la cotidianidad posmoderna  de idílico idealismo individualista.

Neruda se sumerge en el mundo y nos hace emerger la vida a través de las odas. El título de Navegaciones y regresos nos evoca el viaje mítico de Odiseo y su regreso a Ítaca,  aunque en este caso dista del hieratismo idealista de Kavafis. Las odas nerudianas nos trasladan siguiendo la senda de Bertolt Brecht. Recordemos los versos brechtianos: «De todos los objetos/ los que más amo son los usados». De esta manera podremos comprender a Neruda inmerso en sus odas como “Oda a las cosas”, donde se reafirma en amar las cosas, las cosas diminutas, la belleza del planeta lleno de llaves, saleros, anteojos, clavos o escobas. Especialmente le dedica una oda a las cosas rotas en el sentido machadiano, el del Machado de poemas como los que dedica a las moscas o a un olmo seco, en el caso de Neruda poemas exentos de melancolía atávica.

El libro nos abre numerosos mundos, multitud de rincones del mundo  como la gran muralla en la niebla, la isla de Ceilán, pero también por enseres o animales como el caballo, el elefante o el gato. Neruda canta la grandiosidad de la sencillez de la obra ingente de Lenin.

Miguel Angel Rojas

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