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Editorial Junio 2024

Pasadas las Elecciones al Parlamento Europeo y con la incógnita de lo que ocurrirá con el Govern en Catalunya, se impone salir del omnipresente debate superficial y chabacano de la política burguesa en la que la ideología y las propuestas políticas han sido sustituidas por el insulto y la ocurrencia.

Lo visto en los parlamentos y en las campañas electorales, demuestra que los significantes vacíos que teorizara el ya fallecido Ernesto Laclau, son la principal herramienta de todos los partidos políticos. Libertad, patria, igualdad, decencia, valores, derechos, justicia, paz… son palabras que se usan como referentes identitarios muy primarios y lineales a las que cada cual (consumidor/votante) llena con su propio significado pensando que esa es su verdad y que ha optado por ella libremente sin influencias externas. ¡Falso! Esos contenidos, no solo no obedecen al libre albedrío de las personas, sino que son claramente determinados por el omnipresente algoritmo -convertido ya en ideología dominante- que los intereses del Capital imponen en las redes sociales y que nada tienen que ver con las necesidades objetivas y la realidad de la mayoría social. Es el ejemplo más perfeccionado de la dominación ideológica, que ya Gramsci definiera como “la obra maestra política por medio de la cual una determinada clase logra presentar y hacer aceptar las condiciones de su existencia y de su desarrollo de clase como principio universal, como concepción del mundo, como religión…”

Una calculada suplantación de identidad absolutamente alienante, cuyo principal efecto, aparte de factores sociológicos y siquiátricos evidentes en una sociedad enferma que masivamente genera exclusión social y frustraciones, es que provoca un creciente individualismo y desclasamiento con graves consecuencias en el desarrollo de la lucha de clases.

Hoy en nuestra sociedad, en la compleja y diversa formación social española, frente a la clase y la comunidad determinada por la posición del individuo en la sociedad (clase trabajadora y barrio obrero vs patronal y zona burguesa), encontramos de forma creciente la valoración del individualismo como bien superior. La reivindicación de un individuo aislado e indefenso, al que el terminal del móvil le usurpa su privacidad y lo aleja de su clase, ha irrumpido con fuerza en una sociedad que, a la vez que se sumerge en una profunda crisis económica, social, institucional, cultural…, progresivamente gira a la derecha y asume con naturalidad el discurso más reaccionario e incluso protofascista.

Una realidad que no por indeseable es posible ignorar y sobre la el PCPE asume la responsabilidad de intervenir para transformarla. Es la tarea que enfrentamos como Partido Comunista, como revolucionarios y revolucionarias que no renunciamos a la lucha por el Poder Obrero y el Socialismo.

Una labor que, necesariamente, se sitúa en la coherencia del análisis general de la realidad del capitalismo que venimos colocando en los diversos Editoriales de UyL, pero que, en ningún momento, puede prescindir de realizar un “análisis concreto de la realidad concreta” que permita actuar e intervenir sobre cada situación, aquí y ahora, para transformarla.

En consecuencia, hoy nuestra responsabilidad inmediata, sigue siendo identificar en cada momento el problema central de la formación social sobre la que se interviene y, desde una posición de clase independiente, trabajar e intervenir puntualmente para que, en un proceso de acumulación de fuerzas progresivo, hacer que avancen las posiciones revolucionarias entre las masas.

Y debe quedar claro: cuando afirmamos que lo hacemos “desde una posición de clase independiente”, significa que lo que determina en última instancia nuestra acción política es la clase trabajadora, la defensa exclusiva de sus intereses y necesidades. Pero no una defensa abstracta, retórica o idealista de la misma, sino orientada a transformar su realidad de clase en sí – de individuos que venden su fuerza de trabajo- a clase para sí – de individuos conscientes de su posición de clase que se organizan para defenderse colectivamente-, sin olvidar la meta de llegar a ser clase revolucionaria que opta por el Poder del estado.

En consecuencia, la tarea que asumimos, es propiciar la organización protagónica del sujeto revolucionario en cada uno de los espacios desde los que es posible enfrentar la contradicción capital/trabajo.

Indudablemente con la prioridad del movimiento obrero y sindical, enfrentando con claridad a la patronal y todas las prácticas sindicales orientadas a la conciliación de clase y a la burocratización de la acción sindical, que son las responsables de la constante pérdida de derechos y la pauperización progresiva de una clase trabajadora para la que tener trabajo ya no significa llegar a final de mes. Pero también en todos y cada uno de los aspectos sociopolíticos, desde los que hoy, nuestro enemigo de clase nos golpea más duro y requieren de una respuesta contundente, capaz de marcar una posición política de la clase trabajadora y el conjunto de sectores populares que también se ven afectados.

La carestía de la vida, el derecho a la vivienda, la defensa del territorio y de los servicios públicos son, junto al combate a la guerra imperialista y al fascismo que progresivamente se naturaliza desde el Poder, las absolutas prioridades para la organización del espacio obrero y popular que hoy aun se muestra mayoritariamente asimilado por las posiciones y consignas que, a todas horas y en todos los espacios, lanza la ideología dominante –la de la clase dominante- y son reproducidas por todos sus voceros, desde la ultraderecha más reaccionaria, a los diversos tipos de expresiones de la socialdemocracia.

Hoy - como siempre y como nunca ha dejado de ser-, la lucha de clases se libra en cada espacio de organización obrera y popular. Es ahí, evidenciando en lo concreto todos los límites y contradicciones de la sociedad capitalista, donde se empieza a quebrar su hegemonía y se abre la posibilidad de ir construyendo la alternativa global a su dominación.

Una tarea que necesita reconstruir multitud de espacios destruidos a lo largo de décadas de integración del movimiento obrero y popular en dinámicas sistémicas absolutamente institucionalizadas. Una tarea en la que, no solo la militancia comunista debe implicarse a fondo trabajando en cuantas estructuras unitarias de base permitan ir generando conflicto político con el Estado, sino el conjunto de compañeros y compañeras más conscientes del movimiento obrero y popular, levantando las más diversas referencias de organización y lucha.

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