Hace unos días fuimos testigos de un espectáculo, a todas luces, lamentable, cuando el militante neonazi Alberto Pugilato irrumpió en un show del cómico Jaime Caravaca para agredirle por un comentario que éste había hecho en la red social X, refiriéndose a su hijo recién nacido, unos días antes. Desafortunado el comentario, aludiendo a una hipotética y futura homosexualidad del niño en un tono bastante vulgar, como desafortunado ha sido el hecho de que el debate, ya de por sí delirante, se centrase, casi en su totalidad, en el hecho de involucrar a un menor en una trifulca "tuitera" y no en lo preocupante de que un nazi haya grabado y expuesto públicamente una agresión sin el menor pudor ni consecuencia.  

Lo hemos visto y lo seguimos viendo en todas las redes sociales: Un cómico en su puesto de trabajo que acaba de rematar un chiste recibe risas y aplausos por ello. La cámara de un móvil comienza a grabar en ese momento y se escucha un "ahí voy" al tiempo que, quien graba, le entrega el teléfono a otra persona. Un hombre, bien ataviado con una camisa de manga larga que oculta los tatuajes de los líderes de las SS que luce en sus brazos, interrumpe la actuación y le propina un golpe en la cara mientras le increpa, visiblemente alterado. Y aquí es donde el agresor comienza a interpretar al personaje que, no negaremos que de forma bastante inteligente, se ha propuesto interpretar: "Perdonad, soy únicamente un padre que está defendiendo a su hijo". 

Quienes vimos, no hace mucho, el vídeo viral de un boxeador que terminó golpeando a un maltratador en mitad de la proyección de una película infantil en una sala de cine, para después disculparse con los asistentes, no hemos podido evitar darnos cuenta de que aquí, el nazi, se ha inspirado levemente en este hecho. Así es como Pugilato, que acaba de hacer uso de la fuerza bruta que caracteriza a los fascistas, humaniza su acción en una estrategia que - no nos hagamos ahora los sorprendidos -, le ha funcionado a la perfección.

El embrutecimiento de buena parte de las masas, sumado al blanqueamiento del fascismo que, desde hace décadas han estado llevando a cabo los medios de comunicación, han hecho que esta evidente maniobra publicitaria de la causa nazi haya sido aplaudida y jaleada por no pocas personas. ¿Quién no defendería a su hijo de un comentario ofensivo y sexualizante? Pero, por si fuera poco, el "padre protector" añadió a su heroico alegato el ingrediente de la pedofilia, aunque, si nos detenemos a analizarlo, en el comentario de Jaime Caravaca no hubiera sombra alguna de esto. No importa, a priori algo burda, ha resultado ser una jugada maestra. ¿Quién querría que quedase la más mínima duda de que estamos en contra de una atrocidad como esa? Así es como el nazi - le seguiremos llamando así porque es así como él se define, por más que los medios traten de buscarle eufemismos a este hecho - ha conseguido que condenar una agresión fascista con un marcado carácter homófobo signifique "estar del lado de los pedófilos", logrando así, de paso, reactivar un debate que ya parecía superado, el de vincular la homosexualidad con la pedofilia.

"Los niños no se tocan", es la consigna que más se ha repetido estos días, haciendo que encontrarle cualquier otro matiz a este caso, como es el hecho de que la ideología nazi-fascista del agresor no es, ni de lejos, una casualidad que deba ser obviada, sea poner en cuestión algo con lo que cualquier persona en su sano juicio debería estar de acuerdo. Por supuesto que los niños no se tocan, aunque en este caso, absolutamente nadie haya tocado a nadie, salvo Alberto a Jaime. Incluso estamos de acuerdo en que una criatura de tres meses que no puede defenderse y que no tiene la culpa de la ideología miserable y criminal que profesa su padre, jamás debería haberse visto envuelta en ningún tipo de comentario ofensivo. Tenemos argumentos más que de sobra para decir que Alberto Pugilato es, además de un padre, una basura de persona que celebra en las redes sociales la muerte de un menor no acompaño y que defiende y venera la figura de líderes como Adolf Hitler o Rudolf Hess.

La defensa de esta agresión, en su mayor parte, no obedece a razón ni a moral alguna. La crueldad y la mofa con la que se ha justificado el ataque, con comentarios como "más le tenía que haber dado" o risas ante la imagen de una persona visible y razonablemente atemorizada a causa del golpe inesperado, son síntoma de la impunidad y la buena prensa de las que goza el fascismo. Podríamos decir que el fascismo está de moda, especialmente tras el auge de Vox. El blanqueamiento de organizaciones como Hogar Social Madrid o Desokupa también han jugado un papel fundamental para que hayamos llegado a este punto, en el que las agresiones fascistas se graban y se exhiben como un trofeo ante los vítores del público.

"¿Y es que acaso vosotros no haríais lo mismo por vuestros hijos?" Pues, para empezar, nosotros no somos nazis, por lo que nadie podría llegar a la conclusión de que responderíamos con violencia ante la posibilidad de que la sexualidad de nuestros hijos, en el futuro, no fuese la normativa. No, los comunistas preferimos defender a nuestros hijos del avance del nazi-fascismo que, en su papel de salvaje mercenario del capitalismo, solamente les va a garantizar un futuro de miseria, de represión y de odio. 

Kevin Álvarez

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